GUSANO Y EL ESCARABAJO (EL) – Joseph Perich

Joseph Perich

Un gusano y un escarabajo se hicieron muy amigos.

El escarabajo era consciente de que su amigo el gusano era muy limitado en movilidad, tenía visión muy restringida  y era muy tranquilo y pasivo comparado con los escarabajos.

El gusano, por su parte, era muy consciente de que su amigo  el escarabajo venía de otro ambiente,  y de que, en comparación con los gusanos, comía cosas desagradables, era muy acelerado, tenía una imagen grotesca  y hablaba con mucha rapidez.

Un día, la compañera de vida del escarabajo le preguntó cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro de un ser tan inferior, un ser tan limitado en sus movimientos… ni siquiera le devolvía  los saludos efusivos  que el escarabajo le hacía  desde lejos.

Pero el escarabajo era consciente de que, debido a lo limitado de su visión, el gusano muchas veces ni siquiera veía que alguien lo saludaba.

Fue tanta  la insistencia del escarabajo hembra  que decidió  poner a prueba  esa amistad alejándose  del gusano para esperar a que éste lo buscara.

Un día llegó la noticia  de que el gusano estaba muriendo. Al saber esto, el escarabajo, decidió ir a verlo.

En el camino se cruzó con varios insectos que le contaron de las diarias e infructuosas peripecias del gusano para ir a ver a su amigo, el escarabajo, y averiguar qué le había pasado.

No lo conseguía en una jornada y regresaba a su casa para pasar la noche. Su organismo se había resentido del esfuerzo. Le contaron de cómo se exponía día a día para ir a buscarlo, pasando cerca del nido de los pájaros. De cómo sobrevivió  al ataque de las hormigas…

Llegó el escarabajo hasta el árbol donde yacía el gusano esperando ya el momento final. El gusano, apenas con un hilo de vida, dijo al escarabajo cuánto le alegraba ver que se encontrara bien.  Le sonrió por última vez  y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le había pasado.

El escarabajo sintió vergüenza  por haber permitido que las opiniones  de otros minaran su amistad con el gusano y, sobre todo,  por haberle puesto en una situación que le causó la muerte.

 Reflexión: 

Con los Juegos Olímpico hemos visto deportistas de todos los colores, sin discriminaciones étnicas, subiendo al podio. Este impacto visual y emotivo puede dar a entender que es posible convivir en un mundo plural donde todos los países y ciudadanos podrían tener las mismas oportunidades. Pero cuando se apaga la fantástica antorcha olímpica y regresamos a la cruda realidad de cada día te das cuenta que ha sido un sueño, donde hemos compensado muchas frustraciones y muchos imposibles, de acuerdo con los estereotipos sociales vigentes: serás feliz si eres un crack en algo, por más sencillo que seas, sin tener en cuenta otros aspectos de la persona. ¿A alguien le interesa si Rafa Nadal tiene amigos de verdad o de si el ambiente de familia de Pau Gasol es gratificante? La preciosa niña que el día de la inauguración ponía la piel de gallina con su canción, como todos sabemos, sólo vocalizaba. La voz era de una niña que tenían escondida por «fea», según los cánones de marketing.

 ¡Cuánto traumatismo y sufrimiento detrás de la cortina de estos «maravillosos» Juegos!

¡En cambio cuánta medalla de oro habrá en el corazón de las personas que no subirán nunca al podio de nada!

 Redescubrimos la riqueza de ser diferente. La amistad del escarabajo con el gusano no habría muerto si hubiera «pasado» del «qué dirán».

Si pensamos hacer algo por alguien no esperemos… ¡en vida, amigo en vida!

El texto encontrado en el dietario de un chico de 23 años, muerto en un  accidente, convierte en oración la aventura de los protagonistas del cuento:

“Acudo a Ti como un sediento a la fuente. Tu, Señor, eres el único que me acepta tal y como soy. A Ti no te acompleja tener un amigo como yo; al revés, yo sé que estás contento. Acudo a Ti porque me fío de tu compañía  y de tu respeto. Siento defraudarte tantas veces. En cambio tengo la seguridad de que tú nunca me vas a fallar. Sólo deseo pedirte una cosa: que nunca deje de acudir a ti, nunca”.