HACIENDO PRESENTE AL AUSENTE RPJ 558 Descarga aquí el artículo en PDF
Pablo Romero
La Fundación UpToYou—presente en España, México, Brasil y Camerún—promueve la renovación de la educación partiendo de las emociones para el autoconocimiento y la mejora de las relaciones interpersonales. El punto de partida de esta renovación es el curso para educadores.
En una reunión de padres, una madre le dice al resto: «El otro día vi a mi hijo en su habitación tranquilo estudiando. Esto viene siendo una tónica durante los últimos meses. El chico está solo, en silencio estudiando y luego saca buenas notas. Da gusto verle».
Todos aplauden a ese niño, algunos con una pizca de envidia, y la mayoría piensan: «¡Qué joven tan modélico! ¿Qué más se puede pedir?».
Ciertamente algunos podrán pensar que un joven que se autorregula así su aprendizaje parece el alumno ideal, aprende así a trabajar solo y su rendimiento académico será exitoso, le irá bien en la vida…
Sin embargo, estamos valorando una realidad sin conocerla. Porque el joven puede tener muchas posibles motivaciones para ese estudio en solitario. Puede que le esté costando relacionarse con los demás y que use el estudio como un reducto de dorada soledad, o que estudie simplemente para la aprobación social de su familia, o que piense en su estudio para su puro beneficio personal futuro, etc.
«Somos incongruentes y necios cuando queremos promover un aprendizaje en clave puramente técnica. Sin querer, podemos estar promoviendo personas solitarias, que desde su caverna crecen para su propio beneficio. Estudiando así, lo que el niño está haciendo es aprender a dejar a la persona fuera de lo que estudia, y luego, en su ejercicio profesional actuará exactamente igual. Han aprendido a actuar como máquinas y luego actuarán así en sus profesiones» (Cf. Conoce lo que sientes, p. 98).
Creemos que el punto de partida de cualquier intervención educativa es la interioridad del educando
Por eso en UpToYou creemos que el punto de partida de cualquier intervención educativa es la interioridad del educando. «El ebanista ejerce su profesión con la madera. Si no tiene madera, no puede ser ebanista. Hará grandes diseños, pero no podrá construir nada. La madera con la que trabaja el educador es la mente del educando, su lógica interna. Sin conocer la interioridad del educando, no se puede ser su educador, a lo más que se puede llegar es a ser su instructor» (Cf. Encuentro interprocesual, p. 109).
Como educadores necesitamos conocer la madera con la que trabajamos. Y por eso, en nuestro análisis de cualquier situación, aparentemente positiva o negativa, proponemos comenzar con la pregunta: «¿Qué está viviendo el joven por dentro y cómo le puedo ayudar desde dentro?». Queremos promover un encuentro interior entre educador y educando.
Queremos promover un encuentro interior entre educador y educando
Volviendo a la escena inicial del joven estudiando en su habitación, «inicialmente no hay que aplaudir lo que sucede sino atenderlo. Entender el estudio como una mera adquisición de competencias para una autoconstitución personal puede traer como consecuencia muchos problemas. Por eso en vez de proponer educar en autorregular el aprendizaje proponemos educar en un aprendizaje que haga presente al ausente» (Cf. Conoce lo que sientes, p. 96).
¿En qué consiste «hacer presente al ausente»?
Todos tenemos experiencia de lo contrario, situaciones en las cuales una relación está rota y la persona trata de «hacer ausente al presente». Imaginemos por ejemplo que, fruto de una serie de desencuentros, una persona retira el saludo a alguien con quien se cruza. De alguna forma la persona está tratando de tapar el rostro de esa persona con la que se cruza, anularla, vivir como si no existiera. Por este motivo «hacer ausente al presente», intuimos que tiene algo de anti-humano.
Y, sin embargo, al hacer lo contrario y «hacer presente al ausente», podemos convertir cualquier pensamiento o acción en un acto de amor. Por eso se da la paradoja de que la soledad del alumno que estudia puede ser un acto profundamente cooperativo para el bien común.
La pregunta que surge es ¿cómo podemos vivir y educar «haciendo presente al ausente»?
Volviendo a la escena inicial del niño que estudia silencioso y «sin dar guerra» en la habitación, propondríamos a la madre que se acerque a lo que su hijo está viviendo por dentro. En ese diálogo entre la madre y el hijo, pueden irse enhebrando preguntas para ayudar en ese proceso de interiorización: ¿Cómo estás en el colegio? ¿Por qué estás estudiando tanto? ¿Cómo te sientes? ¿Cómo estás viviendo esta forma de estudiar? ¿Qué tal estás con los amigos? etc.
Puede que todo lo que vaya saliendo sea muy grato o puede que salgan vivencias concretas que no sean tan gratas. ¿Y si el niño está buscando con el estudio aislarse de la realidad? ¿Y está estudiando por miedo? ¿Y si aparece un estudio centrado en la gratificación social?
En cualquier caso, lo que emergerá con toda su fuerza en este proceso de interiorización es la complejidad personal. Y, junto con ella, surgirá el asombro al descubrir la íntima vida interior propia y del otro. A la madre se le abre el gran regalo de conocer la vida interior de su hijo. Y al hijo el descubrimiento en esa interioridad de caminos para crecer y estudiar de una forma nueva.
Lo que emergerá con toda su fuerza en este proceso de interiorización es la complejidad personal
En un segundo momento, en UpToYou proponemos que este encuentro interior entre educador y educando sea un trampolín para una toma de decisiones centrada en la mejora de las relaciones interpersonales.
Esta toma de decisiones irá orientada a promover la interdependencia de cualquier acto humano. Por eso la pregunta clave no será «¿qué tengo que hacer?» sino «¿quién quiero ser en relación con los demás?».
El diálogo entre la madre y el hijo puede continuar con más preguntas: ¿Cómo puedo estudiar para «hacer presente a los ausentes»? ¿Cómo convertir mi estudio en un encuentro con los demás? ¿Puedo ayudar a alguien en esta forma de vivir el estudio que voy descubriendo?
En ese diálogo la madre también saldrá enriquecida. Y con la posibilidad de abrir nuevos horizontes de amor en su vida. Ese «hacer presente al ausente» también lo puede vivir en su vida personal y así dar más profundidad a sus actos.
Quiero terminar este artículo proponiéndote un reto. Piensa en algo que vayas a hacer ahora cuando termines de leer este artículo y en cómo «hacer presente al ausente» en esa actividad. Ojalá descubras que eso aparentemente insignificante que vas a vivir se puede transformar en un acto de amor. Podrías componer, escribir, cantar o dedicar una canción, ¿te animas?
Para más información puedes visitar nuestra web: www.uptoyoueducacion.com o contactar con Pablo Romero: p.romero@uptoyoueducacion.com