Hemos oído que para educar se necesita la manada. Y así también entendemos el trabajo en pastoral con jóvenes. Para educar en este proceso de educación en la fe, necesitamos de la comunidad. Son muchos los agentes que de diferente manera intervenimos en el proceso de educación en la fe, y hemos de conocer el rol que cada uno desempeña. Independientemente de que seamos una comunidad parroquial, educativa o de alguna congregación o movimiento concreto, nuestro trabajo se articulará a través de catequistas y acompañantes que de cerca harán el camino con los jóvenes. Entonces, ¿cuál es el papel concreto de la comunidad como sujeto?
En primer lugar, hemos de aclarar que el sujeto principal del proceso pastoral es el joven. Él es, en último término, quien realiza el proceso y el que está llamado a tener un encuentro personal con Dios. Si queremos que nuestros procesos lleguen a una personalización de la fe en el joven, no podemos olvidar que el diálogo con Dios se dará en el encuentro de estas dos libertades: la del joven y la de Dios. Si no posibilitamos que sea el propio joven quien se responsabilice de este proceso, las actividades y/o experiencias que propongamos no calarán en él.
Junto con él, están las personas que la comunidad ha enviado para acompañar más de cerca el proceso a realizar. Catequistas, acompañantes, responsables de pastoral que tienen la responsabilidad de planificar, preparar y evaluar las actividades. Y como sujetos del proceso no podemos olvidar al resto de jóvenes que desde el grupo también acompañan y hacen camino.
Así llegamos a la propia comunidad. Todo este proceso nace de una intención de llevar a los jóvenes el mensaje de Jesús y su persona, de facilitar el encuentro de cada joven con Jesús. Esta intencionalidad, que se aterriza luego en orientaciones y acompañamiento, nace de la comunidad. Ella enviará personas concretas, con responsabilidades diferentes, a través de las que actuará y acompañará a los jóvenes.
La comunidad es la responsable de proponer y orientar el itinerario para facilitar el crecimiento de los jóvenes al estilo de Jesús. Por ello, la mirada continua y nueva a la realidad de los jóvenes y al Señor será una exigencia para la comunidad. Sin ella, el proceso pastoral será difícil.
¿Qué tareas desarrolla la comunidad en el proceso pastoral?
Si la comunidad es la referencia del proceso, quien lo suscita y lo acompaña, reconocemos en ella las siguientes tareas:
- Ser signo; testimoniar y significar con su vida la propuesta del Reino.
«Mirad como se aman». La comunidad es la primera concreción que el joven ve de lo que significa seguir a Jesús. Nuestra coherencia con el mensaje que presentamos y nuestra alegría en el seguimiento serán no solo nuestra presentación ante ellos, sino también la presentación del iglesi
- Salir a buscar a los jóvenes; como instrumento de la iniciativa de Dios.
Viviendo con urgencia la realidad de los jóvenes hoy y su necesidad de esperanza y sentido, salir a buscarles allá donde están es exigencia de la comunidad. En este momento donde la vida de los jóvenes es tan cambiante, la referencia a la comunidad que salió a buscarles será lugar al que volver… si en algún momento lo conocieron. Como el papa Francisco nos repite, hemos de ser Iglesia en salida.
- Acoger la realidad de los jóvenes, sus necesidades y sus búsquedas.
Hemos de mantener fija la mirada en Jesús y en cómo Él miró a cada persona. Desde Él, podremos acoger lo que los jóvenes son hoy, sin añorar contextos pasados o quedarnos en el lamento de esta generación. La mirada de la comunidad a los jóvenes ha de estar preñada de esperanza, siendo capaz de reconocer sus necesidades y búsquedas, y sus potencialidades.
- Interpelar y proponer, ofrecer experiencias y espacios donde los jóvenes puedan encontrarse con Jesús.
Los jóvenes son para la comunidad una fuente continua de renovación. La creatividad que nos pide el crear experiencias que posibiliten su encuentro con Jesús, nos llevará a lo esencial de nuestra fe. El mensaje fundamental no cambia, cambiarán las formas de presentarlo, o exigirá la renovación de nuestra experiencia de él. Por ello, pensar cómo proponer de manera interpelante la persona de Jesús a los jóvenes será una riqueza para nuestras comunidades.
- Acompañar el proceso de apertura y crecimiento en la fe.
La comunidad está presente en cada momento del proceso de educación en la fe. Deberá discernir en cada momento el alimento a proponer a los jóvenes, desde su necesidad y capacidad. Y este acompañar también abarca a los catequistas y acompañantes enviados.
Todas estas tareas no pueden ser delegadas en unas pocas personas de la comunidad o en los especialistas en pastoral. Es una responsabilidad de la comunidad que ha de encontrar las formas para que cada miembro viva la urgencia de la pastoral con jóvenes. La creatividad que nos exigen los jóvenes también nos la exige la propia comunidad para encontrar cómo implicar a cada hermano y hermana en el proceso, en un momento puntual, en una tarea específica de una actividad que realicemos, en un acompañamiento concreto a un joven, con una dinámica a realizar o un testimonio a ofrecer.
Todos trabajando desde la unidad del proyecto pastoral, favoreciendo el encuentro de Dios con el joven.
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