Domingo 1° de Adviento – Ciclo C – 2 de diciembre 2018
Lucas 21, 25-28.34-36
Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Qué difícil es proponer a las nuevas generaciones que tengan esperanza, especialmente al mirar el panorama del mundo que les hemos ido dejando en herencia: inequidad, violencia, deterioro ambiental… un panorama más bien desolador.
Vivimos una situación análoga a la del profeta Jeremías (1ª lectura: Jer 33,14-16), que se sitúa después de la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C., cuando la sensación de abandono y desesperanza del pueblo ha llegado a un límite inaguantable. Y en medio de esta realidad aparentemente sin salida se levanta su palabra profética para decirle al pueblo que Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se construirán de nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a pastar.
El texto del Evangelio de Lucas, con un lenguaje apocalíptico propio de la época, nos plantea en boca de Jesús un panorama igualmente amenazador: “habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje”.
Ante estas situaciones de desolación cotidiana, como son las realidades difíciles y retos de nuestro mundo, siempre habrá la tentación de huir hacia el consumismo, la imagen y la indiferencia (“los vicios, la bebida y los agobios de la vida”). Pero desde el Evangelio podremos ayudar a los jóvenes a descubrir una esperanza activa, reconociendo todos los dones que pueden descubrir en su interior como presencia viva del “rey justo” que viene a liberarnos, e impulsándonos a construir juntos una humanidad nueva.
Juan Fernando Arroyave
Fraternidad Escolapia – Nazaret
juan.fer.arroy@gmail.com