MARIPOSA Y LA FLOR (LA) – Joseph Perich

Joseph Perich

Un hombre pidió a Dios una flor y una mariposa. Y Dios le dio un cactus y una oruga. El hombre quedó triste, no llegaba a comprender cómo su petición tenía una respuesta con tantos errores.

Después reflexionó: «Está claro, Dios, con tanta gente para atender…» Y decidió no cuestionar su respuesta. Dejó aquel cactus incómodo y aquella oruga pegajosa arrinconados en su huerto.

Pasado un tiempo, dándose un paseo por el huerto, aquel hombre vio con sorpresa la transformación de aquel regalo. Del espinoso y feo cactus había nacido la más bella de las flores, y de la horrible oruga había salido una bellísima mariposa.

REFLEXIÓN:

Tanto si llueve, como si hiela, como si nieva, cada domingo de siete a nueve de la noche la familia de Sergio toma un bocadillo y una bebida en un bar del paseo de Blanes.

Los presento: Sergio, chico ciego de unos veintidós años y que no llega al metro de altura está comiendo un plato de patatas rellenas con salsa rosa; su hermana “la Trini” de unos treinta y cinco años y que también es ciega y sorda, se divierte tecleando un libro con un aparato de braille; la madre de ellos que toca con los dedos la palma de la mano de la hija traduciendo mi saludo; Eduardo, con síndrome de Down, que me saluda gesticulando una bendición, acompañado de su hermana y una amiga, vecinos de esta familia. Me han invitado. Doy la mano a Trini que me dice: “Tú nos has dado golpe en la vida, tienes unas manos muy finas”. Digo a la madre que me presente y le diga que tiene una madre y un hermano muy agradables, que es una entendida en el braille… La madre le traduce en la palma de la mano. La chica se levanta y me da un beso. Sergio se saca del bolsillo un billete arrugado de 5 euros y me obliga a pagar mi bocadillo. Eduardo, me dice con una tierna sonrisa, que cada domingo mira la misa por TV2. Son una familia inmigrante del sur de segunda generación.

Como si el tiempo no pasara, hemos vivido dos horas contándonos historias divertidas, para recordarlas siempre, mientras íbamos tejiendo unos lazos fraternos de gran fortaleza. De regreso a casa en coche cierro la radio, habría sido como un sacrilegio, necesito estar en silencio, saborear y digerir el trozo de cielo que hemos compartido humildemente; que me recuerda las figuritas del belén y el aroma del su tierno musgo.

Un bello proverbio oriental dice: «El ojo ve sólo la arena, pero el corazón iluminado puede vislumbrar el final del desierto y la tierra fértil». Miramos con el corazón. Quizás podremos ver lo que otros no ven para luego acertar con más éxito nuestra presencia y aportación. Eso sí, «Lo mejor que podemos hacer por otra persona no es sólo compartir con ella nuestras riquezas, sino mostrarle las suyas» (Benjamin Disraeli).

Si has pedido algo y has recibido otra gracia, confía, ten la seguridad de que Él siempre te dará lo que necesitas en el momento adecuado. No siempre lo que deseamos es lo que más necesitamos. Como Él nunca falla en la entrega de sus pedidos, sigue adelante sin dudar ni murmurar. La espina de hoy… será la flor de mañana. Este podría ser el camino hacia la próxima Navidad.

Sí, «dar un paseo por el huerto» de nuestras relaciones humanas en busca de ese «cactus incómodo» y de esa «oruga pegajosa» que si tenemos cuidado las encontraremos y las apadrinaremos, todavía estamos a tiempo de incorporarlas como tierna flor y chillona mariposa en nuestro belén casero.