MISION: LA PALABRA RPJ 563Descarga aquí el artículo en PDF
María José Rosillo
El ser humano es una unidad integrada en sus dimensiones físicas, espirituales, mentales, de identidad, de modos de pensamiento… Una persona LGTBI+ no puede apartar de sí misma su orientación sexual cuando accede a las celebraciones de la Eucaristía o cuando es bautizado o cuando decide confirmar su fe adulta o cuando muere…
Tampoco se escinde de ella cuando decide voluntariamente abrazar la fe dentro de la Iglesia católica y, por tanto, se incorpora a ella con todo su ser y con todo el compromiso que ello conlleva, entre ellos la transmisión de la Palabra.
Por otra parte, cuando una persona adulta ya con cierta madurez, (que eso no significa que no pueda ser cronológicamente joven) decide voluntariamente decir «sí» a Jesús en el seguimiento de su Evangelio, sabe que no podrá dejar atrás nada de lo que es realmente. No podemos compartimentar. Si una persona es auténticamente cristiana y está convencida de lo que cree y de lo que ello supone para su vida cotidiana es cristian@ en todas partes: en el instituto, en la fábrica, en la universidad, en el vecindario, en la discoteca o en la manifestación del orgullo del 28 J.
La razón de vivir la coherencia del Evangelio está fundamentada en su fe en Jesús y en su Palabra. Y cuando esto sucede de esta forma, también acepta incondicionalmente, la misión de darla a conocer en todos sus entornos. Es decir, acepta la misión evangelizadora de la Iglesia. El papa Francisco en su lenguaje claro, cercano y vibrante nos cuenta en su Exhortación Evangeli Gaudium qué es eso de evangelizar hoy y cómo «todas las personas bautizadas –no dice de forma expresa sólo los heterosexuales– estamos llamados a formar parte de esta misión, siendo responsabilidad de todo@s».
La razón de vivir la coherencia del Evangelio está fundamentada en su fe en Jesús y en su Palabra
¿Por qué hoy es especialmente importante que las personas LGTBI+ católicas se impliquen directamente en esta misión de la Palabra? Porque hay mucha gente perdida. Tanto hermanos y hermanas nuestros que siendo cristianos creen que no tienen sitio en nuestra comunidad, como tantos hermanos y hermanas nuestros que han olvidado el mensaje esencial del Evangelio y desde un sesgo oscuro y retrógrado y, por supuesto, nada evangélico, afirman que no hay lugar en la Iglesia para las personas sexualmente diversas y, sin embargo, creyentes.
Por desgracia estamos experimentando de forma sutil pero también directa y expansiva, una corriente de opinión social y de pensamiento radicalizado que comienza a señalar a las personas LGTBI+ como colectivo non grato entre los creyentes católicos, convirtiéndonos en dianas de ataques verbales y físicos, o sencillamente ignorados, ninguneados y finalmente indirectamente eliminados de los entornos parroquiales o cristianos por nuestra orientación sexual. Son comentarios directos o en redes sociales, todos ellos despectivos y/o amenazantes sobre nuestra persona o sencillamente sobre nuestros modos de vivir la fe o la vida. Se trata de corrientes de pensamiento muy afianzadas dentro de nuestra Iglesia y que son o han sido referentes para muchos de nosotros durante mucho tiempo. De ahí que las personas creyentes tengan dudas sobre qué hacer o qué pensar sobre nosotros.
El papa Francisco es muy claro en este sentido y en la misma exhortación citada antes dice que a la hora de transmitir la Palabra, dentro de nuestra tarea esencial como cristianos/as, no podemos olvidarnos del mensaje fundamental «lo que cuenta es ante todo la fe que se hace amor, por caridad (Ga 5,6)». Son las obras de amor al prójimo (y lo que eso supone respeto, acogida, unión, dialogo, cuidado…) las que mejor y más perfectamente manifiestan la gracia interna del Espíritu. Quien tenga oídos para oír esto, que oiga y que no dé más vueltas a los postulados teológicos enrevesados para justificar lo injustificable.
La Iglesia –continua el Papa Francisco– está llamada a ser la casa abierta del Padre y los signos evidentes de esta apertura deben ser que cualquier persona que desee acercarse a ella no reciba el desprecio o la frialdad de unas puertas cerradas, que pueden traducirse a una Iglesia físicamente cerrada en su construcción material, pero también en un cierre de puertas a participar en una catequesis como formador porque se es homosexual, o a un cierre de ser bendecido por un sacramento como el Matrimonio o la Eucaristía. Es decir, una Iglesia abierta también en sus sacramentos. Sigue habiendo aún demasiadas personas fuera de la Iglesia y que, sin embargo, desearían estar dentro, siendo acogidos por una comunidad orante, formando parte de la vida de las parroquias de barrio y de ciudad, (en los entornos rurales ya ni me imagino cómo puede ser la realidad de las personas cristianas LGTBI+).
Dios no puede ocultarse a aquellos que lo buscan. Y quienes lo llevan en su corazón no pueden guardarlo dentro más tiempo porque otras personas no consideren que su testimonio es digno de ser bendecido. Creemos en Jesús, creemos y somos testigos de que la fe en él ha transformado nuestras vidas y esto queremos decírselo al mundo para que «todos puedan saberlo». Nuestro testimonio como seguidores/as del Maestro es válido, real, sincero y por eso queremos y debemos compartirlo. Sin miedo, sin vergüenza, sin pausa.
Solo estamos siguiendo las indicaciones de nuestro pontífice. La evangelización, por tanto, obedece al mandato misionero de Jesús: «Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20). En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra.
Tod@s somos llamad@s a esta nueva «salida» misionera. Cada persona cristiana y, por tanto, también los que formamos parte de la comunidad LGTBI+ discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero tod@s som@s invitados a aceptar este llamado: «Salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio».
Tod@s somos llamad@s a esta nueva «salida» misionera