Entrevista del Evangelio de Juan (13, 1-15) a Xabi

En primer lugar, me gustaría presentaros al invitado de hoy. Se llama Xabi, un joven soñador de la fraternidad de Itaka, de los Escolapios.

<< 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos a los otros.>> Ese vosotros del que habla Jesús, ¿quiénes son para ti?

Buenos días, pues actualmente mi comunidad la formamos 7 jóvenes que compartimos nuestras vidas de la forma que tú nos enseñas. Aunque no es la única comunidad en la que he estado. Creo que empezó hace muchos años esto de compartir vida. Desde pequeño viví la fe en grupos de tiempo libre, crecí entre aventuras y montañas. Una suerte poder madurar compartiendo, alimento, servicio y proyectos de vida. Con el tiempo la comunidad maduró y nuestra relación con Dios y los y las más pobres fue fortaleciéndose.

También estuve en una comunidad compartiendo techo, servicio y sobre todo amor en un pueblito en las montañas andinas. Éramos una comunidad de unas 160 personas y, aunque un poco excesivo era impresionante sentir a Dios ahí en medio a cada momento. Eran unas 150 niñas y niños del internado, 2 trabajadoras, una voluntaria y los seis que formábamos la comunidad. Como un chiste éramos, una familia de bolivianos, un hermano argentino, un padre de la India y dos vascos…

Como los discípulos de Jesús, nosotras no nos conocíamos y no éramos nada del otro mundo. Sin embargo, nos sentimos llamadas a amar a las personas de aquel remoto pueblo en las montañas. Jesús al principio elige personas para que le sigan y acaba este camino llamándolas hermanas, amigas (Mt 12, 50 y Jn 15, 15); pues de igual forma, soy un afortunado al decir que tengo hermanas comunitarias en muchos países del mundo.

Actualmente en la comunidad de Arima (del euskera = alma y espíritu) somos 10 personas, de las que 7 somos jóvenes que vivimos juntas. Nuestra idea siempre ha sido hacer lo que tú nos explicas, lo que Jesús hace con sus discípulos y lo que las primeras comunidades hacían. Es por eso y aprovechando que tenemos una casa grande, por lo que no podíamos quedarnos de brazos cruzados cuando hay gente que no tiene un techo bajo el que dormir. Así que tenemos una habitación por la que han pasado diferentes hermanos que lo necesitaban (Mt 25, 35). Un verdadero tesoro, compartir este trocito de Reino de Dios con personas musulmanas.

Te cuento esto emocionado, aunque he de reconocer que nos queda mucho por mejorar y aprender. Por suerte te tenemos de guía y todas las mañanas nos reunimos los de casa para rezar y leer todo lo que nos enseñas. Porque entendemos que así es como vamos a cumplir la voluntad de Aita-Ama (del euskera Padre/Madre).

<< 6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?>> ¿Sabes tú arrodillarte ante otros, sois en tu comunidad todos iguales?

No somos iguales, cada uno aporta unas cosas, pero en el sentido de oportunidades o de superioridad sí lo somos. En nuestra comunidad no importa que seas una persona arquitecta, profesora, educadora, ingeniera, alta, baja, chica, chico, guapa, fea, que ganes mucho dinero o que no lo ganes… Aquí compartimos todo lo que tenemos. Es por eso por lo que todos nuestros ingresos van directamente a una cuenta común que tenemos en una banca ética. Así todas somos iguales, es algo fundamental en una comunidad.

Desde pequeño cuando íbamos de campamento a todas nos ponían la misma comida y dormíamos en tiendas de campaña. No había distinciones, ¿acaso no habría sido extraño que a unas las alimentasen con chuletones mientras que a otras las alimentan con unas sopas de sobre?

Del mismo modo nosotras no estamos de acuerdo con lo que hace la sociedad con tantas hermanas que pasan hambre a costa de que otras comamos tanto. Por eso no queríamos que nuestro hogar fuera como la salvaje sociedad en la que vivimos y se pareciera más a las primeras comunidades.

Como en estas (Hech 2, 42-47) repartimos a cada una en función de sus necesidades, por supuesto teniendo un dinero para el ocio. Y como los panes y los peces al compartir todo se multiplica. Es por eso que siguiendo a tu hermano (el evangelio) Lucas, hemos aprendido a gestionar nuestro dinero, ahorrando lo justo por si hubiera un imprevisto (Lucas 12:13-21 “El rico insensato”) y dando de lo que tenemos en vez de lo que nos sobra (Lucas 21:1-4 “La ofrenda de la viuda”). Así, con menos necesidades somos más libres.

Es cierto señor evangelio, que tenemos por delante mucho para mejorar en este aspecto también, porque es difícil desprenderse de aquello que; aunque no se necesita has tenido siempre.

No rehúyas mis preguntas Xabi, ¿Te pasa como a Pedro y te cuesta más el dejarte servir?

Sí, no lo voy a negar la parte más difícil de la convivencia es cuando tú necesitas ayuda. Muchas veces, aunque no lo parezca, es más difícil recibir que dar. Aunque cuando por fin aceptas la ayuda, ya sea económica, ya sea de servicio, de tiempo o cualquier forma de ayuda, te sientes infinitamente agradecido. Es emocionante de veras, yo personalmente estoy infinitamente agradecido a mi comunidad, que decidió ayudarme sin titubear ni un solo minuto. La verdad es que te cuento esto emocionado y no me salen las palabras…

<<Después echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.>> ¿Cómo os laváis los pies en tu comunidad?

Otra de las cosas que no compartimos con la sociedad actual, es el tema de la economía del cuidado. Actualmente y a lo largo de la historia no se ha reconocido económicamente a las personas (generalmente mujeres) que se han quedado en casa cuidando del hogar. Y no queremos participar de esa idea. Es por esto por lo que también el dinero esta en un bote común, porque lo que gana una trabajando de ingeniera es igual de honrado que lo que debería de ganar otra limpiando la casa o preparando la comida. Nosotras en casa intentamos turnarnos para hacer las tareas, pero hay personas que en este sentido aportan más que otras y se merecen todo el reconocimiento.

Nosotras del relato de Marta y María (Lc 10,38-42) entendemos que ambas formas de cuidado son importantes. Escuchar a la otra persona, cuidarle emocionalmente y cuidarle también físicamente. Por eso en casa y junto con las otras tres personas de la comunidad que no viven aquí, tenemos una reunión semanal en la que entre otras cosas nos lavamos los pies.

Nuestro camino en la vida ha sido más o menos lago, pero sin duda ha habido barro en el de todas. Por eso está bien lavarse los pies de vez en cuando, dejarte querer y descalzarte ante otras personas de tu comunidad. Ellas con todo el cariño del mundo se arrodillan para decirte todas las cosas que te pesan, todas las impurezas que hacen que al caminar te duela.

La corrección fraterna es una parte fundamental en una comunidad. Pasamos muchas horas juntas y para crecer como persona es importante dejarse querer y saber escuchar a tu hermana comunitaria.

Para terminar, me gustaría si no es mucha molestia hacer una mención especial a todas las personas que han compartido comunidad conmigo:

Gracias Arrate, Ane, Mónica, Rubén, Irati, Gerardo, Miryam, Alberto, Iratxe, Gaizka, Ixone, Marquel, Andoni, Xabier, Esteban, Julen, Isidora, Daniel, Cristian, Joseph, María Isabel, Juan Daniel, Rubén Plata, José, Elena, Elsa, Diego, Ana, Ibone, Nerea, Gonzalo, Irune, Municha, Josemi, Menci, Bea y muchos más; gracias por amarme como a un hermano.

Xabier Sierra Santa María