LA VIDA COMO NARRACIÓN – Juan Carlos de la Riva, SchP

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LA VIDA COMO NARRACIÓN

Juan Carlos de la Riva, SchP

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O de por qué escribí la novela Simplemente déjate encontrar para jóvenes que quieran descubrir su vocación cristiana

 

Os presentamos el segundo artículo bajo este epígrafe La vida como narración, y que quiere justificar la elección que hice para presentar la vocación cristiana a través de una novela (Simplemente déjate encontrar) que se basa en tres grandes criterios: el pastoral, referido a los destinatarios del trabajo, el filosófico, referido a la propuesta existencial-hermenéutica que la apoya, y el teológico-espiritual, vinculando la narrativa con la tradición cristiana.

Vamos con el segundo de los apartados.

La vida como narración en la filosofía

Desde un punto de vista filosófico la narración aparece cualificada como capaz de vincular la dimensión espiritual del ser humano con la necesaria tarea de construcción de la propia identidad. Creo que la intersección de estos ámbitos se da en torno al concepto de vocación, y la propuesta de este trabajo quiere dimensionar este concepto y elevarlo sobre las versiones que lo reducen a «autorrealización» o simple proyecto de vida, añadiéndole la dimensión trascendental que la ética filosófica y la antropología teológica le aportan. Nos preguntamos en primer lugar por algunos referentes filosóficos que avalen esta apuesta por la narración.

Ya en Hegel la categoría narración tiene que ver con una cierta descripción del individuo, hasta lograr lo que viene llamando identidad narrativa del sujeto. La narración realiza una descripción de la persona que quiere experimentar, salir de la seguridad de lo doméstico y confrontar, en diferentes secuencias, su propia narración. Así, el sujeto —ignorado en el mundo estructuralista del positivismo— vuelve a recobrar su identidad. Una identidad que no coincide con las categorías metafísicas o trascendentales a priori. Sencillamente su identidad coincide con la posibilidad de poder narrar el propio viaje o experiencia a través de las cosas…. No es el sujeto por definición más que las otras cosas o acontecimientos, pero narra, que cuando está junto a las cosas, es capaz de nombrarlas. Cuenta todas las peripecias divertidas, trágicas e intrigantes que contempla en su misma vida y en la vida con las cosas.

Pero ha sido la filosofía hermenéutica la que nos ha traído la narrativa al foco de atención. Citemos simplemente a Paul Ricoeur, para quien «la construcción de la propia identidad y el descubrimiento de la propia vocación hacen referencia directa a la temporalidad humana. El ser humano necesita dotar de sentido a ese conjunto de experiencias que pueblan el día a día. Entre la actividad de narrar una historia y el carácter temporal de la experiencia humana existe una correlación que no es puramente accidental, sino que presenta una forma de necesidad transcultural (…) El tiempo se convierte en tiempo humano en la medida en que es articulado de un modo narrativo y el relato alcanza su significación plena cuando se convierte en una condición de la existencia temporal».

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Podemos destacar algunos elementos de la narración que la hacen especialmente valiosa

Siguiendo a Luciano Espinosa Rubio podemos destacar algunos elementos de la narración que la hacen especialmente valiosa para el abordaje de los mecanismos espirituales que el ser humano pone en juego en el descubrimiento de su propio lugar en el mundo. Señala seis:

  • Su carácter secuencial encaja con el fluir de los procesos psíquicos, que también van emergiendo secuencialmente.
  • Dota a los acontecimientos sueltos de marcos de referencia compactos, creando orden y finalidad, un primer nivel de abstracción para explicar las cosas.
  • Transmite importantes aprendizajes vitales en forma de creencias, pautas, leyes, ejemplos de vida…
  • Compartir las mismas narraciones aporta sensación de pertenencia y de unidad.
  • La narración también aparece valiosa como auto-terapia en la medida en que la reescritura de nuestra vida nos ayuda a superar conflictos y elaborar mejores proyectos de futuro.
  • Por último, la narración como recuerdo de hechos históricos encarna un compromiso de resistencia frente a la manipulación del pasado sometida a los intereses del presente y del futuro.

Hacemos, por tanto, un alegato de la razón narrativa, que humaniza la reflexión sobre cualquier tema, pero en especial sobre la necesidad de cada ser humano de construir su propio relato vital. Así, decimos con Ortega y Gasset: «Frente a la razón pura físico-matemática hay, pues, una razón narrativa. Para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una historia. Este hombre, esta nación, hace tal cosa y es así porque antes hizo tal otra y fue de tal otro modo. La vida sólo se vuelve un poco transparente ante la razón histórica». Para el filósofo español, el ser humano se ve impelido a construir su programa vital y la existencia se le presenta como un drama en el que importa ser coautor de la propia historia personal. El autor alemán Odo Marquard lo expresará con más contundencia diciendo: «Quien renuncia a la narración, renuncia a sus historias, y quien renuncia a sus historias, renuncia a sí mismo».

