JÓVENES «CEREZA», DEJARSE ATRAER ARRASTRANDO A OTROS – Juan Carlos de la Riva

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JÓVENES «CEREZA», DEJARSE ATRAER ARRASTRANDO A OTROS

Juan Carlos de la Riva

Director de RPJ

rpjrevista@gmail.com

«La pastoral juvenil solo puede ser sinodal, es decir, conformando un caminar juntos que implica una valorización de los carismas que el Espíritu concede según la vocación y el rol de cada uno de los miembros de la Iglesia, mediante un dinamismo de corresponsabilidad […]. Animados por este espíritu, podremos encaminarnos hacia una Iglesia participativa y corresponsable, capaz de valorizar la riqueza de la variedad que la compone, que acoja con gratitud el aporte de los fieles laicos, incluyendo a jóvenes y mujeres, la contribución de la vida consagrada masculina y femenina, la de los grupos, asociaciones y movimientos. No hay que excluir a nadie, ni dejar que nadie se autoexcluya» (ChV 206).

Mucho se ha escrito ya de la pastoral juvenil en clave de sinodalidad. Tanto que a uno le da miedo redundar en lo ya dicho y aportar poco novedoso. La teoría de lo que es «sinodal» y la pertinencia de su aplicación a la pastoral juvenil, que habrá de ser por tanto «con» jóvenes y no para jóvenes, están bastante claras. Lo novedoso será encontrar caminos que concreten y hagan carne de tantos párrafos bonitos en los que a los pastoralistas se nos llena la boca de expresiones como «escuchar», «dar protagonismo», «dialogar» «discernir en común», «caminar juntos», etc. Por eso este artículo quiere ser práctico e intenta no decir cosas que se puedan encontrar en Google. Cuando digo que quiero hablar de caminos concretos no quisiera ofrecer hipótesis, sino más bien hablar de lo que ya se hace, de los talantes que lo animan y de las estructuras que posibilitan la sinodalidad con jóvenes.

Hablar de lo que ya se hace, de los talantes que lo animan y de las estructuras que posibilitan la sinodalidad con jóvenes

Cuando la RPJ abordó el tema de la atención pastoral al colectivo LGTBI tuve la misma sensación: todo el mundo de acuerdo en la teoría, pero costaba encontrar práctica real de acogida y acompañamiento para estas personas que no terminan de verse en su sitio dentro de la comunidad cristiana. La praxis pastoral con personas de diversas orientaciones e identidades sexuales sigue siendo para la mayoría de las comunidades pastoral-ficción.

He usado la expresión «jóvenes cereza» en el título porque ya en mis primeras incursiones en la pastoral, cuando aún los jóvenes poblaban en grandes grupos locales y campamentos, confirmaciones y experiencias, escuché a un gran animador hablar de cómo invitar a nuestros jóvenes a invitar a otros jóvenes. Igual que agarrar un par de cerezas o tres trae consigo alguna más colgando, y estas, a su vez, agarran a otras, así también los jóvenes. Si leemos al revés este símil tendremos un ejemplo de lo que nos está pasando en negativo, jóvenes que desaniman a otros jóvenes a seguir su proceso de discernimiento y compromiso.

Estructuro mi reflexión en tres apartados: ambientes de relación, mutua compañía y escucha compartida del Espíritu, estructuras mínimas y proyectos concretos para el presente.

Ambientes de relación

Los que tenemos unos años cargamos con una inercia, la de pensar que las convocatorias tradicionales convocaban directamente a la fe. No había que salir de nuestro cole, parroquia o centro social para poder hablar de Jesús a jóvenes. Tampoco había problema con el señalamiento, la pertenencia. Hoy los espacios explícitos no convocan y el joven no quiere pertenecer a nada que parezca quitarle su libertad de movimiento y, sobre todo, de relación.

