INTELIGENCIA «PASTORAL» Jorge A. Sierra (La Salle)Descarga aquí el artículo en PDF
Jorge A. Sierra (La Salle)
Reconozco que en general soy bastante reacio a usar la palabra «inteligencia» para aspectos que no estén directamente relacionados con lo cognitivo, porque si ya es difícil definir qué es ser inteligente, no te digo nada hablar de «otras» inteligencias. Incluso la tan exitosa propuesta de Howard Gardner, las «inteligencias múltiples», está en desuso, al carecer de fundamento científico. Sin embargo, para una reflexión que no busque tanta seriedad nos puede resultar inspirador hablar de que los comportamientos inteligentes no solo tienen que ver con lo cerebral, sino también con el resto de las dimensiones humanas, también para lo emocional y lo relacional, es decir, para lo comunitario.
Hace unas semanas tuve la oportunidad de dialogar sobre los retos morales y éticos de la Inteligencia Artificial con alumnos de Bachillerato del colegio San Eutiquio-La Salle de Gijón, que además habían preparado muy bien su proyecto. El potencial de la IA es innegable, aunque, como dice algún pensador, de momento no es tanto «inteligente» como «resultona», es decir, mera apariencia. Así que la pregunta central del debate fue «¿qué es ser inteligente?» o, dicho de otra forma, «¿es la inteligencia la capacidad que nos hace humanos?».
Comenzamos recordando que, como animales racionales, es precisamente esa capacidad de pensar, de reflexionar, de ser inteligentes la que nos hace humanos. Después, a pesar de los reparos que me da siempre su pensamiento, recordamos lo que dijo Freud al respecto y que tan bien nos recordaba la Fundación ONCE en su anuncio de 2010: el comercial, que comienza con imágenes reales de la vida de Freud, recuerda la ocasión en la que un periodista le preguntó qué era para él una persona sana, madura e integrada en la sociedad. La respuesta del psicoanalista fue clara: «cualquier persona capaz de amar y trabajar».
Competencia para reconocer, entender y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás
Estamos hablando entonces de otra clase de inteligencia. Algunos la han llamado «inteligencia emocional» (IE, en definición de D. Goleman), pero más allá del nombre no deja de ser de vital importancia. En un mundo cada vez más interconectado, la capacidad de establecer y mantener relaciones sanas es fundamental, especialmente en el contexto de grupos juveniles. Así, podemos definir esta «capacidad de amar y trabajar» como la competencia para reconocer, entender y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás. A medida que navegamos por las complejidades de la vida social, académica y personal, esta «inteligencia» se convierte en una herramienta esencial para construir relaciones fuertes y cohesionadas.
Según Goleman la IE se compone de varios elementos interrelacionados: autoconciencia, autorregulación, motivación, empatía y habilidades sociales. Así que el siguiente paso en el debate fue buscar ejemplos de cómo crecer en estos elementos de forma realmente inteligente: reconocer y comprender nuestras propias emociones, controlar y ajustar nuestras emociones, evitando respuestas impulsivas y promoviendo una resolución de conflictos más efectiva, buscar mejorar todas nuestras habilidades y conectar profundamente con los iguales, fomentando relaciones basadas en la comprensión y el apoyo mutuo.
A la pregunta de si en su periplo educativo habían recibido equipamiento para crecer en esas capacidades, algunos de los alumnos subrayaron cómo este aprendizaje se había dado menos en el aula que en todo el contexto, especialmente en las actividades de educación en el tiempo libre y deporte. Así que la pregunta vuelve a nuestra labor como acompañantes de jóvenes: ¿pueden nuestras ofertas de pastoral juvenil ayudar en esto? Sin duda, no solo pueden, sino que deben incluir todas estas competencias, porque es casi imposible que haya anuncio del Evangelio de Jesús si no hay relaciones sanas, basadas en la comprensión y el apoyo mutuo, que son las que contribuyen a una mayor satisfacción y felicidad.
Estas relaciones no se pueden dar sin mejorar nuestras herramientas de comunicación (y no estoy hablando de actualizar el WhatsApp, por cierto, una gran fuente de malentendidos), sino de una «comunicación efectiva», clara y respetuosa, especialmente en los inevitables conflictos, propios de cualquier grupo. Crear un ambiente donde los jóvenes se sientan seguros para expresar sus emociones y preocupaciones es esencial. Fomentar la comunicación abierta y el diálogo constructivo puede ayudar a los jóvenes a desarrollar habilidades de comunicación efectivas y a gestionar conflictos de manera saludable.
Tampoco puede darse si no hay heterogeneidad en nuestros grupos, es decir, inclusión y acogida incondicional, partiendo de diversos contextos culturales, intereses y personalidades. Nuestros grupos (y por esta razón entre otras lo online no compensa todo), son una base necesaria para crear relaciones sanas y una red de apoyo fuerte. Estas redes proporcionan un sentido de comunidad y pertenencia, lo que es especialmente importante durante la adolescencia y la juventud.
Ya en la última fase del debate, buscamos ejemplos de personas conocidas que muestren estas habilidades inteligentes de forma natural (¡curioso cómo empezamos hablando de la inteligencia artificial y terminamos hablando del día a día!). En varios casos surgieron ejemplos de programas de televisión (MasterChef fue uno de los más comentados, no siempre para bien), de youtubers (que tampoco salieron muy bien parados) e incluso de sabiduría natural de algunos de nuestros abuelos (gracias a Dios, la familia sigue ahí). Hasta que nos dimos el regalo de descubrir un comportamiento realmente inteligente, «capaz de amar y trabajar» y, de paso, de resolver un conflicto. Los protagonistas en este caso son dos futbolistas (sí, hay inteligencia en fútbol): os invito primero a verlo en el enlace del QR adjunto (https://www.youtube.com/watch?v=OOeqweKjN1I).
¿Qué hemos visto? En mi opinión, una forma muy inteligente de resolver un conflicto, con humildad, elegancia… y aprecio sincero. ¡Componentes imprescindibles en una «inteligencia pastoral»!
Es casi imposible que haya anuncio del Evangelio de Jesús si no hay relaciones sanas.