Joseph Perich
Un hombre vivía felizmente cuando de repente, mientras descansaba, un resplandor iluminó su habitación y una voz le dijo:
–“Tengo un trabajo especial para ti. Irás a un lugar remoto donde encontrarás una gran roca. Tu misión será empujarla con todas tus fuerzas”.
El hombre, dejando amigos y hacienda, se puso en camino hacia aquellas lejanas tierras e hizo, día tras día, lo que se le pidió, ante la indiferencia y asombro de muchos, ante la risa y las dificultades de otros. El hombre empujaba la fría y pesada piedra con todas sus fuerzas… y ésta no se movía. Todas las noches el hombre regresaba a su casa muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano. Por su mente llegaron a circular pensamientos como este:
-«Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido… déjalo ya. Date la buena vida y olvídate de todo”.
El hombre pensó en poner en práctica esto, pero antes decidió elevar esta plegaria:
-«Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado todas mis fuerzas para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni siquiera un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado?”.
La respuesta no se hizo esperar:
–Cuando te hice la propuesta, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar. Ahora vienes a mi sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste? Mírate ahora: tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto robustas, tu corazón lleno de ideales. Y mira a tú alrededor: hay otras personas que empujan a multitud de rocas, sin que tú lo sepas, siguiendo tu ejemplo. A pesar de la adversidad, has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez. Ahora me toca a mí echar una mano y mover la roca».
Reflexión:
En una de las emisoras de radio catalanas de más audiencia hablan de la natación sincronizada, de la olímpica Gemma Mengual …
Preguntan a un entrenador de jugadores de élite que le diría a un chico o chica que quiera ser campeón de alta competición. Respuesta contundente:
- Primero, deshazte de lazos familiares y piensa sólo en ti. Aprende a ser egoísta.
- Segundo, deshazte de compromisos con los amigos; piensa sólo en ti. Aprende a ser egoísta.
- Tercero, desvincúlate de entidades o asociaciones y piensa sólo en ti. Aprende a ser egoísta.
- Cuarto,… cierro la radio.
¡No puedo más! ¿Así que las emociones deportivas de los éxitos que nos venden los medios de comunicación tienen este origen «envenenado»? Imagino que no se puede generalizar, pero ahora entiendo aquella información reciente en la que se decía que una deportista china no se enteró de la muerte de su abuelo hasta un año después.
Entonces los ciudadanos «normales», ¿no nos podemos poner metas importantes sin caer en esta trampa y tener que pasar por la piedra del egoísmo? Cuando los ciudadanos «normales» nos cae un «imposible» (rotura familiar, enfermedad irreversible grave, paro…), ¿tenemos que recurrir al «piensa sólo en ti, sé egoísta?»
El triunfo o el fracaso de una vida, como hemos visto en el cuento, no se juegan en el hecho de conseguir el éxito sino en el trozo de camino recorrido con dignidad hacia el objetivo. Precisamente la madurez es el arte de vivir en paz con lo que es imposible cambiar. Darse cuenta de que lo más importante no es mover la piedra sino empujarla. Y es que, como dice un compañero: ¿Quién hace esfuerzos para hacer versos no hace versos sino esfuerzos.
Un amigo al que se le acaba de diagnosticar un cáncer, me escribe: Desde el principio de verano mi oración son las palabras de Isaías 30,15: «La calma y la confianza son tu fortaleza. La paz y la suavidad son tu vida». ¿Quién duda que «la fe mueve montañas»? Llegan momentos en que la vida nos coloca de rodillas, nos pone en una situación de humildad y nos abre a la ayuda de los familiares, de los amigos, de una asociación, de Dios… ¡Qué fortuna para aquel que siempre los ha tenido cerca y ha construido fuertes lazos con todos ellos! Esta persona, más allá del desenlace final, podremos considerarla una «campeona de élite».
Y es que, como nos dice el misionero gerundense Pep Frigola: La fuerza y el milagro de la solidaridad consisten en esto: del trozo o pedazo de pan que tenemos y ofrecemos se hacen migajas; y las migajas de los unos se vuelven panes para los demás».