¿No os habéis preguntado nunca en qué clase de sociedad vivimos? Parece mentira que hayamos avanzado tanto en ciencia y en tecnología y tan poco al valorar una idea tan simple como la belleza en la diversidad, puesto que es en esta donde encontramos la originalidad y la autenticidad de las personas.
Es mundialmente conocida la presión social a que están sometidas por la sociedad las personas que viven de su imagen. Y, desgraciadamente, la belleza es necesaria para el éxito social.
A las actrices, modelos, etc., además de sus dotes artísticas, se les pide que desafíen las leyes de la naturaleza. Muchos, tanto mujeres como hombres, sucumben a las desmesuradas presiones de los convencionalismos sociales, haciendo que la imagen idealizada acontezca una carga a menudo insoportable con la cual deben vivir. Constantemente somos bombardeados por los cánones de belleza actuales.
A pesar de que a veces no lo queremos ver, vivimos en una sociedad superficial, donde es más importante lo que tienes que lo que eres. Y de esto todos tenemos una pequeña parte de culpa. En nuestro pequeño universo, cada vez que nos preocupamos más por la barriga, por tener unos abdominales definidos, por los muslos, las arrugas, las canas, el acné… todos fomentamos esta esclavitud. A pesar de que es cierto que las mujeres son las que se ven más afectadas por estos complejos dictaminados por la sociedad; los hombres no se quedan atrás, ¿o no es cierto que pasan innumerables horas en el gimnasio para conseguir el «cuerpo musculado y perfecto»?
¿Es realmente necesario que todos consigamos un cuerpo ideal? Pero no solo se trata del cuerpo, sino de las tendencias, de las marcas, de los puestos, de los tweets… ¿Dónde se ha quedado aquella belleza natural, sin maquillaje, sin filtros, sin Photoshop…?
Nos quejamos de la sociedad en que vivimos, pero nosotros somos esta sociedad y nosotros tenemos capacidad para decidir ¿Por qué una persona con formas redondeadas o baja no puede ser considerada bella?
Dejamos que los estándares de belleza tengan demasiadas peso e influencia, y dejamos de escucharnos a nosotros mismos, cuando realmente los cánones son arbitrarios y decididos muchas veces para fomentar el consumismo. Solo hay que mirar su evolución y la de los estereotipos a lo largo de la historia. Porque, al fin y al cabo, ¿quién establece estos estereotipos?
Os animamos a aprender a querernos tal como somos, a dejar de compararnos, y a dejar de amargarnos la existencia, a nosotros, y al resto de la sociedad.
Así que, ¿por qué no intentamos vivir felices? Tendríamos que saber responder rápidamente a la pregunta: ¿qué es lo que te gusta de tu cuerpo? Y tendríamos que tardar mucho al responder a esta otra pregunta: ¿qué es lo que cambiarías?
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