LA COMUNIDAD INTERLAVAPIÉS – Pepa Torres, Maite Zabalza, María Sierra Carretero

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Escucha, despierta, entra en la dinámica de vida y el mestizaje que se te regala hoy. Ponte en movimiento, ábrete, explora nuevas formas de acogida. Aprende otros lenguajes y modos de propiciar el encuentro. Abre paso a la simplicidad y a los gestos más veraces. Confía en el Espíritu de la diversidad que te ha engendrado y en la fuerza creadora que te habita. Atrévete a recibir al Dios diferente, que se te hace próximo y que llama a la puerta de tu tierra reclamando la vida para hacerla crecer en diversidad y abundancia. Toma conciencia de tus posibilidades y ponlas en juego en reciprocidad más allá de las asimetrías que pretende imponer el sistema. Así, se nos irá dando el camino en compañía de una comunidad muchedumbre y saltaremos juntas fronteras. No pases de largo ante las buscadoras y los buscadores de la vida. Si te dispones te mostrarán la vida desde nuevas perspectivas. Te ensancharán entera e iremos entrando juntas en la tierra nueva del corazón intercultural de Dios

Lavapiés no aparece como barrio en ningún mapa de Madrid, sin embargo «ser o vivir en Lavapiés» da identidad. Somos más de 40.000 personas de más de 128 nacionalidades las que convivimos en el barrio. Muchas de ellas «sin papeles». La tradición intercultural del barrio viene del siglo XVI cuando moriscos, judíos y cristianos de Madrid empezaron a convivir pacíficamente como una estrategia de resistencia frente a la exclusión común en la que participaban y eso ha creado una conciencia colectiva sumergida pero real. Lo que, según algunos expertos en migraciones, en otros lugares sería «una bomba de xenofobia y luchas interétnicas», en Lavapiés parece que está siendo posible, de ahí su reconocimiento como «laboratorio de interculturalidad» y de ahí que lo que está en juego en este barrio no resulte en absoluto neutral para los ciudadanos ni los poderes públicos, de ahí también su estigmatización como barrio peligroso en el que se impone la presencia policial y las redadas.

Pero también su ubicación céntrica le convierte en un terreno muy codiciado para la especulación inmobiliaria. Hace 20 años era un barrio sin futuro, pero en este tiempo la convivencia y la diversidad cultural le ha levantado y ahora las políticas urbanísticas quieren transformarlo en un barrio turístico-cultural. La población desborda al número de viviendas, por eso el hacinamiento es una de las características también de este lugar. La especulación con la vivienda, el chabolismo vertical y la gentrificación, junto con el acoso policial son nuestros mayores problemas.

Cuando empezamos a vivir aquí decíamos que Lavapiés era un lugar político porque es un barrio con mucho dinamismo social en donde la gente lucha por una ciudadanía alternativa. Hoy preferimos referirnos a él cómo un lugar de amor. De Lavapiés te atrapa su libertad. Nuestro barrio y sus habitantes son un torrente de canto y llanto, de sueños y esperanzas  que se hacen pedazos cada día por la perversión de las leyes del mercado y de extranjería, pero que vuelven a levantarse con cada amanecer por la complicidad de del tejido social alternativo mestizo que vamos construyendo juntos que se teje en escenarios tan cotidianos como un cuscús compartido, la toma de una plaza por una protesta o una fiesta por la lucha de los manteros por el indulto o la despenalización.

Lavapiés es un lugar de amor, y lo decimos sin pudor, porque para sostener su intemperie no sirven solo las convicciones, ni siquiera el equipaje ideológico por bueno que fuera, sino los vínculos amorosos y de cuidado mutuo que van naciendo entre las gentes diversas que vivimos en el barrio para afrontar la violencia de la política de fronteras y tejer juntos y juntas diversidad y fraternidad más allá de tener papeles o no tenerlos. Es un lugar, como tantos otros, que nos recuerda que el amor cristiano es también político (LS 231), si no, estamos domesticando la universalidad de su Buena Noticia.

En este contexto y para tejer comunidad desde la diversidad dos congregaciones religiosas: Apostólicas del Corazón de Jesús y Dominicas de la enseñanza nos sentimos con-vocadas desde hace ya mucho tiempo (12 años) a tener una presencia de misión compartida en este lugar y en la que hace cinco se incorporó una compañera laica.

Desde el inicio de esta experiencia nos sentimos urgidas por la Ruah a traspasar fronteras: fronteras de legalidad / ilegalidad; fronteras culturales y religiosas, fronteras entre congregaciones, fronteras de género con nuestros vecinos/as y amigos/as con quienes compartimos la vida, luchas, sueños y resistencias.

