Joseph Perich
Una niña jugaba en su habitación confeccionando, con papel de periódico, un sombrero, un barco… y un “hombrecito”.
La niña, con su hombrecito de papel de periódico, bajó al parque para jugar con sus amigos. El hombrecito quería que aquellos niños estuvieran contentos. Y empezó a contar las historias que sabía: guerras, miserias, catástrofes…
Los niños se pusieron muy tristes. El hombrecito de papel pensó: lo que yo sé, no es bueno porque causa tristeza.
Se despidió. Y paseando por la calles vio una lavandería. Entró. Aquí podrán borrar todas las cosas que llevo escritas, todo aquello que hace llorar a los niños, pensó. A la salida, nadie lo hubiera reconocido. Estaba blanco como la nieve. Dando brincos, se dirigió al parque. Los niños le rodearon muy contentos. Sin embargo, cuando quiso hablarles, de su boca no salía ni una palabra. Se sintió vacío por dentro y por fuera. Y, muy triste, dio media vuelta, pero ahora hacia el campo.
De repente se sintió feliz y sonreía, pensando que tenía un gorrión en el bolsillo… Y empezó a empaparse de todos los colores que veía en el campo. Más tarde, se fue llenando de nuevas palabras. Cuando estuvo lleno volvió al parque con los niños.
El hombrecito de papel de periódico les habló de las personas que trabajan por los demás para construir un mundo más justo, bello y libre. Se puso muy tierno cuando les hablaba de las flores, de los gorriones, de los peces del río y del mar… Los rostros de los niños y del hombrecito de papel de periódico expresaban una sonrisa radiante. Cogidos de la mano cantaron y bailaron. A partir de aquel anochecer, el hombrecito de papel de periódico hizo llover a diario sobre la ciudad un sinfín de color y alegría.
Refexión:
Este muñeco de papel de periódico ha quedado impregnado de lo que le llega por los medios de comunicación: un «tsunami» de malas prácticas (por ser suaves), nada alentadoras en estos momentos críticos para gran parte de la población. Su gran suerte fue que no había perdido la sensibilidad por los más pequeños (leemos en ella: muchas son las personas recientemente despedidas de las empresas Tetri de Maçanet o de la Inditex de Tordera. También son muchos los internados en residencias de ancianos que por los «recortes» han de retornar a su casa en condiciones más que precarias…).
El muñeco de papel de periódico se dio cuenta de que el llanto de aquellos niños no era más que el reflejo de la «mala noticia» que su presencia despertaba en todos ellos. Aprovechó una rendija de luz que le llegó para dar un golpe de timón y emprender un camino «cuaresmal», no sé si de cuarenta días o más, que le llevaría a una providencial «lavandería» para hacer un «reset» o, mejor dicho, un «reciclaje». No sé si por el camino se encontraría con algún «profeta» o con el Dalai Lama, que afirma: «Los hombres pierden la salud para ganar dinero, después pierden el dinero para recuperar la salud. Tienen miedo de pensar demasiado en lo que les deparará el futuro, se olvidan del presente de tal modo que al final no viven ni el presente ni el futuro, y viven como si nunca fueran a morir… y mueren como si nunca hubiesen vívido». Quizá puedan expulsar esa «mala impresión» de su cuerpo para oír latir, por primera vez, a su corazón que le decía bajito al oído: Se trata de «vivir más sencillamente para que otros puedan, sencillamente, vivir».
Nuestro amigo el muñeco, y digo «amigo» porque en el fondo debe ser un reflejo de lo que nos pasa o nos puede pasar. Tras salir de la «lavandería» ya no era el mismo. Se dejó impregnar de ese valioso lenguaje no verbal presente tras cada persona y de cada evento, y que sólo se puede almacenar en el «corazón», pasando por «cabeza».
Acabo de tener una conversación nada fácil con una persona con la que tengo discrepancias. Lo que sí puedo decirte es que al despedirnos nos cruzamos una cómplice mirada, de esas que llegan a iluminar el corazón del otro, mientras leía en la pantalla de mi cerebro: «¡Qué persona más sincera, honrada y solidaria! Contigo me siento en comunión, más allá de las diferencias. ¡Soy feliz!». Estoy convencido de que ella pensó lo mismo.
Algo parecido y de forma colectiva habría pasado en aquel encuentro del muñeco de papel «reciclado» con aquellos niños merecedores de una compañía gratificante que los devolviera la sonrisa. Sí, «… en las grietas de este» sistema de muerte «hay» signos de vida»; en este inmenso mar lleno de náufragos hay gente que se las ingenia y se organiza para navegar; en medio del ojo del huracán ya se vislumbran «islas de esperanza» hacia dónde dirigir el rumbo; en el interior del cautiverio surgen «zonas liberadas»; en medio de la apatía generalizada hay todavía capacidad de indignación ciudadana… Todas estas realidades son anticipaciones históricas del Reino de Dios. Esperamos, con una confianza terca y activa, que el germen del Reinado de Dios siga actuando en uno mismo y en los demás».
(Cuadernos CJ, núm. 178, p. 13. F. Javier Vitoria. «Vientos de cambio»)
¡Vaya plan! mi propósito al comenzar el escrito era hablar de la Cuaresma y ahora me doy cuenta de que no he hecho «los deberes». Bien mirado, lo que acabas de leer no podría ser, en parte, la «falsilla» o la «música de fondo» de la Cuaresma 2013 Por si no te convence del todo, te regalo lo que DietrichBonhoeffer, pastor protestante alemán, escribió desde una prisión nazi:
«Cuando uno ha renunciado del todo a ser algo, […] entonces se deja todo en las manos de Dios, ya no nos tomamos en serio nuestros propios sufrimientos, sino los sufrimientos de Dios en el mundo; entonces velamos con Cristo en Getsemaní. Creo que esto es la fe, y así nos hacemos hombres cristianos ».