Perdonadme. Quisiera haber dejado mis penas ante la puerta, para entrar a esta sala en la que me cobijáis radiante y sin peso. Quisiera haberme deshecho del llanto. Pero eso habría sido mutilarme, o al menos no ser sincera. Habría sido ponerme una máscara, un disfraz, no dejar que me conocierais. Así que vengo con una carga incómoda en la espalda. Mirad mis ojos hinchados, las arrugas del dolor en mi rostro. Ya no soy joven, me envejeció la pérdida. Escuchadme, no tengo más que cantos tristes asomados a mis labios. Mi mirada no alcanza más allá de la tormenta, y siento frío.
Ha sido largo el camino hasta aquí.
Quisiera haber recorrido otras sendas. Pero no he sido una gran caminante, y a machetazos me he abierto paso, nadie me precedía. La maleza crecía de nuevo tras de mí, no he dejado huella en la espesura del bosque. Quisiera haber recorrido otras sendas, no sé cómo pude perderme tanto.
Pero he llegado. Cansada, anciana. Perdí mi equipaje por el camino. Algunos bultos los abandoné, tanto me pesaban: los sueños, las ilusiones… Otros me los robaron en la noche: la risa… Y al llegar no me reconozco. Yo no soy esta mujer llorosa de pies maltratados. Yo no soy este escepticismo, esta falta de vida. Yo era pájaro, me posaba en las ventanas para despertar a mis amigos. O me bebía sus lágrimas, o les regalaba mis cantos. Llego cambiada. Y os pido que me digáis quién era yo antes. Qué me pasó por los caminos.
No puedo engañaros y disfrazarme de aquella que fui antes de entrar a esta sala. Porque apenas me recuerdo.
Decidme por qué ha sido tan largo el camino hasta aquí. Por qué he perdido tanto. Por qué he muerto tanto.
Decidme, ¿era éste el precio de caminar sola?
Me pides la vida y no te alcanzo.
Te llamo a gritos y no me oyes.
Me dueles como brazo mutilado.
Nos necesitamos, nos perseguimos dando vueltas en círculo.
Y no nos encontramos.
