Homilía en la jornada adolescente, Una gran responsabilidad – Papa Francisco

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Queridos muchachos: Qué gran responsabilidad nos confía hoy el Señor. Nos dice que la gente conocerá a los discípulos de Jesús por cómo se aman entre ellos. En otras palabras, el amor es el documento de identidad del cristiano, es el único “documento” válido para ser reconocidos como discípulos de Jesús. Es el único documento válido.

Si este documento caduca y no se renueva continuamente, dejamos de ser testigos del Maestro. Entonces les pregunto: ¿Quieren acoger la invitación de Jesús para ser sus discípulos? ¿Quieren ser sus amigos fieles? El amigo verdadero de Jesús se distingue principalmente por el amor concreto, no el amor en las nubes que resplandece en su vida. El amor siempre es concreto, lo que habla del amor y no es concreto es telenovela, un romance. ¿Quieren vivir este amor que él nos entrega? Quieren o no quieren. Entonces, frecuentemos su escuela, que es una escuela de vida para aprender a amar. Esto es un trabajo de todos los días, aprender a amar.

Ante todo, amar es bello, es el camino para ser felices. Pero no es fácil, es desafiante, supone esfuerzo. Por ejemplo, pensemos cuando recibimos un regalo: esto nos hace felices, pero para preparar ese regalo las personas generosas han dedicado tiempo y dedicación y, de ese modo regalándonos algo, nos han dado también algo de ellas mismas, algo de lo que han sabido privarse.
Pensemos también el regalo que vuestros padres y animadores les han hecho, al dejarles venir a Roma para este Jubileo dedicado a vosotros. Han programado, organizado, preparado todo para vosotros, y esto les daba alegría, aun cuando hayan renunciado a un viaje para ellos. Esto es lo concreto del amor. En efecto, amar quiere decir dar, no solo algo material, sino algo de uno mismo: el tiempo personal, la propia amistad, las propias capacidades.

Miremos al Señor, que es invencible en generosidad. Recibimos de él muchos dones, y cada día tendríamos que darle gracias. Quisiera preguntarles: ¿Dan gracias al Señor todos los días? Aun cuando nos olvidemos, él no se olvida de hacernos cada día un regalo especial. No es un regalo material para tener entre las manos y usar, sino un don más grande para la vida. Nos regala, ¿qué nos regala?, nos regala su amistad fiel, es siempre un amigo el Señor que no la retirará jamás. Aunque lo decepciones y te alejes de él, Jesús sigue amándote y estando contigo, creyendo en ti más de lo que tú crees en ti mismo. Y esto es muy importante.

Porque la amenaza principal, que impide crecer bien, es cuando no le importas a nadie. Es triste esto. Cuando te sientes marginado. En cambio, el Señor está siempre junto a ti y está contento de estar contigo. Como hizo con sus discípulos jóvenes, te mira a los ojos y te llama para seguirlo, para «remar mar a dentro» y «echar las redes» confiando en su palabra; es decir, poner en juego tus talentos en la vida, junto a él, sin miedo. Jesús te espera pacientemente, espera una respuesta, aguarda tu “sí”.

Queridos chicos y chicas, a la edad vuestra surge de una manera nueva el deseo de afeccionarse y de recibir afecto. Si van a la escuela del Señor, les enseñará a hacer más hermosos también el afecto y la ternura. Les pondrá en el corazón una intención buena, esa de amar sin poseer: amar sin poseer, de amar a las personas sin desearlas como algo propio, sino dejándolas libres. Porque el amor es libre, no existe amor si no es libre.

Esa libertad que el Señor nos deja cuando nos ama. Él está siempre cerca de nosotros. Existe siempre la tentación de contaminar el afecto con la pretensión instintiva de tomar, de “poseer” aquello que me gusta. Y esto es egoísmo. Y también la cultura consumista refuerza esta tendencia. Pero cualquier cosa, cuando se exprime demasiado, se desgasta, se estropea; después se queda uno decepcionado con el vacío adentro. Si escuchas la voz del Señor, te revelará el secreto de la ternura: interesarse por otra persona. Quiere decir respetarla, protegerla, esperarla. Y esto es lo concreto de la ternura y del amor.

