LAS 8 «R» DE UNA ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICA – Ion Aranguren

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Extracto tomado de la Guía para la aplicación de la Encíclica del Papa Francisco Laudato si. Semillas para cuidar la creación de la Fundación Jubileo de Bolivia

En nuestra vida espiritual, el papa Francisco apuesta a los pequeños gestos capaces de transformar nuestro mundo. Los movimientos ecologistas han acuñado el lema «Pensar globalmente, actuar localmente», que expresa nuestra responsabilidad por el mundo en los pequeños pasos que damos. Un camino de poner esto en práctica son las ocho «R».

  1. Repensar. Ninguna realidad es inmutable ni eterna. Volver a pensar de manera crítica y constructiva nuestra manera de existir en el mundo es una de las claves para mitigar los efectos de la acción humana en el planeta: nuestra manera de vivir, de producir, de consumir, de relacionarnos con las personas, los animales y la naturaleza son claves para actuar de manera más responsable y menos destructiva. Y para repensar debemos hacerlo informada y conscientemente.
  2. Respetar es conocer el valor inherente propio de cada cosa y considerar también a los demás en su valor. Reconocernos mutuamente como seres integrantes de la naturaleza y en estrecha relación con los animales y con el medio ambiente, nos obliga a reconocernos también el derecho de cada persona a vivir una vida digna.
  3. Rechazar. Los productos tóxicos, no biodegradables o no reciclables deben quedarse fuera de la lista de compras. Incluso la limpieza del hogar se puede hacer de manera ecológica, sin recurrir a productos industriales. Por ejemplo, podemos rechazar las bolsas de nylon que nos quieren dar cada rato: «Sin bolsa, por favor».
  4. Reducir. El resultado de la fórmula es evidente: menos bienes, menos gastos; menos explotación de los recursos naturales, menos contaminación y residuos. No hay que dejar de consumir, sino hacerlo prudentemente. Todos hemos visto cómo las magdalenas están envueltas individualmente en bolsas de plástico que a su vez son envueltas todas ellas por una bolsa mayor. Nos dirán que es por guardar su frescura, por higiene o para que no pierdan su forma en sus largos transportes; pero lo cierto es que cuesta cada vez más ver productos que no estén mil veces envueltos en plásticos y cartones que no hacen más que generar ingentes cantidades de residuos en las casas. Algunas claves para reducir la basura:
  • Comprar productos con la menor cantidad de envases y de producción local para evitar transporte y refrigeración.
  • Comprar productos de envases reciclables para que se puedan reutilizar.
  • Minimizar el uso de artículos desechables.
  • No dejar correr el agua innecesariamente, por ejemplo, cepillándote los dientes o lavando los platos.
  • Apagar luces y artefactos que no se están utilizando.
  • Comer menos carne (Gén 1,29), porque la producción de carne exige el cambio de uso de suelos y produce mucho metanol, que es uno de los gases invernaderos.
  • Prescindir del aire acondicionado cuando sea posible y no enfriar los ambientes más de lo necesario.
  • Enfriar el refrigerador en lo mínimo; eso es suficiente.
  1. Reutilizar. En casa todos reutilizamos cosas. Por ejemplo, guardamos el aceite de las papas fritas para otras comidas. También se puede reusar el papel con impresión en un solo lado, el agua de limpiar o lavar para el inodoro, el agua de la lluvia para regar plantas, etc. Seguro que hay otras oportunidades para reutilizar y compartir.
  2. Reciclar. Separar los residuos de manera adecuada y llevarlos a lugares de acopio para su posterior reciclaje. Hay reciclaje de botellas PETS, vidrio, papel, metal, artefactos electrónicos, pilas. Infórmate en tu municipio.
  3. Reclamar. Los consumidores pueden y deben tener una participación activa en las actividades que influyen en su vida cotidiana. Podemos preguntar por qué no hay refrescos en envases retornables o un producto ecológica y socialmente producido.
  4. Rezar. Agradecer por los dones de la naturaleza que Dios nos ha dado es, en realidad, tanto el primero como el último paso de una espiritualidad ecológica. No se sobreentiende la comida que tenemos, la fragancia de una flor, la caricia del viento y del aire limpio, el calor del sol, la belleza de las montañas, el canto de las aves…

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