LO QUE LA PARÁBOLA NO CONTABA…LA CHICA Y LOS APUNTES – @franbeunza

Aquella chica nos dejó admirados. Nosotros llevábamos un buen rato jugando con nuestra hija en los columpios de aquel barrio de la periferia de la ciudad. El sol brillaba y nuestra pequeña disfrutaba alegremente del subir y bajar por los toboganes. A lo lejos, en la misma plaza, se escuchaba una trifulca de barrio entre una veintena de niños de 5º o 6º de primaria. Al final, la madre de uno de ellos tuvo que ir a parar la escandalera y el resto de la plaza, que más o menos seguíamos cada uno a nuestras cosas, mirábamos la escena con curiosidad; aquella mama se había convertido en la mediadora espontánea de aquel conflicto de chavales-as, aunque por cómo lo resolvió parecía que ya estaba acostumbrada.

Mientras el revuelo general dominaba el ambiente de la plaza, ella llegó silenciosamente con su hermana pequeña de la mano. Era muy joven, unos 16-17 años, con aquellos folios cuadriculados, impolutos, sostenidos en una mano y en la otra una chiquilla. Dejó a la niña pequeña en los columpios y dio unos 20 pasos hacia atrás mientras ojeaba sus apuntes para sentarse en uno de los bancos más cercanos. Mi mujer y yo nos miramos asombrados. ¡¡Estudiando mientras cuidaba de su hermana!! La verdad es que no pudimos resistir la tentación de cuidar disimuladamente de su hermana pequeña mientras nuestra hija jugaba a su lado. Ella seguía estudiando. Durante un rato nuestra hija jugó con ella en el tobogán hasta que la hermana mayor se dio cuenta de un pequeño detalle y vino rápidamente a reprender a su hermanita con cariño.

En realidad, se acercó a retirar a su hermana del tobogán porque dificultaba la escalada que estaba realizando la nuestra por la rampa del tobogán. Y en ese momento no pudimos aguantar más y le preguntamos si estaba estudiando mientras cuidaba de su hermana pequeña.

-Sí- contestó como disculpándose, como pensando: ¡qué remedio! Momento que aprovechamos para decirle que éramos profes, que tenía mucho mérito lo que estaba haciendo, ¡¡que era una crack!! y que ojalá le saliese genial el examen. Física y química, nos confesó, 2º de bachillerato, dijo con voz tímida y avergonzada, apartando la mirada. -¿Quieres que cuidemos de tu hermana mientras estudias un poco más?- Preguntamos nosotros. -No, no gracias- respondió con cierto acento del este de Europa, mientras le subía el pantaloncillo caído a su hermanita pequeña y se alejaba siguiendo el caminar de la pequeña entre uno de los puentecillos de madera que conectan esas construcciones infantiles. Mientras tanto la trifulca había aumentado en el parque. La discusión había subido de tono y ahora se oían amenazas, que afortunadamente no llegaron a nada. Las madres de uno y otro bando de la disputa habían concluido sus argumentos y ya se iban cada una por su lado dejando un corrillo de curiosos que se habían arrimado al follón.

Le lanzamos unas últimas palabras de ánimo a la chica cuando pasamos por su lado camino a casa. Nosotros tres nos fuimos como habíamos llegado. En bici y en silencio. Allí seguía ella, con los apuntes de física y química, sentada en el banco, concentrada, repasando, vigilando el presente que era su hermana y con un pie puesto en los apuntes, que son su futuro.  No sé qué nota sacará, pero sí sé la que se merece, sobresaliente, pensé.

Las periferias, las personas que en ellas viven, trabajan, cantan, juegan, se enfadan…son puertas para encontrarse con el misterio. En las plazas, en las calles, tantas historias, tantos misterios de amor escondidos a los ojos del mundo, porque a menudo Dios revela los grandes secretos a los sencillos de corazón. En aquella chica nosotros encontramos aquella tarde tu presencia escondida.

“En aquella ocasión, con el júbilo del Espíritu Santo, dijo: —¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa ha sido tu elección” LC 10, 21