Humanizar la vida – Iñaki Otano

Iñaki Otano

En aquel tiempo se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos). (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones de lavar vasos, jarras y ollas). Según eso, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores?”. Él les contestó: “Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:

‘Este pueblo me honra con los labios, / pero su corazón está lejos de mí. / El culto que me dan está vacío, / porque la doctrina que enseñan / son preceptos humanos’.

Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres”.

En otra ocasión llamó Jesús a la gente y les dijo: “Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro” (Mc 7,1-8a. 14-15. 21-23).

Reflexión:

Los fariseos y letrados pensaban que había una autoridad externa a la persona que tenía que dictar hasta el detalle de conducta más minucioso. La propia conciencia quedaba anulada por una ley de hierro que no admitía ningún resquicio. Aquello era agobiante y un arma en manos de los que arbitrariamente dominaban las voluntades.

          Jesús, por el contrario, enseña que el culto a Dios no puede estar hecho del cumplimiento puramente externo de unas normas sin alma ni corazón.

          Un principio básico de la moral católica es que, si un comportamiento resulta inadmisible no es porque esté prohibido, sino que está prohibido por su carácter destructor para el hombre. Santo Tomás de Aquino decía que “el que evita el mal no por ser mal, sino porque está mandado, no es libre; pero quien lo evita por ser un mal, ése es libre”.

          Jesús se empeña en humanizar la vida de las personas. De nada que deshumanice, que haga daño a la persona, podrá decirse que lo manda el evangelio. Cuando en alguna ocasión surge en nosotros la duda de si determinada conducta agradará a Dios, podemos estar seguros de que agrada a Dios si contribuye al bien profundo de la persona.

          A veces ese bien profundo puede exigir la renuncia a lo que superficialmente parece un bien pero que está impidiendo la auténtica   realización  propia y la de los otros.

          Las normas deben ayudar a clarificar el camino del bien y a buscar la verdadera libertad. Si lo único que hacen es añadir nuevas cargas sin una visión humanizante, están muy lejos del evangelio.