Hoy es Domingo de Resurrección. Rayando el alba, he venido a visitar una pintura que acostumbro contemplar cada vez que recorro alguna de las salas del Museo Nacional Thyssen Bornemisza de Madrid. Suelo decir que paso a saludarla; hoy lo he hecho desde casa.
Esta tela perteneció a Wilhelm Wegener, que en 1859 la describió de la siguiente manera[1]: «Tres mujeres caminan rígidamente hacia el cementerio por la mañana muy temprano. Todavía no ha amanecido y la luna, alta en el firmamento, aún permanece, aunque ya no ilumina el paisaje y no arroja sombras. Los viejos árboles al lado del camino están echando yemas y en los campos se ven los verdes brotes que han sobrevivido al invierno. La naturaleza celebra su despertar». Este fragmento de Wegener, además de describir la obra fielmente, desbroza el simbolismo que contiene el óleo, acorde con el resto de la obra de Friedrich.
Caspar David Friedrich es uno de los artistas que mejor representa el espíritu del romanticismo alemán. Buscó durante toda su vida la comunión con la naturaleza y, a través de ella, transmitir sus ideas y sus sentimientos, así como sus anhelos y esperanzas. Consigue infundir al paisaje un contenido simbólico con el que conecta con el espectador. Todo en esta tela tiene un significado, la luna y el amanecer se relacionan con la muerte y con la esperanza de la vida eterna, y la estación del año elegida, que anticipa la primavera, con la Resurrección. El paisaje en Friedrich adquiere una profunda interpretación religiosa.
Los detalles técnicos de una obra no sustituyen la percepción directa y sencilla de lo que contiene. Yo no suelo mirar la cartela antes de ver si la creación me transmite algo. Pues bien, desde el primer día que vi este pequeño cuadro de Caspar David Friedrich, me comunica esa tensión entre la espera y la esperanza que es característica de mi vida como creyente. Hoy, si tuviera que definirme como hombre que camina, diría que voy y vengo del sepulcro, queriendo entender y escuchando una Voz.
[1] La imagen, esta referencia, el resto del párrafo y demás detalles técnicos son empleados con finalidad meramente didáctica y pertenecen a © Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, Madrid. El cuadro puede contemplarse en la Sala 31.
Esa Voz sigue cantando
¿Quién nos retirará la piedra?
Os miráis unas a otras
y aceleráis el paso;
os habéis apresurado
a aprovisionaros de aromas
con los que llevar honra
al cadáver descolgado.
¿Quién nos retirará la piedra?
Susurráis una a la otra
sin mirar el vial andado,
cruzándoos de lado a lado
sin ver más que formas,
ay, ahogadas las bocas,
corréis a ungir al amado.
¿Quién nos retirará la piedra?
Aunque la luz ya asoma,
vosotras vais de la mano,
el miedo va tironeando
y sin palabras en la boca
llegáis cuando casi afonda
vuestro pulso entrecortado.
¡La piedra se ha retirado!
Algo inaudible os toca,
os aturde y da espanto;
de vuelta vais jalando
enmudecidas vuestras bocas.
Mas dentro el pecho evoca
¡esa Voz!
¡… y está cantando!
¡No, no tengáis miedo!
Y esa Voz sigue cantando.
¡El Señor Vive! ¡Feliz Pascua de Resurrección!