LA FE EN EL RESUCITADO RPJ 560 Descarga aquí el artículo en PDF
Fernando Arriero
Paso 0. Ambientación
El lugar en el que vamos a tener el tiempo de oración podría ir presidido por el cirio pascual y por una sábana blanca en torno a él.
Paso 1. Hacemos silencio exterior y, sobre todo, interior durante unos segundos para tomar conciencia del encuentro orante que se va a vivir. Encendemos el cirio.
Paso 2. Monición inicial
La persona que guía la oración puede ir leyendo esta monición. Entre párrafo y párrafo intercalamos unos segundos de la canción de la Hermana Glenda Yo creo en tu resurrección (https://youtu.be/JwG_CY1BUGU)
«Después de haber celebrado la Semana Santa, y en ella la pasión, muerte y resurrección de Jesús, la Iglesia nos ofrecemos cincuenta días pascuales para celebrar la victoria de la verdad sobre la mentira, la justicia sobre el engaño, la autenticidad sobre el postureo, la esperanza sobre el desconsuelo.
Es cierto que estos cincuenta días nos vienen estupendamente, sobre todo, para experimentar primeramente que esto de que Jesús ha resucitado va en serio. Pocas personas ponen en duda que Jesús existió e incluso que murió crucificado por las autoridades civiles y religiosas de la época, pero… lo de la resurrección… ahí estamos ante el gran escollo.
En definitiva, que es más fácil compadecernos del “pobre” Jesús al que le arrebataron la vida, que alegrarnos con su resurrección. El dolorismo, el masoquismo, el victimismo son tendencias psicoespirituales de muchos creyentes, pero… ¿por qué nos cuesta tanto dejar de llorar, dejar de mirar dentro de las tumbas y ver el rostro del Resucitado en nuestra cotidianidad?
¡Cuánto peso se descargaría de nuestros hombros y cuántas heridas quedarían sanadas con solo abrir un poco la puerta al acontecimiento de la resurrección! Y es que decir “Cristo ha resucitado” es incompatible con ir por ahí perdonando la vida a la gente, criticando a diestro y siniestro, mirando por encima del hombro a tal o cual grupo…
Estar al pie de la cruz, es fastidiado y comprometido. Pero encontrarse con el Resucitado supone un sano desbarajuste de nuestra jerarquía de valores y prioridades».
Paso 3. Se proclama la siguiente lectura del evangelio de Juan (Jn 20,1.11-16)
«El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro (…). Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella les contesta: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”. Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré”. Jesús le dice: “¡María!”. Ella se vuelve y le dice: “¡Rabbuní!”, que significa: “¡Maestro!”».
Palabra de Dios
Paso 4. Tiempo de reflexión y oración personal (lo lee cada uno personalmente o entre varias personas en voz alta).
¿Cómo es posible que María, fiel seguidora de Jesús, no se diera cuenta de que era el Señor a quien tenía delante? Muy sencillo. Si miramos cuáles son las palabras que más se repiten en el texto, veremos que el verbo «llorar» y el sustantivo «sepulcro» aparecen con bastante frecuencia. En definitiva, María no podía creer en la resurrección porque dio bastante más peso a la muerte y su tristeza desesperada que a la promesa de Jesús de que él permanecería para siempre con ella y sus discípulos.
¿Y tú? ¿Cómo andas de confianza en que el Señor ha resucitado y de que desea vivir para siempre a tu lado? ¿Cuánto peso estás dando a tus lágrimas y tus sepulcros? ¿Estás dispuesto a dejar entrar algo de luz y calor resucitados en tus tumbas heridas?
Dejamos ahora un tiempo de silencio para afrontar algunas de estas cuestiones o para releer el texto del evangelio o para contemplarlo interiormente.
Paso 5. Compartimos y gesto
Escuchamos nuevamente la canción Yo creo en tu resurrección y, a continuación, cada uno comparte con los demás por qué él cree en la resurrección. Se puede seguir la estructura de los versos de la canción:
Yo creo en tu resurrección porque…
En este momento y si contamos con velas pequeñas, cada uno del grupo, una vez que ha compartido su «fe en la resurrección», puede acercarse al cirio y prender su vela.
Paso 6. Plegaria final
Señor Resucitado,
creemos en tu resurrección
a pesar de las noticias tristes
que nos llegan por todos los medios;
a pesar de que vivimos traiciones
que no es fácil comprender;
a pesar de que existe división e incoherencia
entre los que te seguimos;
a pesar de que vivimos en una sociedad
a la que le da igual si has resucitado o no.
Pero nosotros nos mantenemos firmes ante Ti, Señor de la Vida,
porque te hemos conocido,
se nos ha regalado comprender que tu vida es la verdadera vida,
tu palabra es la verdadera palabra
y el reino que proclamas, el verdadero proyecto
por el que merece la pena luchar.
Cristo ha resucitado ¡Aleluya!