LOS JÓVENES EN LA IGLESIA HOSPITAL DE CAMPAÑA – Peio Sánchez

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«La Iglesia es como un hospital de campaña que acoge a los heridos». Estas palabras del papa Francisco, repetidas en múltiples ocasiones, son una llamada hacia una Iglesia en salida que acompaña preferentemente a los pobres para ofrecer el acontecimiento de Jesucristo como salvación que acoge, protege, promueve e integra.

¿Piedras vivas o piedras muertas?

En el antiguo monasterio románico–gótico de Santa Ana de Barcelona se ubica la parroquia del mismo nombre en el corazón de la ciudad de los negocios. Rodeada por los ocho millones de turistas que han pasado por el centro de histórico, que gastaron 19.152 millones de euros durante el 2017. Todo un mundo de comercio en la gran ciudad. Aquí nos podemos encontrar con personas de cualquier rincón del planeta.

A su lado hay una ciudad oculta. En Barcelona, cada noche duermen en la calle 1026 personas. Además, en centros residenciales y pisos de programas públicos y privados, pasan la noche 2006 personas. Si añadimos las 417 personas pernoctando en asentamientos y estructuras informales instaladas en solares, un total de 3383 personas viven una exclusión extrema de la vivienda en Barcelona. Y una gran parte de ellos lo hacen en la Barcelona turística donde alcanzar una vivienda supone un alquiler elevadísimo.

Nuestra pequeña iglesia–monasterio ha estado abierta desde el 17 de enero del 2017. Al principio las 24 horas y desde julio 12 horas al día para acoger a tantos heridos. Alrededor de 200 personas pasan cada día por nuestra acogida. Actualmente a las ocho de la mañana se abre y muchas personas llegan de los refugios o de la calle para desayunar. A partir de las diez sobre todo las personas se quedan para pasar el rato, usar la wifi, descansar, charlar, cargar los móviles, tomar un café y una pasta. En este tiempo los voluntarios se ponen a tiro para compartir y detectar la posibilidad de pequeños servicios. Por la tarde se sirve una merienda de 15 a 17 horas y el templo permanece abierto hasta el cierre a las 20 horas.

Así mismo hemos articulado otros espacios para la escucha personalizada del dolor, para la oración silenciosa al lado de los empobrecidos, para la celebración de la Eucaristía que incorpora en los primeros puestos a los últimos.

Cuando las iglesias se vacían las convertimos en museos. ¿O son los museos los que vacían las iglesias? Hoy hace falta que las viejas piedras se hagan vivas, donde mirar para atrás sea apuntar hacia adelante.

Turismo versus hospitalidad

En una ciudad como Barcelona la Iglesia corre el riesgo de formar parte del parque temático a la vez que el sostenimiento del patrimonio obliga a invertir en cuidar los edificios. Pero el arte cristiano es el testimonio y la huella de la fe evangélica.

Los viejos monasterios fueron desde siempre lugares privilegiados para la acogida de los huéspedes. San Benito destaca en su regla la importancia de la hospitalidad y la regula estableciendo la disponibilidad y los riesgos. En las iglesias nació el derecho de asilo, la ley de la acogida a sagrado se mantuvo en la Edad Media haciendo de los lugares sagrados tierra de refugio. A ellas llegaban enfermos, peregrinos, pobres y perseguidos en busca de ayuda.

Las construcciones, tantas veces diseñadas por los propios religiosos, se articularon con esta finalidad, estableciendo espacios y signos para la hospitalidad. En la iconografía cristiana tiene una gran fuerza la acogida: los brazos abiertos del Crucificado, la mano extendida del Padre, la llegada del Espíritu, la Madre que acoge y sostiene. Las fotografías pasajeras de los turistas, las explicaciones técnicas artísticas no bastan.

El turista es un huésped acogido en su peregrinar. La presencia de las personas sin hogar que son acogidos en la iglesia coloca al turista en perspectiva de peregrino ya que su presencia les interroga. El Evangelio toma una especial trasparencia cuando es proclamado y las imágenes hablan por sí solas.

Las personas sin hogar y los jóvenes

Cuando abrimos la iglesia a la gente que vive en la calle se nos llenó de jóvenes. Las personas más vulnerables llegaron acompañadas por jóvenes que quieren ofrecer su mano, su escucha y su tiempo.

Hemos asistido a pequeños milagros. Jóvenes que vivían en la calle que eran acogidos por jóvenes estudiantes en sus casas. Jóvenes sin techo que trasmitían su fe a los jóvenes voluntarios. Situaciones dolorosas y complejas, incluso de violencia, que nos ponían a todos en situación de impotencia pero que a muchos jóvenes les hacían mirar hacia Dios.

La acción solidaria se ha quedado sin Evangelio y la fuente de las fuerzas para permanecer cambiando el mundo se ha olvidado que está en Dios. Pero abrimos la puerta a los más vulnerables y llegaron los jóvenes.

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