Porque este es el lugar del joven por antonomasia, la relación. Quizá lo haya sido siempre, pero ahora que se caen otras señas de identidad, la relación aparece como el lugar. Recuerda esto a aquellos apóstoles que, preguntando a Jesús dónde vivía, no recibieron por respuesta un aquí o allá, sino que los liaron en una trama nueva de relaciones que les cambió la vida por la novedad inclusiva. En esto, los jóvenes actuales nos invitan a maneras de invitar y llamar más relacionales y menos institucionales. Sin duda, más parecidas a las del propio Jesús.

Los jóvenes actuales nos invitan a maneras de invitar y llamar más relacionales y menos institucionales

En cierta ocasión escuché a un gran maestro escolapio hablar de la comunidad cristiana como una gran carpa de circo, sin paredes ni puertas que delimitasen demasiado el espacio, pero suficientemente amplia para que todos quepan, queden resguardados, descubran una magia y se sientan atraídos por la maravilla de quien se atrevió a actuar en la pista o a hacer sonar su música. Prefiguraba aquel hombre estos espacios intermedios y ambiguos, carpa de circo, que ahora son nuestros colegios, clubs de tiempo libre, asociaciones… La nueva parábola que habla de esto mismo son las redes sociales, donde a nadie se le pide recitar ningún credo para entrar, seguir, pertenecer…

La desconfianza del joven se dará si percibe una Iglesia separada, elitista, pura, con autoridad para juzgar a los demás en lugar de caminar con los demás. Le dará buen pálpito sin embargo que nos vean caminar juntos como manera de estar en el cole, en el barrio, en la ciudad, en el mundo. Nada de separados, refugiados, parapetados en el dogma o en la pertenencia. El joven vive expuesto continuamente a la crítica y el confronte, muchas veces desde positivismos ramplones, racionalismos caducos o propuestas morales faltas de coherencia… y no quiere discutir, hacer continuamente enemigos, distanciarse por ideologías. Entiende que siempre, aún en la diversidad, está entre personas que necesitan las mismas cosas. Haciendo caso a la Christus Vivit, no «pretender una pastoral juvenil aséptica, pura, marcada por ideas abstractas, alejada del mundo y preservada de toda mancha», porque así alejamos el Evangelio de las «culturas juveniles» y lo restringimos a «una élite juvenil cristiana que se siente diferente, pero que en realidad flota en un aislamiento sin vida ni fecundidad. Así, con la cizaña que rechazamos, arrancamos o sofocamos miles de brotes que intentan crecer en medio de los límites». (ChV 232)

Tampoco entenderá la desacreditación de otros grupos eclesiales por diferencias de estilos o de propuestas. Aquí nos darán lecciones de comunión a los que nos ponemos nerviosos cuando continuamente pensamos que nosotros haríamos las cosas de otra manera. Propondremos entonces acciones de coordinación que reúnan los grupos juveniles que actúan en un territorio, no como una «superestructura» que «gobierne» los grupos, sino que los coordine en algunas acciones específicas y represente la pastoral juvenil en el consejo de pastoral parroquial/diocesano.

No quiero idealizar la inclusividad de los jóvenes. Somos conscientes de que las desigualdades sociales marcadas por el nivel económico, el origen, la raza, el nivel de estudios, etc. hacen surgir abismos entre ellos. Pero también es cierto que una buena pedagogía de la amistad social no necesita más que de actividades de interacción y encuentro para que brote espontáneamente la sintonía. La pastoral juvenil será sinodal si camina junto a los pobres, evitando el elitismo, y promoviendo la amistad social (ChV 236-237). Un partido de fútbol con jóvenes inmigrantes con su después compartido podrían ser generadores de una sinodalidad singular entre jóvenes que son felices desde las mismas premisas. Una pastoral sinodal desarrollará aquí imaginación creativa para generar actividad que atraiga a jóvenes especialmente desfavorecidos: deporte, música, arte en general, actividad educativa, voluntariados, etc.

