Duilio Bompadre
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Es un buen ejercicio de salud institucional vivir diariamente, en forma consciente, la práctica de la escucha. Es un indicador de la calidad de las relaciones en una comunidad.
Es algo que podemos aprender y gestionar en la vida diaria. Constituye una experiencia de aprendizaje para todos los actores. A pesar de su importancia, muchas veces olvidamos que la escucha requiere atención y práctica. Podemos llegar a pensar que con el simple hecho de registrar con nuestros oídos lo dicho por alguien (directivo, docente, estudiante, padres) es suficiente, pero esto no es así. Puede suceder que sean limitadas las vivencias de escucha en nuestra vida personal y comunitaria.
En nuestra actualidad, volver a mirar lo que acontece al interior de las instituciones educativas es central. Las personas que habitamos las escuelas nos vemos cada día más interpelados por problemáticas diversas, personales, familiares y sociales que irrumpen y conmueven lo que allí sucede en lo cotidiano, o sea, en la cultura institucional, que es metafóricamente, el escenario, la obra que se representa, el telón y el fondo de las actividades de una institución. Este telón de fondo al que se hace referencia es lo que posibilita, de alguna manera, el encuentro entre quien da la palabra y quien la escucha. Hay un marco que la sostiene, que hace que sea posible. Escuchamos en contexto, en un escenario y un territorio particular. Es evidente que lo institucional se pone en juego a la hora de escuchar.
¿Cuál es el lugar que la escucha tiene? ¿Cómo pensar efectivamente la escucha como práctica pedagógica, como experiencia de aprendizaje?
¿Cómo se van hilando/deshilando los vínculos entre los diversos actores a partir de la existencia o no de espacios de escucha auténtica? ¿Hay viejos oídos que olvidan, quizás, lo que puede provocar una escucha atenta del «otro» en cualquier momento?
A pesar de su importancia, muchas veces olvidamos que la escucha requiere atención y práctica
Escuchar implica, también, crear las condiciones necesarias para que el ejercicio de la enunciación sea posible. Quizás debamos pensar otras formas de escuchar. Somos nosotros quienes tenemos la posibilidad y la responsabilidad de construir espacios fructíferos de escucha de lo que el otro tiene para decir, como así también, incluso para lo que no se quiere decir, la escucha de los silencios, de lo no dicho, de aquello que aparece imperceptible a nuestros oídos. Por ejemplo, ante el sufrimiento, preguntarnos cómo la escucha puede convertirse en una alternativa, una vía (otra) posible, de poner en palabras. Saber de eso que nos pasa, pero que no sabemos nombrarlo ni definirlo. Aceptar que a veces no sabemos qué le pasa a ese chico, a esa familia. Después de la pandemia, quizás sabemos menos de ese dolor e incertidumbre por la que han tenido que transitar. Partir de una sabia ignorancia nos permite encontrar algo de esa verdad que el otro no entiende pero que lleva y demanda en las instituciones, expresando: «Quiero que me escuchen», «No estoy bien, necesito ayuda». Ese no saber es como el del filósofo griego al acercarse a los jóvenes de su querida Atenas: el no saber socrático permite hacer que surja la verdad que hay en el otro y que incluso para él es un enigma, su vida es un enigma. Desde ese punto, es posible encontrar espacios y dispositivos de intervención que posibiliten un devenir humano saludable, una vida más estable. La circulación de la palabra genera nuevos recorridos, construye caminos de entrada y salida, sostiene y se presenta como un elemento significativo en la construcción de lazos comunitarios.
Recuadrar este texto con fondo de color, es una ficha de trabajo que tiene que quedar destacada
Practicando la reflexión sobre la Escucha
Escuchar, en términos de intervención, implica un acto de reconocimiento: el reconocimiento de la necesidad de alguien de expresarse,
¿Es nuestra comunidad un lugar donde la escucha tiene lugar? ¿Practicamos la escucha atenta, escuchamos realmente a los alumnos, compañeros, directivos, padres? ¿Prestamos atención solo a lo que queremos oír? ¿Escuchamos para comprender, dialogar y ayudar?
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¿Cómo pensar la escucha como sitio de confianza para que habite la palabra? ¿Cómo generarla?
La escucha nos posibilita establecer vínculos de confianza, la cual es indispensable e incluso vital,
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