Más allá del gesto – Jorge Sierra y Natalia Zapatero

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Jorge A. Sierra (La Salle) @sallepastoral

Natalia Zapatero (SalleJoven) @_nataliazapa

Un papa. En Roma. Pues vale. Hombre, es importante, sí. Pero ¿realmente afecta en algo a mi trabajo con los jóvenes? Igual para el coordinador, para el que ha estudiado teología, para el «friki» que se lee todos los documentos… Pero ¿para un agente de pastoral de los de andar por casa? Y llega la sorpresa: un 13 de marzo de 2013 nos encontramos con un hombre sencillo, que habla con acento argentino y que lo primero que nos dice es que… recemos por él.

¡Y empieza una revolución! No porque diga cosas nuevas o porque haya renovado todo en un pispás, sino porque el rostro, el lenguaje, el «acento» y, sobre todo, los gestos, llegan. Y hasta el catequista que no está muy pendiente de esto se siente escuchado o recibe a una familia que ha decidido bautizar al hijo porque «este papa convence».

¿Qué nos dice este papa que nos convenza? Nos habla de alegría, de conciencia social, de cercanía con los oprimidos, de opción por la justicia y de impulso ecológico. Nos dice que nos levantemos del sillón, que nos pongamos «en salida», que nos involucremos, que «primereemos». Nos anima a ser influencers (y cómo se le nota que la palabra no es de su generación, pero que el mensaje sigue), a aceptar las heridas de la Iglesia, a ir a las fronteras… Pero, sobre todo y especialmente en Christus Vivit, nos recuerda la centralidad del mensaje del cristianismo: Dios te ama, Cristo te salva, Él está vivo y el Espíritu da vida (capítulo IV). ¿Algo nuevo? ¡Para nada! ¿Necesario? ¡Siempre!

Desde luego, Francisco es un acicate por sus gestos. Y lo es aún más para los jóvenes. En las JMJ de Panamá le escuchamos muy cerca decirnos que «soñar el futuro es aprender a responder no solo para qué vivo, sino para quién vivo, para quién vale la pena gastar mi vida». En ese «quién» está la clave. Si es para uno mismo, mis límites estarán muy cercanos. Si es para un «otro», los límites serán algo mayores, pero aun así pequeños. Si es para el binomio «Otro/los otros»… ya es diferente. Ocurre lo mismo que en la entrevista que concedió a Jordi Évole: el periodista le intentaba cerrar con las preguntas y el papa siempre abría el horizonte.

Y no, claro, no podemos quedarnos solo en los gestos. Francisco está hasta cierto punto limitado por su propia función, por la lentitud de la Iglesia, por su papel de tener que dar una palabra autorizada para todos los creyentes. Él hace lo que puede. El turno es ahora nuestro. La cumbre para tratar el tema de los abusos, por ejemplo, se puede quedar en nada si solo son unos días o si se queda en un «postureo» de afirmar «tolerancia cero» pero seguir ocultando el problema. Nos toca ahora a nosotros, los cristianos de a pie, descubrir, denunciar, acompañar y proteger a las personas vulnerables también dentro de nuestra Iglesia. Y luchar con todas nuestras fuerzas por evitar que se dé cualquier tipo de abuso.

Este papa es un regalo, del que tenemos la suerte de disfrutar, capaz de reconocerse a sí mismo como pecador, con incontables gestos de humildad y austeridad, con gestos sencillos como la apertura de la «lavandería del papa Francisco» (servicio gratuito a disposición de las personas más pobres), gestos impensables en otros pontificados, que van desde animar a los presos a ayudarse unos a otros, hasta recibir a voluntarios que rescatan refugiados del mar, etc. Gestos misericordiosos con la gente más apartada, que nos dejan claro que en Francisco su fe está estrechamente relacionada con necesidades sociales incuestionables.

Además de mostrarse como un líder capaz de repartir poder y defender que el desarrollo económico debe tener un rostro humano para que nadie quede excluido, ha apostado por legitimar proyectos comunitarios a nivel mundial como, por ejemplo, el cuidado del planeta.

Con sus palabras, con sus gestos, pero también con su vida, nos llama a aprender a ver todo lo que pasa con los ojos de Dios y dejarnos golpear por los niños y por los jóvenes, y estar siempre de su lado, acompañándolos, viviendo siempre «la alegría de evangelizar». Estamos llamados a ser rostro concreto que ayude a los jóvenes a soñar, a descubrir no solo para qué viven, sino para quién. Rostro concreto que les haga creer y saber que no son el futuro, son el «ahora de Dios».

Estamos llamados a practicar una pastoral misionera como salida a las periferias, a los alejados de la fe y a los pobres, a ser discípulos misioneros. Llamados a ser «comunidad de discípulos que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan» en la que «hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio». «Iglesia en camino», al fin y al cabo. Haciendo una opción preferencial por los pobres (marginados y sufrientes de distinta condición), sin tener miedo al diálogo con personas de diferentes orígenes y credos. En el centro del proyecto misionero del papa Francisco está una evangelización dirigida a todos. Su deseo de escuchar a los jóvenes sin excepción es una llamada para la Iglesia, hecha visible en el sínodo de los jóvenes.

Este papa es un regalo… para la Iglesia, para el mundo, para los pobres y para los jóvenes. Soñemos, con alegría, que otra Iglesia y otro mundo es posible, que todos estamos llamados a una sola vocación: «la santidad»; que no nos acomodemos y sigamos transmitiendo a todo el mundo, con valentía y autenticidad, la Buena Noticia, sin miedo a accidentarnos o mancharnos. ¡A por ello!

Descarga aquí el artículo en PDF     RPJ nº 536-mayo-2019 – Más allá del gesto – Jorge Sierra

 

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