Un contexto
Pentecostés es un final. Han pasado ya 50 días de la Pascua en la que Jesús resucitó y se apareció a los apóstoles. Con su fe renovada por tantos días, tantas piezas del puzle que les fueron encajando poco a poco, sintieron por fin que estaban listos para lanzarse a compartir las palabras y hechos de Jesús por el mundo. Entre tantos nombres y tantas historias, muchas veces se nos olvida que María también tuvo que estar allí.
Exégesis
María, el primer Pentecostés
La fuerza del Espíritu Santo es uno de los grandes misterios de la Iglesia. Un impulso que alentó a los discípulos de Jesús a salir a los caminos y proclamar la llegada del Reino de Dios. Es una experiencia que cambia en lo profundo, que toca el corazón de las personas y que, si le dejamos las puertas abiertas a su fuerza transformadora, la vida no volverá a ser la misma. Y la primera vez que aparece el Espíritu Santo en el Nuevo Testamente fue con aquel sencillo sí que salió de los labios de una aterrada María cuando aceptó que daría a luz a Jesús. ¿Hay ejemplo más claro de cambiar el mundo?
María, ejemplo para los primeros cristianos
Muchos de los discípulos se marcharon a fundar comunidades en otros lugares. Sin embargo, María no encabezó ninguna de ellas y, como siempre, se quedó en segundo plano. Nunca alzó la voz ni buscó ninguna clase de protagonismo en ningún momento. Sin embargo, es indudable que tuvo también una gran influencia, ya que su figura nos ha llegado hasta nuestros días. ¿A quién podían acudir mejor que a María cuando tenían dudas? María fue la primera discípula de Jesús en entregar su vida para cumplir la voluntad del padre.
María, junto a los cristianos de hoy
María nos sigue acompañando en nuestro día a día. Ella nos sirve como signo eterno de esperanza en que Dios estará con nosotros hasta el final, como luz que no nos desviará del camino marcado por su hijo. María nos acompaña tanto en casa, en el cuidado de los más cercanos a nosotros con su ejemplo de madre buena, como en la calle, con su talante valiente de mujer que confía en Dios y no teme cumplir lo que él espera de ella. Son tantos los detalles y matices que podemos aprender de la experiencia de María que podríamos estar otras dos semanas hablando de ella.
El texto me interpela
Pentecostés fue un final, pero también un principio. También hoy, cada día, el Espíritu Santo viene sobre nosotros y nos invita a cumplir con nuestro propósito único en el mundo y difundir con el lenguaje universal del amor el mensaje del evangelio por todos los rincones del mundo, estén lejos o cerca.
Pero antes de partir vamos a prepararnos bien. ¿Tienes claro qué es lo que tienes que hacer? ¿Qué te parece empezar por echarle un vistazo a nuestros posts anteriores? ¡Compártenos cuál te ha tocado más el corazón en estos momentos y qué has aprendido estos días!
Alfonso Moreno