En estos años de juventud ustedes perciben también un gran deseo de libertad. Muchos les dirán que ser libres significa hacer lo que se quiera. Pero en esto se necesita saber decir no. Si tu no sabes decir no, no eres libre, libre es quien sabe decir sí y sabe decir no.

La libertad no es poder hacer siempre lo que se quiere: esto nos vuelve cerrados, distantes y nos impide ser amigos abiertos y sinceros; no es verdad que cuando estoy bien todo vaya bien. No, no es verdad.

En cambio, la libertad es el don de poder elegir el bien. Esto es libertad, es libre quien elige el bien, quien busca aquello que agrada a Dios, aun cuando sea fatigoso. No es fácil. Pero creo que ustedes no tienen miedo de las fatigas, son valientes, son valientes. Solo con decisiones valientes y fuertes se realizan los sueños más grandes, esos por los que vale la pena dar la vida. Decisiones valientes y fuertes.

No se contenten con la mediocridad, con “ir tirando”, estando cómodos y sentados; no confíen en quien les distrae de la verdadera riqueza, que son ustedes, cuando les digan que la vida es bonita solo si se tienen muchas cosas; desconfíen de quien quiera hacerles creer que son valiosos cuando los hacen pasar por fuertes, como los héroes de las películas, o cuando llevan vestidos a la última moda. Vuestra felicidad no tiene precio y no se negocia; no es una “app” que se descarga en el teléfono móvil: ni siquiera la versión más reciente podrá ayudaros a ser libres y grandes en el amor. La libertad es otra cosa.

Porque el amor es el don libre de quien tiene el corazón abierto; el amor es una responsabilidad bella que dura toda la vida; es el compromiso cotidiano de quien sabe realizar grandes sueños. Pobres los jóvenes que no saben, no osan soñar. Si un joven a vuestra edad no sabe soñar ya está jubilado. No sirve.

El amor se alimenta de confianza, de respeto y de perdón. El amor no surge porque hablemos de él, sino cuando se vive; no es una poesía bonita para aprender de memoria, sino una opción de vida que se ha de poner en práctica. ¿Cómo podemos crecer en el amor? El secreto está en el Señor: Jesús se nos da a sí mismo en la Santa Misa, nos ofrece el perdón y la paz en la confesión. Allí aprendemos a acoger su amor, hacerlo nuestro, y a difundirlo en el mundo. Y cuando amar parece algo arduo, cuando es difícil decir no a lo que es falso, miren la cruz del Señor, abrácenla y no dejen su mano, que les lleva hacia lo alto y levántense cuando se caigan.

En la vida siempre se cae porque somos pecadores, somos débiles, Pero está la mano de Jesús que nos levanta cuando nos caemos. Jesús nos quiere de pie. Esa palabra hermosa que Jesús le decía a los paralíticos ‘levántate’. Dios nos creó para estar de pie.
Hay una linda canción de los alpinos, cuando suben las montañas y dice: ‘En el arte de subir lo importante no es no caer, sino no permanecer caídos”. Debemos tener el coraje de levantarnos, de dejarnos levantar por la mano de Jesús, y esta mano viene muchas veces de la mano del amigo, de los papás, de quienes nos acompañan en la vida, el mismo Jesús también está allí. Levántense, Jesús les quiere de pie, siempre de pie.

Sé que son capaces de gestos grandes de amistad y bondad. Están llamados a construir así el futuro: junto con los otros y por los otros, pero jamás contra alguien. No se construye contra, esto se llama destrucción. Harán cosas maravillosas si se preparan bien ya desde ahora, viviendo plenamente vuestra edad, tan rica de dones, y no temiendo al cansancio.

Hagan como los campeones del mundo del deporte, que logran llegar a las metas altas entrenándose con humildad y duramente todos los días. Que vuestro programa cotidiano sea las obras de misericordia. Entrénense con entusiasmo en ellas para ser campeones de vida, campeones de amor. Así seréis conocidos como discípulos de Jesús. Así tendrán el documento de identificación de los cristianos y os aseguro que vuestra alegría será plena.

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