La pastoral juvenil será sinodal si camina junto a los pobres

Hemos hablado de la parábola de las redes sociales: las proponemos ahora como ambiente en el que encontrarlos y desde el que animarlos también a compartir sus descubrimientos. Las redes son suyas. Han de serlo también las redes institucionales de aquellas actividades y movimientos donde su protagonismo sea real, como joven que llama a otros jóvenes. Los contenidos que buscan en ellas expresan a gritos las preocupaciones que anidan en su corazón, y no es casualidad que los podcasts más buscados y consumidos sean propuestas de jóvenes y jóvenes-adultos que hablan sobre el sentido de la vida, y que expresan comentando una actividad, un posicionamiento, una opción de vida. Siempre claro, desde una autenticidad que ellos mismos saben diferenciar bien. La invitación aquí será la propuesta de hacer oír su voz sin postureo, como mano tendida y felicidad compartida con quien la pueda aprovechar. La propuesta pastoral puede ser promover un equipo que sostenga perfiles evangelizadores o, al menos, generadores de reflexión y sentido, equipos creativos que pongan su vivencia compartida en los actuales formatos. El trabajo de verter su experiencia en podcast, vídeos, música o escritos generará un subidón de identidad en quienes lo hagan, más la sensación de que sus opciones son más serias de lo que ellos/as mismos/as pensaban. Quizá también debamos darles a estas propuestas de evangelización digital el carácter ministerial que se merecen, dada la tremenda importancia y repercusión que pueden llegar a tener, y la gran responsabilidad que albergan como propuesta de primer anuncio a otros adolescentes y jóvenes. La formación en evangelización digital, tanto en sus técnicas y lenguajes, como en los contenidos más kerygmáticos a transmitir, pueden ser indispensables para un crecimiento de este compromiso.

Los estudios y el mundo laboral son espacios en los que el joven vive con una mezclada dosis de incertidumbre y de deseo. Van a ser ámbitos de poner a prueba las primeras opciones de valores, percepciones y proyectos de vida. Habrá quien se esconda «dentro del armario», y habrá también quien se sienta suficientemente seguro/a como para dejar entrever sus aciertos y opciones. Tendremos adolescentes de muchos años mezclados con opciones maduras discernidas y pensadas en diálogo con sus iguales y también con sus mayores. Estos ambientes son ambientes de paso. Incluso el ambiente laboral lo es, si hacemos caso a las estadísticas que nos hablan de una fuerte movilidad laboral en estos años primeros de juventud adulta. Son momentos de experimentar los primeros protagonismos y de sobrellevar también algunos fracasos. Son momentos de entender el riesgo de la misión, que ojalá pueda ser verbalizada en un grupo de referencia, sean los propios amigos, sea el ámbito pastoral de la comunidad en la que se inserta.

La Iglesia y su acción simbólica es también un lugar convocante en muchas latitudes. Gabino Ulibarri nos recuerda en su muy recomendable libro Jesús para jóvenes, publicado este año en Sal terrae, cómo la fe entre los jóvenes perdura con mayor fuerza en aquellos lugares donde se mantiene la acción simbólica de la fe, los ritos y demás expresiones de la piedad popular. Procesiones y peregrinaciones de la fe de los pueblos, ritos propios de tal o cual movimiento, festividades especialmente señaladas o tradiciones vinculadas a carismas, pueden ser aquí un elemento dinamizador de la fe de los jóvenes, y un buen lugar en el que el joven más comprometido pueda entrar en diálogo de acompañamiento con el que no sabe muy bien por qué, pero sigue participando en estas tradiciones. En otros lugares más secularizados, donde la evangelización se ha centrado en el voluntariado y la acción social, asemejándose más a una ONG que a una comunidad, los jóvenes no se han identificado como cristianos y sus lenguajes y prácticas les apartan de la Iglesia más que atraer. La propuesta aquí habrá de encontrar un equilibrio entre la acción ética y la acción simbólica, entre la práctica solidaria y transformadora y la vivencia de los lenguajes y expresiones de la fe.

