Hay novedad. Si Jesús ha llegado a tu vida, hay novedad, hay alegría, hay derroche, hay don. Jesús marca claramente las distancias con el grupo de Juan el Bautista. Hoy, en la lectura, se percibe esa diferencia entre discípulos de uno y de otro. Juan el Bautista y los suyos parecen ayunar para estar preparados para la llegada del Reino. Es el «conviértete para que llegue el Reino» que proclama el Bautista. Jesús da un giro y su «puesto que el Reino ha llegado, conviértete» empapa también al ayuno y al resto de la Ley.
Y en eso quiero centrarme hoy. En tomar conciencia de la presencia de Jesús en mi vida. Y en la novedad que trae cada día. Porque ser consciente de su presencia y de su acción en mí, será el motor para todo lo demás. Un ayuno sin Jesús no tiene sentido. Un ayuno que no parte del don previo de su encarnación, de su vida, de su amor… ¿qué sentido tiene? Jesús da sentido a todo. Me da la fuerza para afrontar mi trabajo como misión, me regala la alegría que se desborda entre los que me rodean, me da la fuerza para sostenerme en los rincones del camino más torcidos y oscuros. Jesús me abraza, ha venido a por mí y me ama pese a mis pecados y mi dejadez, mi olvido, mi traición.
Por eso ayunar tiene sentido hoy. Por eso hoy quiero participar de eso. Por eso quiero no perder el centro y dejarme llevar por sensaciones y satisfacciones que parecen sustituir muchas veces al Señor. La sobreabundancia de Jesús me da la vida. La sobreabundancia del bienestar del mundo, me atora y me consume.
Un abrazo fuerte – @scasanovam
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