Nuestra mística

Dejarnos impregnar por la vida y los valores que emergen en este barrio. No tener prisa por hacer ni decir. Sentimos que hay una vida que se pega y nos dinamiza por ósmosis si hay apertura. Ser pacientes. Cuidar la dimensión receptiva, no solo «agente» en nuestra vida, para ello algunos medios que nos ayudan a ello son:

  • Favorecer el protagonismo de las personas, especialmente de las más excluidas, facilitar que cada uno tenga su palabra y que nadie supla a nadie. Estar más sosteniendo que protagonizando.
  • No hacer nada solas, sino involucrándonos con otros y otras.
  • Situarnos ante la gente que peor lo pasa, no como víctimas sino como sujetos de cambio y portadores de dignidad. Evitar lenguajes que victimizan y sustituirlos por otros que empaticen y empoderen.
  • Romper con el rol y la expectativa de «ayudadoras» o «solucionadoras de problemas» para ser compañeras, vecinas y amigas que nos organizamos y luchamos juntos /as.
  • Compartir nuestras propias vulnerabilidades y necesidades. Pedir ayuda a la gente.
  • Ante necesidades concretas no precipitarnos ni anticiparnos en ofrecer respuestas, salir al paso de la relación, pero no de la resolución, ir viendo juntas y con otros y otras qué podemos hacer y qué consecuencias tiene. Buscar abordajes colectivos.
  • Que nuestra casa y relaciones sean puente entre identidades culturales y géneros diferentes, entre las diversas comunidades de migrantes y los autóctonos.
  • Ser creativas en la búsqueda de lenguajes que favorecen el encuentro, la reciprocidad y para que cada persona tenga su palabra propia.
  • Cuidar la referencia y presencia comunitaria tanto en las relaciones como en las acciones. Aunque no tengamos todas que hacer lo mismo ni que estar en lo mismo.
  • No escandalizarnos de la realidad. Integrar nuestras contradicciones y las de la gente cultivando una identidad de mediación, de mujeres-puentes.

Nuestra política

  • Intentamos vivir desde una mirada y una praxis política, caminando con colectivos sociales alternativos del barrio, inventando formas de solidaridad y de resistencia cotidianas que desafíen la brutalidad de las fronteras.
  • Estamos convencidas de que en la diversidad de posiciones, saberes y recursos reside nuestra fuerza.
  • Buscamos crear espacios de ciudadanía, de apoyo, entre autóctonos, e inmigrantes sin papeles e inmigrantes con papeles para contrarrestar la vulnerabilidad del día a día que la ley de Extranjería ha impuesto.
  • Buscamos crear vínculos y entendimiento mutuo y poco a poco construir alianzas que nos permitan actuar junt@s en batallas grandes y pequeñas. Esta interculturalidad se basa en la reciprocidad.
  • Nuestra vida no es un proyecto, es eso vida común, compartida, relaciones y posibilidad de organizarnos juntos/as para afrontar colectivamente nuestras dificultades y celebrar lo que va pasando por el camino.
  • Desde esa complicidad y esas luchas cotidianas intentamos hacer realidad la interculturalidad, el mestizaje, la amistad entre diferentes, el apoyo mutuo desde el compromiso con otros colectivos con quienes trabajamos.
  • Somos conscientes que Dios es mucho más grande que nuestras religiones y que es el mismo ALIENTO el que nos hace converger, el que nos sostiene y nos ayuda a resistir y a transformar y transformarnos, por eso cuidamos mucho los espacios de compartir espiritual con la gente desde lo cotidiano
  • Las luchas comunes, las complicidades cotidianas son las que nos llevan también a rezar juntos y juntas, a invocar al MISTERIO desde distintas tradiciones religiosas o humanistas, a agradecer, a compartir silencios o palabras, a reciclar energías, sueños y frustraciones. Por eso desde hace años compartimos un espacio de encuentro inter-espiritual que llamamos los martes divinos. En este espacio compartimos la energía y la fuerza que nos habita y que es nombrada como: Dios, Jesús, Madre, Padre, Allah; Dignidad, Amor….

Nuestra comunidad está también atravesada por la complicidad con las mujeres y el reconocimiento de sus causas, sus luchas, sus sueños como los nuestros propios, especialmente los de las más empobrecidas en nuestro entorno. Por ello cuidamos con especial discernimiento no solo el dónde y el con quiénes estamos sino el modo de hacerlo y qué roles cuestionamos o legitimamos.

Lavapiés es para nosotras hoy el lugar que son sigue invitando a descalzarnos, la tierra Sagrada donde Dios se nos revela hecho «mantero» y «latero», sin papeles y urgiéndonos en su nombre a que todas las vidas valgan lo mismo.   

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