MASCULINIDAD, FEMINIDAD… FAMILIA DE HIJAS E HIJOS, DE HERMANAS Y HERMANOS RPJ 556 Descarga aquí el artículo en PDF
Óscar Alonso
LA NUEVA MASCULINIDAD MOTIVO DE DISCERNIMIENTO ECLESIAL
Reconozco que, hasta no hace mucho tiempo, nunca necesité usar la expresión nueva masculinidad para hablar de todo cuanto hoy se esconde y aglutina bajo dicha expresión. De hecho, también reconozco que la expresión me parece, sencillamente, fea. No obstante, es cierto que nuestra pastoral juvenil (y no solo la juvenil) necesita reflexionar sobre este aspecto (ser hombres hoy), nunca desligado del ser mujer hoy, y jamás como cuestiones contrapuestas sino como realidades complementarias, necesarias, preciosas y llamadas a ser siempre más. Porque hablar de nueva masculinidad sin contexto es tan absurdo como hablar de los cambios que la Iglesia ha de afrontar sin contar con el contexto en el que esta vive y está presente.
Podemos hablar de nueva masculinidad si también hablamos de nueva feminidad
Por tanto, lo primero que quiero compartir en estas líneas es que podemos hablar de nueva masculinidad si también hablamos de nueva feminidad, ¿o resulta que solo ha cambiado lo masculino en nuestra sociedad? ¿O que las mujeres no forman parte del contexto en el que se da esa nueva masculinidad? Todo cambia. Y todo cambia con una celeridad vertiginosa. Y tanto las mujeres como los hombres participamos de dichos cambios. Cambios que nos comprometen, que exigen de nosotros resituarnos, generar espacios en los que todos podamos ser lo que estamos llamados a ser, cada uno desde su ser hombre o mujer, desde su masculinidad o feminidad.
Vivimos tiempos complejos para todos los temas relacionados con el sexo, el género, las emociones, los afectos, las tendencias, el binomio racionalidad-emotividad, los sentimientos, los modos de ser persona, la complementariedad entre hombres y mujeres, las relaciones. Tiempos complejos en los que hay que andar con pies de plomo con las palabras que uno utiliza y deja de utilizar a la hora de calificar, perfilar o definir algo. La expresión nueva masculinidad no se escapa a esta complejidad.
Escribo estas líneas mientras en Santiago estamos celebrando en Santiago de Compostela la Peregrinación Europea de Jóvenes. A simple vista hay chicos y chicas, hombres y mujeres en todos los grupos procedentes de todos los rincones de España y de Europa. Pero, si me detengo, en el grupo en el que voy yo, salta a la vista un dato: la proporción de mujeres-hombres es del 70%/30% respectivamente. Sucede algo parecido en nuestros grupos parroquiales y comunitarios: el número de mujeres es siempre mayor y, en algunos casos, aplastantemente dominante.
Y no me refiero a esto como un tema de cuotas. Esta realidad palpable lleva siendo así desde que yo mismo era adolescente en grupos de adolescentes en mi parroquia y en el movimiento juvenil propio de la Orden Franciscana. Nadie se planteaba entonces grandes cuestiones, creo yo. Era una realidad. No era algo forzado, ni impuesto, ni a unos se les llamaba de un modo diferente a los otros. Era, como lo es hoy, una realidad.
Cualquiera que haya leído o conozca algo de psicología evolutiva, sabe que hay una madurez, una búsqueda de sentido, una sensibilidad que se desarrolla de manera más temprana, siempre en líneas generales, en las mujeres que en los hombres. Lo religioso, Jesús, su modo de proceder, engancha directamente con una etapa vital en la que se necesita precisamente eso: un referente que acune los propios sentimientos, que dé profundidad a las búsquedas, que sane las heridas de un corazón inquieto, que llene de verdad todas las dudas, que a uno le haga sentir bien y que te haga sentir que para Él eres único. Repito: esto en otro tiempo no generaba un debate ni una reflexión ontológica.
Sin embargo, en nuestro contexto, expuestas todas las sensibilidades, habiendo lecturas desde muy diversos puntos y perspectivas, surgen preguntas que nos planteamos todos los que trabajamos en pastoral juvenil: ¿Por qué se da, desde siempre, esta proporcionalidad? ¿Por qué las jóvenes son mayoría en nuestros grupos y comunidades? ¿Qué modelo de masculinidad estamos ofreciendo en la pastoral juvenil? ¿Qué es aquello que atrae en mayor parte a las jóvenes y que no termina de atraer a los jóvenes? ¿Qué estamos cuidando mucho y qué estamos descuidando?
El debate masculinidad-feminidad, masculinismo-feminismo, hembrismo-varonismo está servido en cualquier tertulia televisiva, en cualquier debate de expertos en nada, en cualquier campaña, publicidad y propaganda que se tercie y, por supuesto, uno advierte mucha alusión a los sentimientos, a las emociones y, en general, poca reflexión, casi ningún discernimiento y una confusión generalizada que hace de cualquier cosa una macedonia en la que cabe todo de cualquier modo, aunque solo sea por estar a la moda y por no obligarnos a posicionarnos con claridad sobre lo que pensamos, sentimos y creemos sobre cada cuestión.
