Txemi Santamaría
txemi@centrofamiliarlagungo.org
Vivimos en una sociedad líquida, al menos eso es lo que afirman los sociólogos. Nos recuerdan, una y otra vez, que la era de los grandes relatos ya pasó, y que los jóvenes de la sociedad actual, inmersos en la era de la aldea global y del postmodernismo, dan importancia al mundo de los sentidos, habitan la sensosfera.
Por otro lado, un breve análisis a la espiritualidad de la Biblia nos ayuda a comprender la dimensión «sentida» de la fe, tanto de los miembros del pueblo de Israel como de los seguidores de Jesús.
Por ello, proponemos recuperar esta dimensión experiencial y sentida de la fe, esta capacidad propia de todo creyente de sentir a Dios. Así, os presentamos de forma muy breve los talleres de educación de la interioridad en los que acompañamos a los jóvenes en este proceso. En este itinerario sustituimos las herramientas características de algunos procesos catequéticos: el cuaderno pasa a ser el propio cuerpo, y el bolígrafo la atención del joven. Les invitamos a hacer silencio, a «mirar hacia dentro» y a descubrir en su cuerpo la profundidad de su existencia.
Es cierto que Dios, desde su dimensión trascendente, excede al ser humano, aunque también es verdad que este está capacitado para atisbarlo; y esa experiencia acontece en el cuerpo, que es el espacio en el que la persona capta la realidad. El Nuevo Testamento nos recuerda: «¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el espíritu de Dios habita en vosotros?» (1Cor 3,16).
El objetivo es desarrollar la mirada contemplativa, esa capacidad de mirar hacia nuestro mundo interior sin juzgar ni analizar, sino únicamente acogiendo y aceptando todo lo que acontece ahí. Y en esa mirada contemplativa, quizás, en algunos momentos, podemos intuir la profundidad que nos habita, somos capaces de descubrir el sentido de la vida, podemos sentir al Padre que habita en lo secreto (cf. Mt 6,6).