LA ECOLOGÍA INTEGRAL ¿UNA NOVEDAD? – Antonio Garrido Salcedo

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Antonio Garrido Salcedo

antonior.aloame@educa.jcyl.es

Son muchos los ataques e incomprensiones que recibe el concepto de la ecología integral, así como todas las nuevas aportaciones que engloba. Muchas de estas críticas están orientadas a su novedad, en cuanto que es parte de unas de las corrientes ideológicas más actuales, politizadas e ideologizadas de los últimos tiempos.

Aquí debemos hacernos una pregunta, sobre donde radica esta innovación, como si la Iglesia se hubiera sumado sin más a una corriente de pensamiento de moda, abandonándose en las manos de ciertas agendas globalistas y manipuladoras. Recordemos que la encíclica Laudato Si´, que ya hemos mencionado en reiteradas ocasiones, fue publicada en el año 2015. Y aún más, la novedosa exhortación apostólica Laudate Deum, la considerada segunda parte, y que vio la luz en el otoño de 2023, con motivo de la COP28 celebrada en los Emiratos Árabes Unidos, son los dos documentos clave para su comprensión.

Una simple y ligera reflexión nos lleva a ver la relación que siempre ha existido entre el ser humano y la naturaleza. Podemos remontarnos hasta el Génesis, donde Dios encomienda al hombre su custodia y cuidado, lo que podríamos definir como el punto de partida. Así mismo, en los propios evangelios, los elementos de la naturaleza siempre están presentes en parábolas y sucesos, como una manifestación de la Creación, incluso para comprender el signo de los tiempos y el mundo que le rodea.

Desde aquí tenemos innumerables figuras que a lo largo de la Historia han ido aportando una nueva mirada, sobre cómo debe ser nuestra relación con nuestra Casa Común. Puede que las más reseñable, estamos hablando del siglo XIII, sea san Francisco de Asís. Su mirada limpia y humilde renueva por completo la visión del sol, las estrellas, el agua o los animales, otorgándoles un trato de fraternidad. El santo de Umbría se constituye como un referente inspirador, del que emergerá siglos más tarde la citada encíclica y que le dará el título por su Cántico de las Criaturas. De la misma forma podemos rememorar otras figuras de especial significado, como santa Teresa de Lisieux, santa Catalina Tekakwitha o san Benitio de Nursia.

Tenemos innumerables figuras que a lo largo de la Historia han ido aportando una nueva mirada

Podríamos así continuar nuestro recorrido hasta llegar al siglo XIX, un momento de especial trascendencia histórica, tras un convulso siglo caracterizado por las revoluciones y cambios sociales. Es en la última década, cuando desde Roma, León XIII, por aquellos años «preso en el Vaticano» advierte de la urgencia de hablar de forma clara y precisa en defensa de los más desfavorecidos. Esto sería el inicio de lo que se conoce como la Doctrina Social de la Iglesia, a través de la encíclica Rerum Novarum (De las cosas nuevas”. Una contundente defensa de la clase trabajadora y sus derechos, donde ya podemos entrever en sus líneas una mención a la protección del entorno que nos rodea. Haciendo una referencia al derecho del que carece el ser humano de usar la naturaleza, gozando del fruto de su trabajo, pero siempre atendiendo a las necesidades de los demás. Podemos vincular este concepto directamente más de cien años después con atender el grito de los pobres, recogido en la encíclica Laudato Si´ y Laudate Deum.

Este primer texto del magisterio de la Iglesia tiene un carácter rompedor e innovador, algo que hoy tenemos asumido como algo prácticamente normal en la sociedad. En su momento, fue atacado y criticado por revolucionario (entiéndase en su peor sentido). Y de un supuesto coqueteo con las ideas comunistas tan en boga durante el final de esta etapa decimonónica. Vemos pues, que la Historia cumple este carácter pendular y que algunas cosas que entendemos como novedades, no lo son tanto.

Ya en el siglo XX, la Doctrina Social de la Iglesia fue creciendo con el magisterio de nuevos pontífices que arrojaban luz sobre temas de plena vigencia; políticos, éticos y sociales que iban surgiendo velozmente y sobre los cuales no existía ninguna reflexión sobre sus límites, deberes o derechos.

Por ejemplo, podemos citar la figura de san Juan XXIII, un pontífice renovador y crucial el pasado siglo con la convocatoria del Concilio Vaticano II, donde en su texto Mater et Magistra recuerda la existencia de un plan De Dios, donde todos los bienes están destinados al sustento de los hombres y al provecho de los demás, pero introduce una novedad, y es que por primera vez se habla de una solidaridad intergeneracional, pensar en los recursos que se van a dejar a las futuras generaciones. Podemos reafirmar, por tanto, que el ser humano no es el detentador de la naturaleza, sino su custodio y protector.

El ser humano no es el detentador de la naturaleza, sino su custodio y protector

San Pablo VI recoge el legado transmitido tras la celebración del concilio, y continúa con un diálogo con todos los ámbitos de la sociedad. Con motivo del 80º aniversario de la primera encíclica de la Doctrina Social, viene a ser publicada Octagesima Adveniens. De nuevo habla sobre los modelos de producción existentes en el planeta y cómo el ser humano comienza a estar sometido a estos, lo que implica unas graves consecuencias de escala global. E indica que la propia destrucción de la naturaleza redunda en la propia autodestrucción del ser humano.

Como podemos ver, en menos de cien años ya habían sido instalados los pilares de lo que vendría a convertirse en el concepto de ecología integral. Pues tenemos que considerar que las problemáticas, ideas y reflexiones se van adaptando al paso del tiempo. Algunas que en la actualidad nos parecen cruciales, antes eran cuestiones inimaginables, y de la misma forma a la inversa, hoy día lo tendríamos totalmente asumido y normalizado.

De forma más contemporánea podemos citar a Juan Pablo II y Benedicto XVI, con una gran defensa sobre el cuidado de nuestra casa común, que parece pasar inadvertida, pero que debemos reconocer y que serán desde luego los prolegómenos de la encíclica Laudato Si´. Una nueva luz y un nuevo llamamiento por parte de la Iglesia sobre un gran debate social, no exento de controversias, pero sobre el cual el cristianismo tiene mucho que decir, alejado de modas y corrientes que no vean el verdadero sentido de ser custodios de la creación.