GRUPOS DE FE «COMO DIOS MANDA» – Jorge A. Sierra (La Salle)

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Jorge A. Sierra (La Salle)

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El grupo juvenil ha sido el medio fundamental de la acción pastoral con jóvenes desde el Concilio Vaticano II. Es la consecuencia lógica de entender la Iglesia como comunidad de comunidades y de recuperar los valores del descubrimiento grupal de la fe. Pero… está en crisis. La sociedad ha cambiado, la forma de reunirse ha cambiado, la animación y el acompañamiento de los jóvenes no es nada fácil…

A veces nos cuesta pensar en una pastoral sin grupos y en otras ocasiones «nos los cargamos» sin mayor criterio. Por eso, quizás, sería bueno recuperar por qué los grupos de fe son imprescindibles, aunque su rostro concreto tenga que cambiar. Reconozcamos que la tarea más complicada ha sido siempre combinar el acompañamiento grupal y el personal en este tipo de grupo, además de la constatación de que no se puede pensar en un solo itinerario posible para grupos afines. El problema fundamental, como en otros ámbitos de la pastoral, ha sido encontrar agentes debidamente formados y dispuestos para este acompañamiento, con el horizonte bien claro y suficiente flexibilidad en los medios.

Sin estos grupos, la pastoral juvenil queda empobrecida profundamente, por lo que son de atención prioritaria en la reflexión pastoral. Un documento ya un poco viejo de la Iglesia española nos puede ayudar a recuperar estas claves. Se titula Jóvenes en la Iglesia, cristianos en el mundo y es de rabiosa actualidad. En él se dan algunas claves de cómo tienen que ser estos grupos, que no nos pueden dejar indiferentes:

  • Grupos donde cada uno pueda compartir su fe con su propio lenguaje, con sencillez y espontaneidad, además de experimentar la amistad y la convivencia cristiana y celebrar la fe de una manera adecuada para su edad.
  • Grupos que sean pequeñas comunidades liberadoras, con opción por la crítica lúcida y responsable a los errores y aciertos de nuestro tiempo.
  • Nada de «grupos de huida», sino abiertos a la vida, identificados con los problemas y sufrimientos de nuestra sociedad, educando para el compromiso sociopolítico y para el compromiso eclesial y apostólico.
  • Grupos eminentemente cristianos, que buscan el encuentro con Cristo, pues saben que solo en Él se puede encontrar la respuesta definitiva al misterio de la vida.
  • Grupos con miembros dispuestos a llevar a la vida el proyecto que Jesús comenzó, el Reino de Dios: una vida entera al servicio de la justicia y la fraternidad de los hombres.
  • Grupos centrados en la Palabra de Dios para que, con el diálogo recíproco, el contraste de pareceres, la mutua interpelación, el compartir opiniones, aprendan a ayudarse mutuamente a escuchar el Evangelio de Jesucristo.
  • Grupos con experiencia de fe compartida, donde sea posible aprender a orar, a encontrarse con Dios desde la experiencia de la intimidad y la profundidad última.
  • Por último, pero no menos importante, grupos donde los jóvenes puedan descubrir su vocación al servicio de la comunidad cristiana y del mundo, y puedan madurar en ella. Cuando estos jóvenes van concretando, desde la fe, su profesión, su matrimonio, su opción por la vida consagrada, su compromiso cívico… están dando la mejor «catequesis» a los que vienen detrás.

Evidentemente, los grupos no serán iguales, sobre todo con el criterio de momento en el proceso de maduración de la fe. Siempre vendrá bien que los miembros de un grupo estén en un momento similar de maduración de su propia fe, respetando siempre los procesos personales… y serán necesarios animadores que entiendan bien que en un proceso es tan importante la meta como el camino que se sigue, un camino que no siempre será recto ni al mismo ritmo…

¡Ah! Y algo muy importante para terminar: en ningún momento se dice que los grupos sean «perfectos». De hecho, pueden estar muy alejados de esa aparente perfección y al mismo tiempo estar muy conectados con las ocho dimensiones que hemos recordado. ¿En cuáles tenemos que hacer más hincapié en nuestros ámbitos?

Serán necesarios animadores que entiendan bien que en un proceso es tan importante la meta como el camino