LAS HISTORIAS FUNDANTES. MIRANDO HACIA ATRÁS PARA MIRAR ADELANTE – Peio Sánchez

Etiquetas:

Resulta especialmente significativo que el cine que se ha producido durante la pandemia y que ahora lo tenemos en las pantallas se haya ocupado de relatos de iniciación. Grandes directores ponen el foco en sus orígenes o cuentan historia sobre las pruebas que han de pasar los jóvenes. Estamos casi ante un género que marca línea para asomarse al futuro.

Que el mismísimo Steven Spielberg, con 76 años, haya querido visitar su pasado en Los Fabelman (2022) no es más que un indicador de tendencia. La recuperación de las raíces, especialmente familiares, se ha convertido en un lugar común, en un tiempo donde la familia avanza por tiempos revueltos. Ambientada a caballo entre los años 50 y 60 del siglo pasado, esta película de confesiones cuenta la historia de Sammy de niño, adolescente y joven. Con una familia cariñosa, pero en crisis y ruptura, donde vemos las tensiones de un padre pragmático y demasiado genial cibernético con su esposa, todo afecto y un poco de caos de pianista, y cómo, a pesar de todo, se muestra una mirada agradecida con tonos de perdón en medio del daño. El trasfondo de judaísmo en un ambiente de ritos y también de antisemitismo apunta caminos en un primer romance judío-cristiana. Y como fondo, la vocación al cine como arte, donde queda bastante ocultado el negocio del que el director es un consumado mago. La cámara en manos del joven director será el lugar de sus descubrimientos, el descanso de sus dolores y la expresión de sus descubrimientos.

Algo muy parecido hizo Kenneth Branagh en Belfast (2021). Se trata de una tragicomedia, género este en alza, de forma y fondo comercial, rodada en blanco y negro y que propone una llamada a la reconciliación desde la bondad de la naturaleza humana, a pesar de todo. En los años 60, en los años de fuego del conflicto de Irlanda del Norte, el pequeño Buddy crece en una familia protestante que intenta bordear el odio para no pasarlo a sus hijos. Y así se enfrentan a una decisión ante la ciudad sitiada por la violencia: o perder las raíces o huir del horror. La ingenuidad del pequeño con sus abuelos, sus enamoramientos escolares y su pasión por el arte, parecen aislarle en una felicidad imposible. A su lado el mundo adulto se vuelve cruel en los enfrentamientos teñidos de religión. ¿Cómo salvaguardar la inocencia en medio del mal? Y aquí la familia y el amor aparecen como lugar de rescate y posibilidad de futuro en una ciudad en llamas.

Una de las mejores películas recientes también entra en el drama de una pequeña de 11 años que vive una historia fundante. En Aftersun (2022) de Charlotte Wells asistimos, en medio de la ausencia de padre del cine contemporáneo, a una extraña pieza que navega contracorriente. Un padre presente que terminará ausente. Sophie nos cuenta, desde el presente, veinte años después, la historia de unas vacaciones a solas con su padre separado. El encuentro filial de hija y padre está teñido de la escondida crisis existencial del progenitor, así el padre sostiene a la niña en sus descubrimientos a la vez que la pequeña imperceptiblemente aguanta la melancolía del adulto. Película de sutilezas, con grandes actuaciones, pero, sobre todo, con una cámara genial, también en manos de la pequeña, un montaje intrigante en su carácter contemplativo y una banda sonora llena de sorpresas que ayudan a interpretar lo que allí está frágilmente pasando.

Inolvidable historia de resistencia de la mano de los hermanos Dardenne. En Tori y Lokita (2022) Jean-Pierre y Luc vuelve sobre su tema recurrente. ¿Cómo pueden crecer entre riesgos los abandonados de nuestro mundo? Los protagonistas son dos menores emigrantes, una adolescente y un niño, procedentes de Camerún y Benín que van de camino hacia su sueño en Europa. En salida hacia la tierra de una tímida promesa donde vivir y aportar algún dinero a sus familias empobrecidas. Un nuevo paso al frente en su cine de compromiso social en la estela de Rosetta (1999), El hijo (2002), El niño (2005), El niño de la bicicleta (2011) o El joven Ahmed (2019). La historia de una amistad nacida en una patera que sortea los peligros de los traficantes, la droga y los narcos. La fuerza de la ayuda mutua donde cada uno sostiene al otro haciendo de dos fragilidades, un baluarte para seguir adelante. Y al final de la escapada, la imposibilidad de tener papeles rompe las esperanzas. Aunque resta la fuerza del más pequeño, héroe en la desolación de una Europa que rompe con sueños que no eran sino espejismos. Cine comprometido con factura sencilla basada en las actuaciones de los jóvenes actores. Los invisibles, los últimos tiene al menos aquí su sitio, levantado para ser una denuncia en medio de la indiferencia.

En Trece vidas (2022) de Ron Howard asistimos a la puesta en ficción de una historia real. En el verano del 2018 el mundo asistió a los esfuerzos por salvar a 12 niños y su entrenador asistente atrapados en una cueva en el norte de Tailandia. Ya el documental Rescate en las profundidades (2021) del matrimonio de Elizabeth Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin había presentado los riesgos que supuso esta operación y el apoyo de todos los que intervinieron. Ron Howard se propone a través de la ficción presentar un acercamiento casi periodístico a los hechos. Huyendo de una versión de superhéroes despliega una dinámica de solidaridad comunitaria que supone la generosidad de muchos, cruzando fronteras y caracteres individuales. Trasmite la sensación claustrofóbica de la cárcel en el interior de la cueva, la intensidad peligrosa del buceo con pruebas siempre desconcertantes, los ruidos del fondo omnipresentes de las rocas, del agua o de los tanques de aire para dar oxígeno a los atrapados. Y, como fondo, una historia que marcó a sus jóvenes protagonistas, una experiencia que cambia la vida.

Concluimos esta crónica sobre el cine reciente y las historias fundantes con la adaptación de un clásico relato de iniciación. El Pinocho de Guillermo del Toro (2022) es una animación stop motion y además musical que toma como base el cuento más bien para jóvenes que para niños de Carlo Collodi. Los ingredientes pueden dar por sentado que se trata una versión amable y edulcorada en prolongación del clásico de Disney. No es el caso. Ambientada en los tiempos de fascismo se trata de una llama a la resistencia de los diferentes y de cómo afrontar las pérdidas, los fracasos y las luchas. Y como motivador profundo, el deseo de ser amado del muñeco de madera, por cierto, más bien feo, llamado a ser modelo de humanidad.

Grandes directores ponen el foco en sus orígenes o cuentan historia sobre las pruebas que han de pasar los jóvenes

Estamos casi ante un género que marca línea para asomarse al futuro