LO POLÍTICO IMPORTA Descarga aquí el artículo en PDF
Luis Antonio Rodríguez Huertas
Seglar claretiano y militante del partido Por Un Mundo Más Justo (M+J) Granada
l.rodriguez@porunmundomasjusto.es
Por muchos lados se habla del nacimiento de un nuevo «paradigma» y de un cambio de época. Algo que va «rompiendo» poquito a poco y cuyas características van configurando la sociedad actual y el mundo que nos viene. No es este artículo para analizarlas, pero sí me concierne la observación de que, entre ellas detectamos una fuerte desafección hacia lo político y las instituciones gobernantes. Y, por parte de l@s jóvenes, más aún.
«Yo, de política, paso»
Tras más de una década, donde se nos había vendido la irrupción de una «nueva política» alejada de las formas, focos y procesos de los partidos «tradicionales» (marcados por abundantes casos de corrupción, de alejamiento del pueblo y de ombliguismo ideológico), los movimientos políticos nacidos de modo particular tras el 15M… han envejecido muy rápido.
Quizá, ya de las pocas diferencias que encontramos entre lo que hubo y lo que hay, es que, en lugar de hablar de bipartidismo, hablamos de dos grandes bloques. Pero con dinámicas muy parecidas e, incluso, con un ahondamiento en las fracturas sociales y la pobreza democrática. Esta frustración, como es entendible, ha conllevado un duro revés a las aspiraciones de una construcción social más justa, honesta y humana, y han alimentado el «yo, de política, paso».
Sin embargo, ante esa ola de alejamiento de lo político, como cristian@s, hemos de preguntarnos si nuestro papel no estará, precisamente, en contribuir a recuperar la grandeza de lo político y de la Política con mayúsculas, como lugar donde trabajar por el bien común, la fraternidad universal y la justicia. Todas, concreciones actuales de la vida del Reino de Dios.
No podemos vivir de espaldas a lo político. Mejor dicho: podemos hacerlo… pero las consecuencias son nefastas. Y, al revés, la política puede ser una «hermosa aventura» que dé sentido a muchos de los anhelos que anidan en nuestro corazón inquieto y, cuyos frutos, pueden ser preciosos y precisos.
Ahora bien, para que esto último se produzca necesitamos estilos y procesos políticos alternativos, diferentes, frescos y constructivos.
Una política con talento
El filósofo José Antonio Marina en su libro Historia universal de las soluciones. En busca del talento político —muy recomendable— nos presenta la «Gran Política», como aquella que puede contribuir decisivamente a solucionar los desafíos que la historia nos va planteando y, cuya ausencia, aboca a todo lo contrario y a un mundo marcado por la angustia y la tragedia.
Ahora bien, para que sea así, la política necesita personas que estén a la altura. No que aterricen en ella para contagiarlas de sus miserias, sus inercias inconscientes o sus heridas personales.
Necesitamos jóvenes que, preguntándose «dónde serviré yo más y mejor», sientan que Dios les pone en el camino del servicio público. Que lo viven, por tanto, como vocación. Entonces, a buen seguro florecerán las actitudes, propuestas e itinerarios que se necesitan.
Micro y macro políticas
En esa línea, es urgente contar con políticas y políticos que se enfrenten con valentía a los grandes problemas de cada momento de la historia. Expert@s en solución de conflictos y preparad@s para afrontarlos con ilusión y esperanza.
Pero, todo eso, comienza en lo pequeño, en lo concreto, en lo local, en lo cotidiano. Porque, somos cada vez más conscientes de que, los que nos gobiernan y sus perversiones de la buena política, no son sino reflejo del resto de la ciudadanía. Se dirigen insultos, amenazas e «y tu más» como nos los dirigimos los habitantes de «a pie» cuando vemos un partido de fútbol, alguien nos hiere, o nos hacen una corrección personal.
Ahí, es donde se fragua la política que necesitamos. La que importa. Es el mejor laboratorio político: las conversaciones entre amigos, el tratamiento de los conflictos sociales y la intervención en las injusticias y desafíos cercanos. Sólo así, cuando llegue el momento, tendremos gestores y gestoras en las «macropolíticas» que nos aseguren que, aun pudiendo equivocarse en sus decisiones, el sustrato sobre el que se mueven garantizan que, tarde o temprano, darán con la clave de lo más oportuno y eficaz.
La política del Nazareno
Sin duda, la inmensa mayoría de quienes leeréis estas líneas, os sentís seguidores de Jesús. Y, por ello, lo más lógico, es que viváis en la tensión de hacer de vuestras vidas una aproximación continua a la obra y palabra del Maestro. Eso también vale para la actuación política. Y es que, posiblemente una de nuestras mayores aportaciones a la gestión de lo público, sea la iluminación desde los valores del Evangelio.
Por eso, quien quiera participar de la política —partidista, sindicalista, asociativa… o de cuñad@s y vecin@s—, tiene que preguntarse cotidianamente qué haría Jesús y cómo afrontaría esta o aquella problemática. Siendo así, no sería difícil convenir algunos de los rasgos de esa «política que le importa» al de Nazaret: la que privilegia a los más débiles, la que pone en el centro a la persona, la que cuida de la casa común, la que apuesta por el rigor, el respeto, la fraternidad, la que contribuye a crear la civilización del Amor.
Esa política… sí que importa. ¿O no?