LO MÁS GRANDE ES EL AMOR
Enrique Fraga Sierra
Coordinador del Consejo Joven de RPJ
«El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor». Adaptado de 1 Corintios 13
Humanizando los colectivos podremos hacernos sensibles a su realidad
Cuando pensamos en colectivos muchas veces perdemos el foco de lo que realmente importa: que detrás hay personas. Personas como tú y como yo que viven, sufren, gozan, aman, odian, ríen y lloran. Ante todo, sobre todo, personas. Cuando hablamos del colectivo LGTBI+ caemos en esa tentación de deshumanizar, despersonalizar y, desde ahí, juzgar. Por tanto, el paso inicial que debemos dar es el proceso contrario: humanizar, encarnar y corazonar, y empezar a pensar en personas LGTBI+ que no quieren tener que llevar una etiqueta, pero que necesitan velar por sus derechos desde una posición de minoría. Cuando dejamos de enfocar la etiqueta y centramos nuestra mirada más allá, en la persona que está detrás, todo cambia, nada puede ser igual. Porque ya no es el trans, el gay, la lesbiana… es mi herman@, y al herman@ se le ama, sin excusas, sin condiciones, sin miramientos.
El amor, nuestro bisturí para escindir los juicios
Hagamos del amor nuestra única arma, porque estamos en guerra, contra nosotros mismos, contra nuestros prejuicios y juicios, contra nuestra inseguridad, contra nuestra arrogancia. El signo del Reino no es otro que la fraternidad, una fraternidad sin fronteras, colores ni etiquetas; vamos a creerlo, creerlo de verdad y de corazón. Debemos superarnos y dejar que reine el amor, un amor que solo puede ser de Dios. Un amor que no deja espacio a una acogida a medias, a miradas de condescendencia o de lástima; la acogida debe ser sincera y total, debe asumir la dignidad absoluta de la persona y de su condición, si no, ni habrá acogida, ni habrá amor, ni podrá ser de Dios. No podemos mirar a algunos hermanos como si llevaran una lacra encima, como si les hiciéramos el favor de quererlos, el favor de dejarles entrar al banquete, eso no tiene cabida en el Reino.
Debemos amar con valentía, amar hasta el extremo, hasta que no parezca tener medida, hasta que sea reflejo del amor del Padre.
La escucha, el camino a seguir
Os invito al diálogo sincero, en el que estamos abiertos a la escucha, a acoger la verdad del otro que no tiene por qué ser menos valiosa que nuestra verdad. Os invito a apartar los prejuicios y hacernos buenos samaritanos con esta realidad, a arrodillarnos junto a tantas personas que pueden sentirse excluidas y acoger su vida, su historia y su realidad, desde el amor profundo de la fraternidad. Os invito a dejar que nos hagan preguntas que nos cuestionen, que su propia vida nos remueva y rompa las cadenas con las que hemos atado tantos preceptos que hemos asumido como verdad. La realidad siempre es más plural, compleja y rica de lo que nos imaginamos, y nos pide mantener la mente abierta para no excluir, sino incluir y acoger.
No lo olvidemos nunca, lo más grande es el amor
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TEXTO DESTACADO
El signo del Reino no es otro que la fraternidad, una fraternidad sin fronteras, colores ni etiquetas. Que reine el amor, un amor que solo puede ser de Dios
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