La escuela que salva – Javier Alonso

Javier Alonso

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Una educación puede salvar una vida, es el subtítulo del libro Una educación, de Tara Westover, que cuenta cómo fue criada por una secta religiosa y cómo, gracias a la escuela, fue liberada de esos lazos opresores.

 

Muchos también podrían escribir la historia de cómo su paso por la escuela fue decisivo, ayudándoles a ser mejores personas, previniéndolos de malas compañías y de vicios e inspirándoles ideales nobles, dando un sentido a su vida. En definitiva, la escuela abrió la puerta a una vida más plena y pueden decir, con propiedad, que el paso por la escuela les salvó la vida. Los grandes maestros de la educación católica conciben la educación como una herramienta necesaria para la salvación de las almas. Para José de Calasanz, es “un ministerio que gira en torno a la salvación, conjuntamente del cuerpo y del alma”. Juan Bautista Lasalle señala que “los jóvenes necesitan guías vigilantes que les procuren las luces necesarias para llevarlos por el camino de la salvación”, y Juan Bosco les decía a sus maestros: “Quiero que me ayuden en una empresa que es el salvar vuestras almas. Este no es solo el principal, sino el único motivo por el que estoy aquí”. El testimonio de la Biblia es claro: “Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2,4), y “¿cómo creer en aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo oirán hablar si no tienen a nadie que así se lo anuncie?” (Rom 10,14). Tomás de Aquino entendió la educación como “la conducción y promoción de la prole al estado perfecto, que es el estado de la virtud”; es decir, como un proceso de humanización en el cual el anuncio de Cristo y la acción de la gracia divina son decisivos.

En la olvidada encíclica Divini Illius Magistri, sobre la educación cristiana de la juventud, el papa Pío IX declara que “el fin e inmediato de la educación es cooperar con la gracia divina en la formación del verdadero y perfecto cristiano; es decir, formar a Cristo en los regenerados por el bautismo según las palabras del apóstol: “Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros” (Gal 4,19). Para el magisterio de la Iglesia, la escuela católica “entra de lleno en la misión salvífica de la Iglesia y particularmente en la exigencia de la educación a la fe, sabiendo que la conciencia psicológica y moral son llamadas por Cristo a una simultánea plenitud como condición para que el hombre reciba convenientemente los dones divinos de la verdad y de la gracia” (La escuela católica 9). Sin duda, las escuelas católicas hacen un gran trabajo educativo y muchas están en la vanguardia pedagógica compitiendo con las mejores escuelas. Ofrecen a sus alumnos una buena formación integral que ayuda a crecer como persona e integrarse en la sociedad, pero muchas se han quedado en un “antropocentrismo” que se ha olvidado de la realidad del pecado original y la necesidad de la gracia para la salvación integral, es decir, para “llegar a la plenitud de la estatura de Cristo” (Ef 4,13).

Se deberían proponer algunas claves teológicas que ayudasen a entender
el sentido de la propuesta educativa

Claves teológicas indispensables

En un mundo secularizado donde hay cierto pudor de confesar la fe, el proyecto evangelizador de la escuela católica debería ser más explícito en el anuncio de Jesucristo y la necesidad de gracia como condiciones necesarias para una verdadera educación integral. “El proyecto educativo de la escuela católica se define precisamente por su referencia explícita al Evangelio de Jesucristo, con el intento de arraigarlo en la conciencia y en la vida de los jóvenes, teniendo en cuenta los condicionamientos culturales de hoy” (La escuela católica 9).

Tara Westower identifica la salvación con la realización personal y la utilidad social. El proyecto de salvación en Cristo apunta a la santidad, es decir, a una vida entregada a los demás fundamentada en los valores del evangelio. Por ello, en la formación de los educadores de escuelas católicas, se deberían proponer algunas claves teológicas que ayudasen a entender el sentido de la propuesta educativa, como es la visión cristiana de la naturaleza humana, la realidad del pecado original y la necesidad de la gracia para la salvación. También se deberían contar los relatos de personas que vieron cómo sus vidas cambiaron por el encuentro con Cristo en un ambiente escolar animado por un espíritu evangélico de libertad y caridad.