La araña invisible del Belén – Josep Périch

Los que narran la historia del nacimiento de Jesús se olvidan de mí. Y todo porque soy pequeña. Sin mi ayuda la llegada de este niño no se hubiera entendido. Él me dijo: “Las personas se creen muy diferentes entre ellas y separadas de la naturaleza, pero todo y todos estamos unidos como si se tratara de una telaraña que se teje entre nosotros”.  

Jesús me pidió que tejiera una red entre todos los que lo visitaran. Como yo, de tejidos y de telarañas sé mucho, entendí rápido su misión

Corrí del niño al camello, del camello a la vaca, de la vaca al burro, del burro a las ovejas, de las ovejas a los pastores, de los pastores a los reyes, de los reyes a José, de José a María y así, vuelta y vuelta, hasta llegar de nuevo al niño. Entre todos reinaba una felicidad difícil de describir.

Cuando el camello estiraba una pata, la red se tensaba en la oreja de la vaca y cuando esta movía la cola, se tensaba hasta llegar a lospiececitos del niño, haciendo le reír de cosquillas.

Cuando amaneció, mi telaraña brillaba con el rocío. Jesús abrió los ojos, vio mi trabajo y sonrió. “Bien, mi querida arañita invisible. Ahora, cada vez que actúen, que se muevan, que quieran hacer algo, pensarán en cómo esto afecta al que está a su lado, a los demás y a la naturaleza.”

Al despertar de nuevo, ¡oh no!… la red se había rasgado. Se entretuvieron tanto con los regalos, las luces, los cantos y el jaleo, que no captaron lo esencial.

Le prometí que seguiría divulgando su mensaje de unión fraterna por el mundo. Él sonrió agradecido, pero presiento que ya conocía todo lo que vendría. Casi todos los seres humanos velaron por lo suyo y no cuidaron la creación.

Pero hoy, después de más de 2000 años, Él me sigue dando aliento y fuerzas para tejer. Parece que algunos ya empiezan a entenderlo. Hay personas, con apariencia invisible y diminuta –igual que yo–, que están tejiendo redes que unen a unos con otros. Hay científicos, ecologistas y cibernautas. Otros crean redes solidarias, redes espirituales… que le dan fuerza al tejido que me encargó Jesús.

Y ahora, aunque sea pequeña e invisible, sigo infatigable pero necesito ayuda: en este aniversario de mi amigo, podríamos entre todos, darle una sorpresa especial, que se dé cuenta que su venida no fue en vano. Este 25 de diciembre, ¿quieres tejer con migo? Sólo necesitas tomar conciencia de que hilos de plata te unen a ti con todos los demás y que lo que hagas o dejes de hacer, les afecta. Observa, piensa y actúa reconstruyendo una sólida red. Solamente así, tendremos una Navidad “como Dios manda”, preludio de un mejor año nuevo.