Encontrar un equilibrio entre la acción ética y la acción simbólica

Mutua compañía para escuchar al Espíritu

Todos sabemos que sinodalidad significa caminar juntos y que la intuición de fondo está en que, en el camino con otros diferentes a nosotros, vamos descubriendo lo que el Espíritu nos dice. No se trata de escuchar a los jóvenes, simplemente, de darles la palabra, de democratizar la Iglesia y, en este caso, las decisiones que afecten a la pastoral juvenil. Se trata de escuchar al Espíritu, que habla en los jóvenes, especialmente cuando caminan juntos entre ellos y con el resto de la comunidad. La propuesta de sinodalidad es siempre de escuchar al Espíritu, no lo olvidemos. Sinodalidad en pastoral juvenil será entonces escuchar al Espíritu que habla a través de ellos, como lugar teológico que son. Sus lenguajes no dejarán de ser juveniles, a veces como queja irrespetuosa, y otras como emoción motivadora. Pero el Espíritu nos hablará desde sus intuiciones, si sabemos reconocerlo e interpretarlo, para luego decidir.

Una primera consecuencia de lo dicho ha de ser la de dedicar tiempo a estar. Simplemente a estar. Es una reclamación que los jóvenes hacen a la comunidad, a los adultos. De alguna manera nos dicen que sigamos estando ahí, como referentes, apoyos, amigos. Porque darles protagonismo no significa «ahí te apañes y si te quemas te quemaste». Acompañaremos como un «estar juntos» incondicional, pero que respeta la libertad del joven.

 

 

En algunos casos la distancia intergeneracional ofrecerá diversidad de perspectivas para abordar las inquietudes, de cuyo contacto joven y anciano/a saldrán más sabios y con más Espíritu. En otras ocasiones será bueno promover que jóvenes más experimentados en el camino de fe puedan acompañar a otros jóvenes, sea en las dinámicas individuales o de grupo.

Parece claro que el primer tema de conversación de este encuentro no va a ser directamente la fe en estos tiempos cada vez más secularizados. Dependiendo de culturas y ambientes, quizá la inquietud tenga un matiz espiritual-religioso. Pero lo que más nos vamos a encontrar en nuestra realidad (hablo desde España) son jóvenes con cierta cultura religiosa, pero poca conexión entre vida y fe. Así que habremos de hacernos expertos en la escucha desde sus inquietudes y temáticas. Nos tocará muchas veces embarcar en tareas pastorales a jóvenes con una fe vacilante y poco formada, pero la brega pastoral será un buen campo desde el que surjan las preguntas: el éxito y el fracaso, la fragilidad de las personas, la ausencia de libertad, o los milagros del Espíritu que vayan aconteciendo darán motivos sobrados de conversación personal o de grupo.

La pastoral será también un espacio de crecimiento y descubrimiento personal para todos los implicados. «Tú tienes que descubrir quién eres y desarrollar tu forma propia de ser santo, más allá de lo que digan y opinen los demás. Llegar a ser santo es llegar a ser más plenamente tú mismo, a ser ese que Dios quiso soñar y crear, no una fotocopia. Tu vida debe ser un estímulo profético, que impulse a otros, que deje una marca en este mundo, esa marca única que solo tú podrás dejar» (ChV 162). Pero lo dicho por Francisco al joven podría decirse también al adulto que esté en la pastoral juvenil.

Espacio de crecimiento y descubrimiento personal para todos los implicados

Educaremos en el liderazgo, provocando el emprendimiento pastoral, dejando al joven libertad y permiso para equivocarse, porque la pastoral que exige nuestro mundo tendrá mucho de ensayo-error, de senderos diversos que se internen por el bosque, aunque a veces haya que desandar lo andado. Evitaremos a toda costa el «siempre se ha hecho así».

