Enrique Fraga
Antes de comenzar, te aviso querido lector, que este artículo tiene una clara intención de descolocarte al principio. Déjate llevar un poco, no me juzgues demasiado rápido, lee hasta el final y llévalo a tu corazón.
Muchas veces, en la sociedad y en nuestra labor pastoral escuchamos frases del tipo: “Hay que vivir el espíritu navideño”, “El auténtico significado de la Navidad es [estar con la familia] [que nace Jesús] [cuidar a los nuestros] [descubrir los dones que nos trae Jesús]”. No haré mención de las películas de Hollywood con las que nos bombardean en estas fechas, ni al consumismo al que podemos vernos arrastrados. Y temo que en todos esos mensajes, lo último es Jesús y lo primero nosotros, al menos en plural, pero no deja de ser en primera persona.
Estamos rodeados de mensajes buenistas y éticos acerca de la navidad, que no son malos en sí, pero pueden esconder el tesoro mucho mayor que hay detrás y que es lo que te invito a descubrir, no hallarás respuestas, solo preguntas, sugerencias y algunas cosas que no son o que no son solamente el sentido del Adviento y la Navidad.
¿Navidad, época de estar con la familia y los amigos?
“Le dijeron: ‘¡Oye!, tu madre tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.’ Él les respondió: ‘¿Quién es mi madre y mis hermanos?’ Y, mirando a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos, pues quien cumpla la voluntad de Dios ese es mi hermano, mi hermana y mi madre’” (Mc 3, 32b-35). ¿Quería decir Jesús que es bueno repudiar a la familia? ¿O, quizá, que Dios puede llamarnos a priorizar otras realidades más necesitadas, más hirientes, más urgentes que nuestro entorno cercano? En todo caso, “La navidad como tiempo de estar con la familia y los amigos” parece insuficiente.
¿Navidad, época de sacar nuestros dones y hacer el bien?
“No todo el que me diga ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos. Muchos me dirán aquel Día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Pero entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, malhechores!’” (Mt 7, 21-23). Para Jesús hay dos tipos de personas, las que obran la voluntad del Padre y las que no, no importa las buenas obras y grandes gestos realizados, sino si nos hemos dejado hacer por Dios. Aunque Mateo pueda hacer sonar duro a Jesús, la invitación es clara: no basta con hacer buenas obras, la ética no nos hace cristianos, es necesario escuchar y hacer la voluntad de Dios, es necesario estar abiertos a algo más. Por lo que “Navidad como tiempo de potenciar nuestros dones y hacer el bien” se nos queda también pequeño y atrofiado.
Entonces, ¿de qué va la Navidad?
Vamos a dejar que sean los evangelios los que nos iluminen sobre qué puede ser la Navidad y para qué tenemos que prepararnos en Adviento.
“Voz que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas” (Mc 1, 3) y “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros” (Mt 1, 23). Con estas dos citas de cumplimiento Marcos y Mateo nos anuncian y presentan quién es Jesús. El que viene es Señor (Kyrios), una forma de referirse a Dios en el antiguo testamento; y le pondrán por nombre Emmanuel, Dios con nosotros. Jesús, el que vino, el que nació era Dios con nosotros.
¿Quién es Jesús? ¿Qué significa que sea Dios con nosotros?
“Mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue” (Lc 2, 6-7). Parece que Jesús, Emmanuel, no nació en un palacio rodeado de lujo, sino en el pesebre de un albergue, modesto y humilde fue su nacimiento.
“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser puesto a prueba por el diablo […] Sintió hambre. El tentador se acercó y le dijo: ‘Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes’ […] Lo puso sobre el alero del Templo y le dijo: ‘Si eres Hijo de Dios tírate, porque está escrito: a sus ángeles te encomendará, y en tus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.’ […] Le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: ‘Todo esto te daré si te postras y me adoras’” (Mt 4, 1. 2b-3. 5b-6. 8b-9). Jesús es Dios pero eso no parece ahorrarle el hambre, ni los tropiezos, ni el camino, ni la tentación del poder. Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.
Marcos nos presenta 5 controversias entre Jesús y los fariseos y escribas al comienzo de su evangelio. En el centro de estas sitúa la novedad de Jesús, que es la raíz de su enfrentamiento con la rigidez de algunos sectores de la sociedad judía de entonces. “Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echarían a perder tanto el vino como los pellejos. Hay que echar el vino nuevo en pellejos nuevos.” (Mc 2, 22). Jesús trajo novedad.
¿En qué consiste la novedad de Jesús?
Algunos ecos:
- “Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás, pues el que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo que todo aquel que se encolerice contra su hermano será reo ante el tribunal; el que llame a su hermano imbécil será reo ante el Sanedrín; y el que le llame renegado será reo de la Gehena de fuego” (Mt 5, 21-22)
- “Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo que no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra, al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y no vuelvas la espalda al que desee que le prestes algo” (Mt 5, 38-42)
- “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5, 43-45)
Novedoso entonces, ¿novedoso ahora? (Para explorar algunos otros pasajes que hacen pensar en la novedad de Jesús mirar: Mc 10, 41-45; Mc 12, 1-11. Mt 20, 1-16.
Pues Jesús ya nació, y también murió hace más de 2000 años. Pero resucitó, eso hace pertinente que revisemos este texto y cambiemos los tiempos verbales (ver palabras subrayadas) al presente, porque “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y estad seguros que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20). Así termina el evangelio de Mateo, haciendo inclusión con el anuncio del nombre de Jesús. Este es quién vino y nos viene: Jesús, Emmanuel, que no solo fue Dios con nosotros, sino que es Dios con nosotros hasta el fin del mundo. Así, año tras año, conmemoramos que Dios se hizo Dios con nosotros y lo sigue siendo. “Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Mc 12, 26. Ex 3, 6).
“Subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba cubierta por las olas. Jesús estaba dormido. Ellos, acercándose, le despertaron: ‘Señor, sálvanos que perecemos’. El replicó: ‘¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?’ Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: ¿quién es este que hasta los vientos y el mar le obedecen?”
¿Quién es ese al que le basta una palabra para que lo sigan? (Mc 1, 16-20. Mc 2, 14)
¿Quién es ese que es Señor del sábado? (Mc 2, 28)
¿Quién es ese que tiene autoridad para perdonar pecados? (Mc 2, 10ss)
¿Quién es ese que toca tu corazón, lo llena de novedad y te cambia la vida?
¿Cómo te preparas para dejarle hacer?