​¿Hemos perdido esta vinculación con la narrativa, en favor de una atomización de momentos inconexos que no generan la pregunta por el sentido ni apuntan a una finalidad vital? Somos espectadores de los cambios culturales que nos sobrevienen en cuanto a nuestra relación con la temporalidad se refiere: la sensación de vivir acelerados pero sin rumbo fijo, la hiper conexión e intoxicación que nos pone delante una infinidad de datos sin secuencia de sentido, la manipulación de la información creándose fake news al servicio de relatos maquillados por los intereses de poder, la ausencia de transmisión oral de relatos vinculados a los valores y las prácticas, dejando al individuo a su propio desamparo… Pareciera que la narración se separa de su función aportadora de sentido para relegarse al plano del entretenimiento. Citaremos dos ejemplos de análisis certeros en este sentido: el papa Francisco y el filósofo Byul Chul Han. 

El papa Francisco en varios momentos nos advierte de la importancia de evitar el mero «ocupar un espacio», sino la necesidad de generar verdaderos procesos, duraderos en el tiempo, transformadores. «No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino, que “fragmentan” el tiempo, transformándolo en espacio. El tiempo es siempre superior al espacio. El espacio cristaliza los procesos; el tiempo, en cambio, proyecta hacia el futuro e impulsa a caminar con esperanza» (LF 57). En Evangelii Gaudeum 222 volverá sobre este principio primero, aplicado a la construcción de un pueblo, y que nosotros extrapolamos ahora a la construcción personal. Recomienda Francisco los tiempos lentos de quien sabe sembrar sin la ansiedad de la cosecha para ya mismo.

TEXTO DESTACADO

Hay necesidad de generar verdaderos procesos, duraderos en el tiempo, transformadores

El filósofo coreano Byul Chul Han nos alerta del actual proceso de pérdida de significatividad de lo narrativo en la sociedad. «La desnarrativización genera un movimiento sin guía alguna, sin dirección, un zumbido indiferente a la aceleración. La supresión de la tensión narrativa comporta que los acontecimientos, al no estar ya encauzados en una trayectoria narrativa, deambulen sin rumbo». «La desnarrativización general del mundo refuerza la sensación de fugacidad: nace la vida desnuda […]. La moderna pérdida de creencias, que afecta no solo a Dios o al más allá, sino también a la realidad misma, hace que la vida humana se convierta en algo totalmente efímero. Nunca ha sido tan efímera como ahora. Pero no solo esta es efímera, sino también lo es el mundo en cuanto tal. Nada es constante y duradero». «La vida actual ha perdido la posibilidad de concluirse con sentido. De ahí proceden el ajetreo y el nerviosismo que caracterizan a la vida actual. Se vuelve a empezar una y otra vez, se hace zapping entre las “opciones vitales”, porque ya no se es capaz de llegar hasta el final de una posibilidad.

Ya no hay historia ni unidad de sentido que colmen la vida». Para Han, vivimos en un tiempo discontinuo, un «tiempo de puntos», un «tiempo sin aroma». «El tiempo comienza a tener aroma cuando adquiere una duración, cuando cobra una tensión narrativa o una tensión profunda, cuando gana en profundidad y amplitud, en espacio. El tiempo pierde el aroma cuando se despoja de cualquier estructura de sentido, de profundidad, cuando se atomiza o se aplana, se enflaquece o se acorta. Si se desprende totalmente del anclaje que le hace de sostén y de guía, queda abandonado». Vivimos la sensación de que «el tiempo da tumbos sin rumbo alguno». Hoy la mayoría presume de «vivir al día», «vivir el momento», pero «la ausencia de pautas temporales no comporta un aumento de la libertad, sino desorientación».

Basten estos dos ejemplos de «alertas», por parte de dos autoridades y referentes de pensamiento y guía, para que apostemos por la importancia de la narración a la hora de construir nuestras propias vidas, en un mundo donde los grandes relatos se desbancaron por mitológicos y demasiado esperanzadores, y se nos pretende reducir a un cúmulo de sensaciones que a duras penas se transforman en emociones y, menos aún, en valores y decisiones vitales. Apostamos por reivindicar ante nuestros jóvenes el valor de la narración personal y colectiva, como memoria y como utopía, como tensión que invita a la coherencia y a la concreción de los sueños en opciones de vida.

 

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