Quienes podamos aportar en este diálogo palabras de fe, no dudaremos en señalar a Dios y sus huellas allí donde quizá el joven no vea más que casualidades o golpes de suerte. Y nombraremos lo sagrado cuando aflore entre lo humano. Pondremos palabras a la carne, pues carne se hizo la Palabra. Así mismo la relación con Jesucristo, camino, verdad y vida se verbaliza y alimenta desde esta misma espiritualidad del encuentro.

Siguiendo el aporte original de Francisco tras el sínodo de los jóvenes, dialogaremos también con esos liderazgos naturales, integrando a quienes no siguen un esquema estructurado, en lo que él llamó pastoral popular (ChV 230). Este tema es un añadido del papa, quien tendría muchos nombres en mente sin duda, y que entenderán mejor quienes hayan pateado barrios y suburbios de grandes ciudades y hayan percibido sus dinámicas. Contactar con «líderes realmente “populares”, no elitistas o clausurados en pequeños grupos de selectos» es que ellos tienen una identificación natural con «el sentir del pueblo» y nos ayudan a «ser pueblo», generando así una auténtica «pastoral popular»; «aquellos que tienen la capacidad de incorporar a todos, incluyendo en la marcha juvenil a los más pobres, débiles, limitados y heridos. No les tienen asco ni miedo a los jóvenes lastimados y crucificados» (ChV 231).

Que hablemos de diálogo no quiere decir trivialidad y superficialidad, simple colegueo. Para que el diálogo adquiera densidad harán falta herramientas que ayuden a jóvenes y mayores a perforar la realidad e iluminar desde la fe. Por eso no han de faltar la profundidad del retiro, la explicación de la Palabra, el análisis de la realidad más allá de los golpes de efecto de la noticia en el candelero, etc. Estructurar estas herramientas, formarse en ellas, ha de ser parte importante de la sinodalidad con jóvenes. Pero hablaré de esto en el siguiente punto.

Estructuras mínimas y proyectos concretos para el presente

Sinodalidad no es contraria a la organización; más bien la necesita, porque el diálogo requiere espacios y tiempos, excusas y consensos. Es por esto que habremos de utilizar una inteligencia pastoral adecuada para, con los propios jóvenes, generar la estructura básica que nos ayude.

La sensibilidad juvenil se alimenta de experiencias de vida actual

Señalaremos algunos elementos que nos parecen imprescindibles para que la voz de los jóvenes resuene y genere propuesta evangelizadora, y que no solo posibilitan la sinodalidad sino que se benefician de ella. Insistimos en la dimensión de presente de los proyectos porque la sensibilidad juvenil se alimenta de experiencias de vida actual, no imaginada, de momentos reales de bienaventuranza, no de futuras situaciones ideales. Estos serían los elementos:

