MEDIA MANTA (LA) – Joseph Perich

Joseph Perich

Pedro era un anciano y viudo, que se encontraba solo y sin esperanza. Había trabajado con ahínco haciendo de su hijo un hombre de bien. Esperaba que su hijo le ofreciera su apoyo y comprensión, pero pasaba el tiempo y esto no llegaba. Un día Pedro llamó a la puerta de la casa de su hijo y familia.

-Sabes, hijo, no me gusta molestar pero me siento solo y no me encuentro bien.

-Esta es tu casa.

-Gracias hijo, temía ser un estorbo. Entonces ¿me puedo quedar a vivir con vosotros…?

-¿Quedarte aquí…? No sé si estarás a gusto, la casa es pequeña, mi esposa es muy especial, los niños

-No te preocupes por mí, hijo, alguien me atenderá.

-No padre, eso no, pero no sé dónde podrías dormir ¿en el patio….?

-Bueno, está bien.

El hijo de  Pedro llamó a su hijo de doce años.

-Mira hijo, tu abuelo se va a quedar a vivir con nosotros. Tráele una manta para que no pase frío en la noche.

-Sí, ¿Pero dónde va a dormir…?

-En el patio, no quiere molestarnos.

El niño subió a por la manta y la cortó en dos.

-¿Qué haces? ¿Por qué cortas la manta? –  le dice el padre.

-Sabes, papá, estaba pensando en guardar la mitad de la manta  para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa.

REFLEXIÓN:

La letra de este cuento puede parecer ficticia, un poco pasada de rosca, pensando en nuestras familias. Pero tal vez ya no lo será tanto si escuchamos su «música de fondo».

A muchos ancianos se les cae la baba explicando cómo sus hijos se han situado profesionalmente y económicamente: un maestro, un abogado, uno que tiene un «todo terreno» y sino «un terreno»… Estos abuelos los puedo llegar a comprender ya que salir del pozo de precariedad económica (no moral) que les tocó vivir de jóvenes para sacar adelante a los hijos,  fue una lucha de sudor y lágrimas. Pero no nos engañemos: el vacío moral que se intuye, tras la gran mayoría de personas que van alardeando por la vida, no tiene perdón. Estos hijos, lejos de devolver la inversión humana y espiritual que los padres habían depositado en ellos, llegan a agredir moralmente a sus progenitores y a «envenenar» su entorno socio-laboral. Se darán cuenta de que algunos de sus hijos «guardan la mitad de la manta».

El Sr. Obispo Juan Gudayol (quince años de obispo en Perú) presidió el Oficio de la Fiesta de Santa Ana… Nos sacudió a todos cuando afirmó que «los problemas y dolores de cabeza de nuestra Iglesia Católica actual no son doctrinales sino «de humanidad». ¿Los feligreses, los sacerdotes, los obispos… consciente o inconscientemente, no nos guardaremos también «la mitad de la manta»? Nuestra familia parroquial, diocesana y universal no debería ser una escuela de humanidad donde todo el mundo se pudiera sentir «como en casa», sin que nadie tuviera que «dormir en el patio»?

En la primera comunidad cristiana, «Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían al servicio de todos». (Ac 2, 44)