Es en su tierra donde Jesús realizará otro de sus signos poco antes de la Pasión. Concretamente en Caná, allí donde, en aquella boda, había comenzado su hora pública. En su tierra, en Galilea, de donde tuvo que salir apresurado ante el rechazo de sus vecinos, aquel día tras leer en la sinagoga. Y allí, se produce un encuentro con un «extranjero».
Momento de enfermedad, tragedia y tristeza, como el que estamos viviendo ahora la humanidad entera, en plena crisis sanitaria. Momento de debilidad humana, que impulsa al hombre a buscar a Jesús y a pedirle confiadamente la curación de su hijo. Jesús es para él refugio sanador, fuente de vida. Así lo acoge Jesús que, sin necesidad de ir con Él, le da una palabra de promesa: tu hijo está curado.
Es la fe del hombre el centro de este relato. Un hombre que cree a Jesús y se pone en camino. ¿Cómo es la nuestra? ¿Creemos también? ¿Confiamos en que Jesús nos tiene de su mano? ¿Acudimos a Él, le ponemos nuestra vida delante y confiamos en su Palabra? ¿O somos como aquellos vecinos que, con prejuicios, ya habían decidido que era imposible que un milagro aconteciera?
Un abrazo fraterno – @scasanovam
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