  • Trabajo en equipo: conviene definir funciones, establecer calendarios, avanzar en la formación como equipo, con estabilidad en el tiempo, con figuras de coordinación, con recursos materiales y humanos y con comunicación constante con el resto de la misión y vida de la comunidad.
  • Proyecto evangelizador: está escrito, consensuado, y marca líneas estratégicas; es recreado año tras año en planificaciones anuales que se adaptan al momento y las personas, con un sistema de evaluación y de mejora. En dicho proyecto se identifican criterios eje que lo fundamentan, y se discierne continuamente cuánto ha de prevalecer el diseño y cuánto ha de haber margen a la flexibilidad y la novedad que los propios jóvenes aportan.
  • En todo el proceso pastoral que convoca a niños/as y jóvenes se integran las diferentes vivencias de la fe, que enriquecen a cuantos participan en él: actividades de voluntariado y compromiso social, de convivencia y encuentro, de discernimiento y descubrimiento de la propia vocación, de vivencia joven de la fe, de oración, de formación, de contacto con la comunidad cristiana… Se vive todo esto desde una concepción ministerial de la Iglesia, donde todos se sienten enviados y apoyados por la comunidad.
  • Se ofrece en todo momento acompañamiento personalizado en grupo y personal, y se adaptan las metodologías a personas y grupos. También se estructuran con creatividad momentos diversificados de convocatoria, y hay una propuesta integrada de desembocadura.
  • Se concretan las estructuras de búsqueda y las estructuras de crecimiento como dos grandes líneas de la acción pastoral juvenil: «Una es la búsqueda, la convocatoria, el llamado que atraiga a nuevos jóvenes a la experiencia del Señor. La otra es el crecimiento, el desarrollo de un camino de maduración de los que ya han hecho esa experiencia» (ChV 209).
    • En la línea de búsqueda, se ofrece a todas las personas sin exclusión ni juicio, generándose espacios cómodos e inclusivos para que cada persona pueda participar desde donde esté. Sobre la búsqueda, el papa confía en la creatividad de los jóvenes para atraer a otros jóvenes, sembrando el primer anuncio en el corazón de otros jóvenes, y da ejemplos concretos (ChV 210), tales como: festivales; competiciones deportivas; evangelizar en las redes sociales con mensajes, canciones, vídeos y otras intervenciones; los «retiros de impacto»; conversaciones en un bar, en la facultad, etc. En estos espacios no aparece en primer lugar la doctrina o la moral católica, sino la fraternidad, la alegría de compartir, la búsqueda del bien común a partir de lo que nos une y no de lo que nos distingue.
    • En la línea del crecimiento, los tiempos son suficientemente flexibles y adaptados a los ritmos, y los procesos contarán con experiencias significativas generadoras de saltos de nivel (peregrinaciones, campos de trabajo, ejercicios espirituales…). Francisco invita a no quedarse solamente en la formación doctrinal y moral, porque así «muchos jóvenes se aburren, pierden el fuego del encuentro con Cristo y la alegría de seguirlo» (ChV 212). Lo importante es «suscitar y arraigar las grandes experiencias que sostienen la vida cristiana», cultivar un gran amor por Dios y por el prójimo, el encuentro con Dios por el kerygma y el encuentro con el hermano por el servicio, vivido en comunidad y atento a los más pobres (cf. ChV 213-215).
  • La pastoral juvenil será fundamentalmente misionera y, como ejemplos concretos, la misma Christus Vivit cita algunos destacados:
    • Las misiones juveniles –mencionadas en ChV 240 y DF 160– son una forma muy concreta de ejercicio del protagonismo juvenil que contagia cada año a miles de jóvenes. Estas misiones tienen modalidades muy diversas, pero todas son tremendamente fecundas.
    • Los más diversos tipos de acción social son otra forma de canalizar el espíritu misionero juvenil. El papa habla muchas veces de las visitas a los hogares de ancianos, donde además de ayudar se aprende mucho en ese intercambio intergeneracional» tan enriquecedor. Más que conferencias, los jóvenes necesitan de vivencias, experiencias de amor a Dios y al prójimo que no se borrarán más de sus vidas.
    • Otra fuerte experiencia misionera juvenil son los festivales de música, porque los jóvenes en general aman la música.
    • Las redes sociales es un tremendo campo para la misionaridad juvenil, como dice el DF 145-146: «Los jóvenes cristianos, nativos digitales como sus coetáneos, encuentran aquí una auténtica misión, en la cual muchos ya están empeñados».
    • Eventos como la Jornada Mundial de la Juventud; cursos y programas que ofrecen respuestas y formación, especialmente para aquellos que se inician en la fe; pastoral de frontera, catecismos juveniles; retiros durante los fines de semana y ejercicios espirituales; eventos carismáticos, coros y grupos de alabanza, peregrinaciones; ligas de deporte católicas; grupos juveniles parroquiales y diocesanos; grupos para estudiar la Biblia; grupos universitarios católicos; apps sobre la fe y la inmensa variedad de movimientos y asociaciones dentro de la Iglesia. Y señalan aún algunos instrumentos a utilizar (15): multimedia, experiencias anuales (Gap Year Experiences), el campo de las artes y de la belleza, adoración eucarística, testimonios y el mismo proceso sinodal.

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