LUZ DE LA BODEGA (LA) – Joseph Perich

Joseph Perich

Un hombre rico, que se encontraba en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:

Deseo dejar mi fortuna intacta. Por consiguiente, os asignaré a cada uno la misma tarea para ver cuál es el más capaz de manejar el dinero. En mi almacén hay tres grandes bodegas, todas del mismo tamaño. He aquí una bolsa de monedas de plata para cada uno. Vuestra misión consistirá en llenar vuestra bodega con todo lo que podáis comprar con el dinero que os he puesto en la bolsa. Ganará el que consiga llenar el mayor volumen de la misma.

El primero gastó todo su dinero en arena y llenó una tercera parte de su bodega.

El segundo gastó todo su dinero en tierra y llenó la mitad de su bodega.

El tercero empleó únicamente una pequeña parte de su dinero en velas y cerillas, y llenó su bodega de luz.

REFLEXIÓN:

Un saco de dormir y una mochila acompañan cada noche a Andrés, bajo el porche de la Biblioteca Comarcal de Blanes. A las ocho de la mañana lo echan de allí. Andrés tiene alrededor de cincuenta años, es informático y plurilingüe. Paquita, viendo su estado lamentable, una vez a la semana le invita a su casa para que se duche y pueda lavarle la ropa. Mientras le plancha unos pantalones, Andrés le pregunta:

-¿Cómo se te ocurre plancharme los pantalones, si tú sabes que soy un vagabundo que duerme en el suelo?

-¡Andrés, hago lo que haría tu madre si te viera así!

El rostro de Andrés se iluminó. Desea creer que en las noches más oscuras, Andrés, en el fulgor de las estrellas, contempla el tierno y cercano rostro de una madre que todavía lo ama.

Paquita no dispone de recursos para resolver la vida de Andrés pero sí es capaz de encender una «cerilla» que de noche llenará de luz el porche de la biblioteca, o mejor dicho, la «bodega» de su corazón. Sí, del corazón de Andrés pero también el corazón de Paquita. Me pregunto: ¿este año habría que construir un pesebre gigante ante el Ayuntamiento, cuándo tenemos uno viviente en el porche de la biblioteca? Sólo harían falta dos o tres Paquitas dispuestas a apoyar a la desamparada criatura que es Andrés, hasta arrancarle una sonrisa y conseguir que levantara la cabeza. Entonces, sorprendidos, verificaremos que «hace más feliz dar que recibir». Entonces sería cuando podríamos saborear la riqueza del «Noche de Paz».

 Bien mirado, la «acción» solidaria más pequeña es mejor que la «intención» solidaria más grande. Todo depende de bien poco. ¿Te has de «matar» trabajando todo el día, para dar «lo mejor» a tus hijos? Cuando ellos sean mayores no se acordarán de aquellos juguetes caros y sofisticados que les compraste, lo que recordarán será el tiempo y los momentos felices que han compartido contigo. ¿Qué no tienes tiempo suficiente? La vida está llena de trabajos urgentes que pueden esperar.

Serrat da en el clavo: «Sería todo un detalle que no perdieran siempre los mismos y que heredaran los desheredados… Sería fantástico no pasar por el embudo… encontrarse como en casa en todas partes, poder divertirse sin correr peligro. Sería fantástico que todos fuéramos hijos de Dios».

Se atribuye al filósofo Emmanuel Mounier la afirmación de que:«Las personas no se dividen entre los que creen en Dios y los que no creen, sino, si han hecho o no un acto de fe, contemplando la miseria del mundo».

Qué para estas fiestas de Navidad, encendamos una «cerilla» o «vela» en la noche de nuestro hogar, iluminando el rostro de todos los de casa, como el rostro de Andrés y Paquita. Esto no se improvisa, se prepara. Y si deseamos poner la guinda al «pastel», recitemos juntos esta oración del Papa Francisco:

        «Señor, desarma la lengua y las manos, renueva los corazones y las mentes, porque la palabra que nos lleva al encuentro sea siempre «hermano», y el estilo de nuestra vida se convierta shalom, paz, salam. Amén».