HERMOSURA COTIDIANA – Fernando Donaire, OCD

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HERMOSURA COTIDIANA

Fernando Donaire, OCD

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Despejemos la X. ¿De qué va la vida? La vida es como un oxímoron. ¿Qué es un oxímoron? Un recurso literario que junta contrarios creando una nueva realidad. A los poetas les encanta juntar términos imposibles y de repente se crea algo nuevo, distinto. San Juan de la Cruz es un maestro en ese arte: soledad sonora, toque delicado, regalada llaga. ¿Cómo podemos ser a la vez una cosa y su contraria? Porque somos humanos, porque hacemos camino, porque evolucionamos, porque cambiamos. Quizás esa sea el eje fundamental del aprendizaje. La aparente dualidad que nos unifica. Lo uno y lo contrario. Y cuando esas realidades se equilibran se convierten en poesía y pum, crean algo nuevo. Y no puede haber más novedad que en la Belleza. Belleza a la que san Juan de la Cruz suele llamar en sus escritos hermosura, y que considera constitutiva de la esencia misma de Dios. El término hermosura aparece 192 veces en toda la obra sanjuanista.

De lo que habla la boca rebosa el corazón. Lo bello, lo hermoso como fin al que buscamos llegar. La Hermosura es para el ser humano tan necesaria como el aire que respiramos. Sin la Belleza, esta vida no merecería la pena ser vivida. Pero, ¿está la Belleza al alcance de todos? Sí, lo está. De mil maneras, pero lo está. Buscar lo bello en aquello que hagamos. En política o en empresa, en sanidad o en filosofía, en cultura o en servicios. En cualquier ámbito que trabajemos necesitamos la Belleza como punto de anclaje. Y si nos acercamos a esa Belleza con mayúsculas… ¡Oh, entonces habremos encontrado el mejor destino porque en Dios descansa nuestro deseo y nuestro anhelo! ¡Hay que buscar la Belleza en todas sus manifestaciones! Porque cuando uno se convierte en buscador de belleza toda la vida gira en torno a la búsqueda de la verdad y en el afianzamiento de las virtudes afianzan el espíritu y nos llevan a la madurez. 

No hay que correr y llegar rápido a todos los lugares. Como apunta Alberto Morell: «una propuesta para nuestros tiempos rápidos es ir despacio. Despacio, poco a poco, constantemente. Porque no tener tiempo es como no tener nada. Y porque ir despacio no significa no llegar, sino llegar de la mejor manera posible, elegir hacer pocas cosas, que es una buena manera de hacer alguna de verdad». Tenemos todo el tiempo del mundo y a la vez el tiempo dura un suspiro. Otro oxímoron. Los antiguos pensaban que las tortugas eran animales eternos porque nunca alcanzaban a verlos morir y porque ninguna generación se acordaba de contarle a la siguiente que morían y que su tiempo era finito. Antonio Gaudí, el arquitecto de Dios, el hombre que imaginó la Sagrada Familia de Barcelona, puso como sustento de las dos grandes columnas de la puerta del Nacimiento a dos tortugas, una de mar y otra de río. Las dos siguen ahí con su mirada de piedra sosteniendo el tiempo y hablándonos de la fugacidad, de la rapidez, de lo sólido y de lo efímero. Como las tortugas, al crecer vamos cuidando el caparazón y ajustando el ritmo, amando la lentitud y reforzando nuestro interior. Y aunque la eternidad solo se nos regale en otra vida, viviremos el camino de la finitud con la esperanza de encontrarnos con Él.