LA RED: CANAL DE OPINIÓN VS VERTEDERO DE ODIO Descarga aquí el artículo en PDF
Antonio Ricardo Alonso Amez
La expresión de sentimientos y opiniones es crucial en el desarrollo de las personas como seres humanos relacionales y nos esclarecen frecuentemente las diversas corrientes de pensamiento que generan o inducen a su alrededor. Mostrarnos cómo somos, sin cortapisas ni prejuicios es, en múltiples ocasiones, algo sano, de agradecer y que nos hace crecer como personas en el ámbito global de un mundo actual carente de autenticidad y lleno de demasiada insinceridad o falsedad.
En estrecha relación con lo anteriormente expuesto podemos encajar perfectamente un espectro relacional que, a todas luces, es dominante en el tiempo que nos toca vivir: la red, es decir, internet y todas las posibilidades que ofrece, además de todas las aplicaciones de las que consta. Entre estas últimas y con un gran protagonismo en la juventud se encuentran las redes sociales. Pese a que no son exclusivas de un público juvenil, puesto que los adultos también las hemos incorporado de forma natural a nuestra vida, es especialmente preocupante el uso de estos cauces comunicativos a los que nuestros jóvenes tienen acceso desde muy temprana edad y que, inconscientemente, están influyendo de manera decisiva en su configuración personal, creando elementos de juicio, corrientes de pensamiento y, cómo no, paradigmas de vida que pueden llegar a confundirles en lo que realmente es esencia vital y lo que no. Y es que el mundo virtual está dotado de un anonimato y un devenir de contenidos y de personas que, con más frecuencia de la que nos gustaría, lejos de llenar de ideas positivas o influencias vitales coherentes y deseables, se torna en un mundo oscuro, lleno de odio, mentira y falta de escrúpulos.
Es en estos llamados medios de comunicación social de nuevo cuño donde presenciamos el vertido de contenidos y opiniones verdaderamente preocupantes por su marcado carácter de odio. Contemplamos verdaderas corrientes de opinión dañinas en las que parece que lo realmente importante no es opinar, sino desacreditar mediante el insulto y la confrontación. Es el llamado mundo de los haters u odiadores frecuentes que llenan la red de comentarios, opiniones, comparaciones y críticas absolutamente destructivas, llenas de insultos y faltas de escrúpulo y respeto al prójimo, al diferente. Y esta actitud se ve de un modo sencillo en aquellos medios o redes que confieren un total anonimato a quienes vierten estos comentarios, otorgándoles una invulnerabilidad no solamente virtual, sino incluso legal. Basta con crear una cuenta con un email efímero, adjudicarse un perfil o nombre falso o carente de identidad real para tener la capacidad de crear contenido nocivo, vejar, insultar, desinformar o, simplemente, ridiculizar al otro que no piensa, siente, cree, viste o es distinto a mí.
Por ello resulta crucial terminar con ese culto al «opinar gratis», sin saber de qué se habla o careciendo de argumentos sólidos. Detectar quién está tras estos perfiles que esparcen odio para ignorarlos. Pero esto no es sencillo porque vivimos en una sociedad en la que nos preocupa realmente el qué dirán de nosotros. Estamos en un constante examen diario, expuestos a aprobación o crítica por parte de personas que apenas conocemos o que, simplemente, no sabemos quiénes son. Y aquellos jóvenes carentes de bases de pensamiento sólidas y necesitados de estructuras vitales bien definidas son, sin duda alguna, los más vulnerables. No solo porque pueden ser objeto de ese odio en la red, sino porque ellos mismos se pueden convertir en odiadores virtuales.
Es preciso un proceso formativo para la racionalización de los entornos virtuales. O, como en números anteriores hemos mencionado, un acompañamiento de los usuarios de cara al manejo responsable de los medios que se brindan actualmente con una magnitud de posibilidades inimaginables. Aconsejar no está de más, pese a que seamos ignorados en demasía; recomendar buenos caminos o buenas prácticas siempre es necesario; formarse en el correcto manejo de la tecnología y conocer sus peligros frecuentes es esencial para entender el mundo virtual en el que nuestra juventud se mueve; hablar con ellos, saber de sus inquietudes, detectar sus miedos o atajar sus malas prácticas es una responsabilidad de adulto. Sin embargo, esa cuestión quedaría en nada si el propio referente, ayudante, acompañante o amigo es un mal usuario de la propia red. Predicar con el ejemplo es, sin duda alguna, el mejor acompañamiento.
Y es que un entorno seguro, con sólidas estructuras emocionales, en el que domine la sinceridad y no se enmascare el afecto siempre generará buenos resultados que cristalizarán en personas que antepondrán sus principios esenciales y antepondrán la fraternidad a la ruptura. Sembrarán amor en lugar de verter odio. Esto no es nada diferente a sembrar Reino. También en la red, ¿por qué no?