El mismo Jesús de Nazaret, siendo él mismo, nos mostró de alguna manera un modo de ser hombre diferente al que imperaba en su época
El mismo Jesús de Nazaret, siendo él mismo, nos mostró de alguna manera un modo de ser hombre diferente al que imperaba en su época. Un hombre muy de casa, rodeado de amigas y amigos, cercano a los pequeños, defensor de los últimos, expresando sus emociones en público, abajándose hasta morir en cruz… Todos son elementos de esa llamada nueva masculinidad que ahora nos ocupa. Jesús es una propuesta bien actual de un hombre íntegro, nada altanero, nada chulesco ni engreído, nada aparente, lejos de toda ambición exclusivista, vulnerable, subversivo, alejado de toda resignación, en la ternura revolucionario, sensible, con una mirada amplia, con conocimiento, sabiéndose enviado, Hijo, en ningún caso superior, ni juez, ni dominante.
Es por eso que creo que ante el tema de la nueva masculinidad, nuestra pastoral juvenil necesita:
- Plantearse qué modelo de persona estamos ofreciendo a la juventud actual. Debemos rescatar los elementos fundamentales de la antropología cristiana y trabajarlos con profundidad en las sesiones de pastoral. Es importante que reflexionemos juntos sobre lo que somos y lo que Dios quiere que seamos.
- Ofrecer herramientas para trabajar el mundo de las emociones, los sentimientos y los afectos. Es urgente que los jóvenes encuentren en la pastoral juvenil espacio y modos de trabajar, asumir, equilibrar y cuidar el mundo emocional y afectivo.
- Trabajar las debilidades y las vulnerabilidades que tienen los jóvenes actuales. Es evidente que en una cultura tan gaseosa y voluble es de vital importancia dedicar espacios y tiempos a trabajar la propia vulnerabilidad de los jóvenes, sus heridas, sus debilidades, de modo que se reconozcan y se integren de manera natural en la propia historia de vida. Y no solo se integren, sino que se puedan abordar desde los criterios evangélicos y asumirse como parte de la propia biografía, una biografía que Dios acaricia y acompaña.
- Acompañar procesos personales y grupales en los que hombres y mujeres nos reconozcamos diferentes y complementarios, iguales y diversos. Hay mucho, demasiado ruido en torno a algunos temas. A veces no hay nada debajo, o no es para tanto, pero acaban siendo temas de vida o muerte para los creadores de tendencias y para la opinión pública. Debemos seguir apostando por una pastoral juvenil experta en acompañamiento personal y grupal. Experta en procesos de discernimiento. Experta en acompañar procesos vocacionales. Experta en ayudarnos a buscar, en todo, la voluntad de Dios.
Acompañar procesos personales y grupales en los que hombres y mujeres nos reconozcamos diferentes y complementarios, iguales y diversos
Y pienso que la nueva masculinidad que necesitamos ofrecer y ayudar a conformar en los jóvenes de nuestros movimientos, ha de caracterizarse por:
- La asunción de lo que cada uno es, con sus características físicas y psicológicas.
- El respeto a la diversidad que no implica la asunción acrítica de cualquier propuesta.
- Asumir que los roles sociales no van vinculados al género.
- Vivir con naturalidad la propia historia, reconocer la propia vulnerabilidad y mostrarse con autenticidad, también en las fragilidades y búsquedas.
- Defender y trabajar por la igualdad en la diferencia.
- Ver en Jesús de Nazaret una propuesta actual de nueva masculinidad.
- El discernimiento como medio para buscar, encontrar y conformarse a la voluntad de Dios.
En nuestra Iglesia se dan, además, discursos que circulan en paralelo y que por sí mismos son muy interesantes pero que no terminan de tocarse hasta fundirse en un solo discurso: la nueva masculinidad que supera el binomio fuerte-débil cuando hablamos de hombres-mujeres, que supera el binomio emotividad-racionalidad, cuando hablamos de estereotipos heredados y que supera el binomio superior-inferior, cuando hablamos de quien manda y de quien obedece- Esa nueva masculinidad resulta que en la estructura eclesial está tardando mucho en hacerse una realidad. A veces se dan razones teológicas. Otras veces se dan razones históricas de peso. Otras, se apela a la tradición. Incluso en ocasiones se cita al Espíritu. Pero resulta llamativo comprobar que nuestra propia estructura institucional adolece de esta reflexión necesaria en torno a los roles que hombres y mujeres hemos de jugar en la Iglesia del siglo XXI, como hermanos, como discípulos, como bautizados, como hijas e hijos en el Hijo.
Reconocer nuestra propia debilidad y vulnerabilidad como Iglesia es un importante paso para lograr esa realidad de la que habla la nueva masculinidad y esa nueva feminidad, totalmente alejados de la dominación, del servilismo y de la primacía de unos sobre otros. Es tiempo de transformación. Para todos.
Esa nueva masculinidad resulta que en la estructura eclesial está tardando mucho en hacerse una realidad