Pensar que mi dios es mejor, que mi verdad es la verdad, que lo mío es lo único, es empequeñecer a cualquier dios, es reducirlo a mi yo.
Mi yo se engrandece, me siento en poder de la verdad, con derecho a «enseñar» y eso es lo que nos aleja, lo que impide el diálogo, lo que hace imposible la unidad.
Ir más allá de nosotros mismos, trascender y desde ahí construir. Amar y desde ahí rezar, y solo desde ahí encarnar.