LA SONRISA IMPAGABLE
Javier Félix Carmona García
jfcarmonas@gmail.com
Mi experiencia como voluntario en IKASKIDE
En las próximas líneas, quiero explicar mi experiencia como voluntario en el programa de alfabetización en castellano, que llevo a cabo junto con otros compañeros y compañeras en Ikaskide–Itaka desde el curso 2019–20. Una experiencia absolutamente positiva que quiero compartir con todos, especialmente con los más jóvenes.
Soy periodista y me jubilé en el verano de 2019. Acudí a Ikaskide —iniciativa de promoción personal de personas inmigrantes que el grupo Itaka Escolapios promueve en Navarra— y en octubre comencé a dar clases al grupo AO de adultos, el más básico, que acoge a personas que no conocen la lengua castellana o que durante su estancia en nuestro país han aprendido algunas nociones verbales, pero no han seguido nunca un método que les permita la correcta utilización del idioma. Esta carencia les impide relacionarse con personas más allá de su grupo familiar o de procedencia, encontrar trabajo, y, en definitiva, vivir normalmente en sociedad.
Enseñanzas prácticas
Las personas con quienes he trabajado proceden fundamentalmente de África —Marruecos, Argelia, Nigeria, Ghana, Senegal— y también de Oriente Próximo —Siria—. Algunas tienen conocimiento de otras lenguas europeas —inglés o francés— lo que hace el aprendizaje más fácil, y otras solo conocen el árabe u otros idiomas africanos, e incluso se dan casos de analfabetismo en su propio idioma —saben hablar, pero no leer ni escribir—. Por ello es preciso adaptar las explicaciones teniendo en cuenta el nivel de cada una de las personas. Tomamos ejemplos de un método de aprendizaje —Sueños de colores— y los aplicamos a las posibilidades del conjunto. Formamos dos grupos distintos, según el nivel del alumnado, que nos repartimos entre los diferentes voluntarios. Las clases tienen lugar tres días a la semana durante hora y media cada día. Procuramos que los temas que se impartan tengan un perfil práctico —escribir la dirección en un sobre, interpretar carteles o señales que se ven en lugares públicos, conocer las calles de la ciudad o los alimentos que hay en las tiendas o mercados— para que resulten atractivos y útiles al alumnado.
Clases con carácter acogedor
Más allá de impartir conocimientos didácticos, procuramos que el tiempo de las clases tenga un carácter acogedor, interesándonos por cada uno de los alumnos/as, llamándoles frecuentemente por su nombre, abriendo la posibilidad de que pregunten todo lo que no entiendan o posibilitando que expliquen su parecer o sus hábitos en la alimentación, la celebración de fiestas, canciones, etc. Con ello se trata de que se sientan en un ambiente diferente al que pueden percibir en la calle en cualquier otro momento del día, muchas veces teñido de recelos, de indiferencia o de desprecio, por el color de su piel, por su forma de vestir, o por su imposibilidad de hablar el castellano correctamente.
Son personas que generalmente han atravesado momentos y circunstancias muy duras en sus países de origen y en los trayectos hasta llegar a España. De ello, unas veces hablan y otras no. Intentan salir adelante en nuestro país superando las muchas dificultades que se les presentan. Como consecuencia de ello, tienen mucho interés en aprender y son muy agradecidas con quienes intentamos ayudarles.
Conocimiento de gran valor
Para quienes trabajamos como voluntarios en este programa constituye un gran motivo de satisfacción poder colaborar con estas personas, de distintos países y continentes, de diferentes religiones y creencias, culturas y tradiciones, mostrándoles algo tan básico como lo que aprendimos cuando éramos niños: a leer, a escribir, a contar y a hablar correctamente. Son unos conocimientos muy fáciles para nosotros, y el tiempo semanal que dedicamos a ellos y a la preparación de las clases es muy poco. Y, sin embargo, se transforma para ellos y ellas en un conocimiento de gran valor.
Animo a todas las personas que puedan dedicar un tiempo a esta u otras actividades similares, especialmente a las más jóvenes, a que se decidan a hacerlo, pues aprenderán mucho de distintos aspectos de la realidad actual que no se conocen a través de las personas que componen nuestro entorno habitual, ni a través de los medios de comunicación o las redes sociales. Conoceréis cómo son, cómo piensan, qué les preocupa y a qué aspiran, muchas de las personas que viven y van a seguir viviendo con nosotros, en la misma sociedad.
La sonrisa y la mirada
La pandemia que venimos sufriendo hizo que el pasado mes de marzo tuviéramos que suspender las clases, como toda la actividad lectiva en general, y que no pudiéramos arbitrar un sistema de educación online por las características especiales del colectivo. Fue una verdadera pena. Gracias a Dios, pudimos iniciar este curso en octubre con actividad presencial y con todas las medidas sanitarias establecidas —mascarillas, limpieza de los puestos de clase, ventilación e imposibilidad de intercambiar materiales—. Todo ello supone complicaciones en la puesta en práctica, pero hemos ido asumiéndolas para preservar el fin principal de impartir los cursos y colaborar en la integración social de las personas atendidas.
Decía antes que las personas usuarias de este servicio resultan ser muy agradecidas, y eso lo expresan de forma reiterada y especialmente al final de cada clase, con una sonrisa sincera y cordial, que resulta impagable. Las mascarillas de los últimos meses impiden que nos veamos buena parte de las caras y por lo tanto hace que las sonrisas sean invisibles, pero traducimos la misma gratitud en las miradas dulces y profundas que nos dirigen.
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