Cuando imaginé esta colaboración, lo hice esperando recuperar de mi memoria historias, vivencias, sensaciones y hasta olores y sabores. De niño y de adolescente recuerdo que la parroquia era un centro de referencia importante. No solo por las misas de los domingos, la catequesis semanal o las grandes fiestas del calendario cristiano. La parroquia me ofrecía más cosas: sesiones de cine, un grupo de amigos, una escuela de monaguillos y aspirar a ejercer de acólito en grandes celebraciones. En resumen, me ofrecía actividades y momentos únicos, chulos, exclusivos, divertidos y entretenidos. Me hacía sentirme parte de algo grande.
Cuando pasé de ser sujeto paciente de la pastoral infantil y preadolescente, a ser sujeto paciente de la pastoral juvenil, yo ya me encontraba desde hacía unos años en el Seminario Diocesano de Vitoria. Esta circunstancia me colocó en una situación, posiblemente privilegiada. ¿Por qué? Porque me convertí en el «joven puente» entre el párroco y la gente de mi generación. Por el simple hecho de que era «seminarista». Pero ello me sirvió para vivir la pastoral juvenil de la parroquia desde dos ángulos: el de los jóvenes de mi edad y el de los adultos que me hacían llegar sus miedos, dudas, anhelos y recelos respecto de los jóvenes a los que ellos no terminaban de entender-nos.
Esa misma situación la viví en otro foro de la Iglesia, el movimiento de la Adoración Nocturna, al que llegué por acompañar a mi madre, y en el que acabaría implicándome hasta las cejas, llegando a formar parte del Consejo Nacional y del grupo de jóvenes que puso en marcha en España el Grupo Juvenil de la Adoración Nocturna Española, una sección que hasta esos años 80 no había existido.
En este movimiento también me acabé viendo como «joven puente», y en algunos momentos como «joven referente».
Y los adultos de entonces, ¿cuál fue su papel? He de agradecer que la inmensa mayoría de los adultos de entonces supieron, creo yo, estar en su sitio y su papel. ¿Y cómo era ese papel? Pues ellos mantuvieron sus formas y fondos de vivir la fe, pero respaldaron, personal y materialmente, aquellas formas nuevas, diferentes, postconciliares… y muchas veces lo hicieron sin entenderlas ni compartirlas, primando que siguiésemos allí, que siguiésemos cerca de Jesús de Nazaret, a nuestra manera, a nuestro estilo, pero allí, junto al Sagrario, junto a la Custodia. ¡Qué más daba si en lugar de arrodillarnos en los bancos tirábamos unas mantas y unos cojines en torno al altar y nos sentábamos en el suelo! En un adulto podría resultar irreverencia, ¡pero en unos jóvenes! Lo importante era que siguiesen allí, junto a Él.
Y así fuimos creciendo y pasando nuestra juventud sin alejarnos de Él, pero a nuestro estilo. Y en parte aquello se consiguió gracias a los muchos «jóvenes puente» y «jóvenes referentes».
Posiblemente hoy siga siendo válida la fórmula y necesitemos jóvenes capaces de decirnos a los adultos cómo hay que acompañaros hoy.
Posiblemente hoy también lo importante es que sigáis cerca de Él, y que a Él lo sintáis cerca de vosotros.
Como padre sé que mi papel hoy está en cuidar el apoyo humano y material, y rezar para que nunca falten jóvenes puente y referentes en la pastoral con jóvenes.
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RPJ nº 534 – febrero 2019 – Jóvenes puente y referencia – Luis Vicente García, Txenti
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