MIRADAS DE SAL
Fernando Donaire, OCD
Paseo por la ría de Bilbao y me doy de bruces con un rostro que se asoma de entre las aguas. La escultura mira con curiosidad a todo paseante que deambula al atardecer por estos parajes de la ciudad. Su presencia forma parte de un proyecto llamado #Bihar y busca concienciar sobre las consecuencias de nuestras decisiones para el futuro. Me ha llamado la atención esa presencia casi fantasmal en el agua. Busco espacio entre las personas que miran y me fijo en una cartela donde aparece una frase. Al leerla comprendo que recoge el sentido de la propuesta artística. Dice: «Con cada decisión elegimos si hundirnos o salir a flote». El QR me lleva hasta su autor, el mexicano Rubén Orozco. Leo su trayectoria y pienso en su obra. Me quedo mirando a los ojos de la pieza. La propuesta hace que mi mente comience a dar vueltas. La cara de lo que parece un joven, un niño, me perturba. Su mirada curiosa saliendo del agua invita a pensar en cómo la atención está puesta en la toma de decisiones de cara a nuestro trabajo futuro. Me interroga, me hace pensar.
Me viene a la mente la imagen del hombre sonámbulo en calzoncillos de Toni Matelli en el High Line Park al sudoeste de Manhattan. Otro empuje a la reflexión desde el hiperrealismo artístico que me vuelve a perturbar mi pensamiento. Como si fuera un zombi despistado se cruza con todos los paseantes y lanza la pregunta exacta: ¿Con quién nos cruzamos en nuestro rumbo diario? ¿En el fondo pensamos de qué manera nos dirigimos por el mundo? ¿Cómo caminamos? ¿Qué caminos escogemos? ¿Hacia dónde vamos?
Igualmente pienso en la escultura de los Caminos de Lisbet Fernández que reúne a un grupo de niños mirando al cielo como si esperasen una señal del cielo, una respuesta a lo que está pasando aquí abajo. Sus preguntas se alojan en unos ojos que perturban a quien los mira. Pienso que esos niños están destinados a ver siempre estrellas, a mirar el cielo de continuo, a pensar en clave de eternidad.
Pienso en la mujer de Lot, la mujer de sal, la que echó la vista atrás y se convirtió en estatua. A veces nuestra mirada se queda varada en realidades que nos destruyen y nos convierten en sal. Y aunque la realidad nos perturbe, seguimos buscando alzar nuestros ojos y posarlos en algún lugar que nos descanse, en el sitio exacto del recreo que nos enamora.
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A veces nuestra mirada se queda varada en realidades que nos destruyen y nos convierten en sal
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