Hoy el evangelio nos habla de marcar la diferencia. Pero una diferencia diferente. Me explico.
Nuestra época es curiosa. Exaltamos la diferencia, el derecho a ser diferente. Se va haciendo viral esta frase: “No se trata de tener derecho a ser iguales sino de tener igual derecho a ser diferentes”.
Pero me da la impresión de que aceptamos la diferencia con tal de poder seguir siendo indiferente a esa diferencia. Sí, creo que esa es la única aceptación de la diferencia que aceptamos, y hacerlo está ya a nivel de los más grandes principios pseudo-espirituales del momento. Aceptamos todas las diferencias, cuantas más mejor pero con una condición: que no me molesten, que no me hagan pensar, que no me cuestionen… que pueda ser indiferente a esa diferencia, que no me haga pensar en qué novedad me aporta o que contradicción descubre en mí.
En cambio esas diferencias que me incomodan, esas las destruimos y nos inmunizamos ante ella con nuestra indiferencia.
Hubo tiempos en que algún filósofo llegaba a reconocer que “el infierno son los otros”: se reconocía la tremenda molestia del otro. Hoy en cambio, los otros están ahí fuera, y no son ni infierno, ni misterio, ni deseo, ni amigo. Son diferentes, son otros, pero su alteridad no nos saca de nuestro egocentrismo. Más que diferentes son indiferenciados.
A ver si me hago entender mejor con algún ejemplo: la convivencia de una pareja que se quería asumía la diferencia y la integraba. Hoy parece que cualquier negatividad surgida de las necesarias diferencias a compatibilizar en la relación, puede ser excusa para dar por terminada la relación. Tú ahí con tu diferencia, que yo sigo con la mía. Se da por sentado que el amor no puede funcionar, a causa de las diferencias.
Los inmigrados que se sueñan iguales a nosotros y nos traen su diferencia, son expulsados con nuestra indiferencia, que no abre puertas a su fuerza de trabajo, ni a sus espiritualidades, ni a sus hambres de amistades, ni a sus hambres de comida. No, su diferencia cuestiona, y por eso no se aceptan.
Y tampoco gusta, no, nuestra diferencia de cristianos, y se nos castiga sin persecución, con la indiferencia. Se nos neutraliza con un gran deseo de aceptar al diferente siempre que no tenga esta diferencia inoportuna de amar tanto y a todos/as.
Vuelvo al Evangelio cuando nos invita a hacernos fuertes en esa diferencia: ¿No hacen eso mismo los publicanos? Amar a los que te aman, invitar a los que luego te invitarán a ti, devolver al mal con más mal… ¿no hace eso todo el mundo, aún con sus supuestas diferencias? Se trata de ser diferente para estar en lo profundo con el diferente. Se trata de acercarte al otro y así encontrarte, aprovechar cada encuentro con el otro para beber del otro y su misterio. Dame de beber, decía este Jesús, aun teniendo él mucho que dar.
Y si te ponen pleito, sigue ahí, con una respectividad incondicionalmente positiva hacia la otra persona. Es esa actitud de amar al prójimo como a ti mismo, que copió Jesús de esta primera lectura del Levítico.Es ese amor, tan renovadamente diferente siempre.
Primera lectura
Lectura del libro del Levítico (19,1-2.17-18):
EL Señor habló así a Moisés:
«Di a la comunidad de los hijos de Israel:
“Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 102,1-2.3-4.8.10.12-13
R/. El Señor es compasivo y misericordioso
V/. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
V/. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.
V/. El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.
V/. Como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que lo temen. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,16-23):
HERMANOS:
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros.
Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio.
Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia». Y también:
«El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce
que son vanos».
Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo Y Cristo de Dios.
Palabra de Dios
Evangelio
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
Palabra de Dios