IDENTIDAD – Maria José Rosillo

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Maria José Rosillo

rosillotorralba@gmail.com

¿Quién soy entonces? Debía conseguir sanar la herida de la devastación producida por mi identidad homosexual revelada y mi vocación religiosa. Una herida sangrante y profunda, al mismo tiempo reconfortada por su Presencia, que nunca deje de sentir. Y se hacía necesario de nuevo acudir a mis fuentes, a los documentos conciliares, a la Biblia. Deseaba con todas mis fuerzas ser aceptada en mi Iglesia. Salir de ella no era una opción.

La Iglesia se dice en diálogo y comparte lo mejor de sí misma

La constitución pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, y luego el papa Francisco, ratifica que «la dignidad humana es inalienable, porque ha sido creada a imagen de Dios», fundamento de toda la vida social y determina los principios operativos.

Por otra parte, desde el sacramento del Bautismo la persona se hace cristiana, y esto significa que se conforma con Cristo y se hace miembro del Pueblo de Dios. Además, afirma esto del sacramento de la Confirmación: «La Confirmación, es una señal visible del don invisible».

«De este modo —precisa el Pontífice— el sacramento se confiere con la unción del santo crisma en la frente y pronunciando estas palabras: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”. Es una señal visible del don invisible. La Confirmación es un momento de la iniciación cristiana. Bautismo y Confirmación son sacramentos de la iniciación cristiana que están íntimamente unidos entre sí, de tal modo que conducen a los fieles a aquella plena madurez cristiana por la que pueden cumplir, en la Iglesia y en el mundo, la misión propia del Pueblo de Dios». Y a ello se le une la Eucaristía. Podemos decir que en realidad somos bautizados y confirmados para poder celebrar la Eucaristía.

La Confirmación aparece como el sacramento del don del Espíritu. Pero este Espíritu que hay que recuperar es el que se encuentra en conexión íntima con el acontecimiento de Cristo. 

La Confirmación es el sacramento de la misión pentecostal de la Iglesia. Se trata de la iniciación en una comunidad que tiene que desarrollar una misión a la luz del misterio de Cristo y del Espíritu culminado en Pentecostés. 

La representación universal solo es posible por el Espíritu Santo, estando la universalidad ligada esencialmente a su persona. Es un universalismo que rompe los moldes del Antiguo Testamento (cf. Hch 1,8), universalismo del que nada queda excluido en el espacio, en el tiempo, en las cosas, en las personas. Hay que hacer por ello que todos los cristianos ofrezcan la pluralidad de sus carismas de cara a esa misión de la Iglesia.

La apertura acogedora de la Iglesia trata de mostrar cuán importante es cada nuevo miembro a los ojos del Señor. Para que el otro se revele a sí mismo, la Iglesia se revela a sí misma, se dice en diálogo y comparte lo mejor de sí misma.

Estos eran algunos de los documentos que yo iba estudiando e interiorizando. Era una persona bautizada y confirmada en mi fe católica. Por tanto, me sentía legitimada como miembro activo de mi Iglesia y con una misión clara: la extensión del Reino en el mundo desde donde me permitiera mi vida diaria. No había más duda al respecto. No tenía ningún problema más de identidad. En estos textos de sentido de pertenencia a la Iglesia, no se decía nada de «cuáles eran mis sentimientos de afecto hacia las personas», por tanto, debía ser que no era relevante o excluyente. 

Así comenzó mi fase de identificación que fue reforzándose con los años. Jamás me planteé salir de mi Iglesia o marcharme a otra confesión religiosa más permisiva. 

El siguiente paso: encontrar referentes bíblicos que no identificaran homosexualidad con pecado. Realmente me costó encontrarlos. Pero aparecieron como luz en medio de las tinieblas y los interpreté como respuesta a mis oraciones. 

La Biblia ofrece textos que conducen hacia esa Iglesia inclusiva que necesariamente va configurándose.

  • David y Jonathan: 1 Samuel 18,1-4 y 2 Samuel 1,26 
  • Rut y Noemí: (Libro de Rut): Rut 1,16-17
  • El milagro de Jesús al criado del centurión (Mateo 8,6-13) y paralelo (Lucas 7,1-10)

Estos textos son una oportunidad para replantearnos el concepto de homosexualidad y el vínculo entre las personas en cuyas vidas Dios, lo divino, está permanentemente presente.

Los referentes bíblicos aparecieron como luz en medio de las tinieblas