Galletas partidas – Juan Jaime Escobar SchP.

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Sucedió en las montañas de Gramalote, en la Provincia de Norte de Santander, en Colombia. Los misioneros, un religioso escolapio y varios jóvenes del Movimiento Calasanz, que habían ido a acompañar la navidad de los niños campesinos de la región, decidieron dar a un niño de unos seis años, muy colaborador y muy participativo, un paquete de galletas para que las disfrutara como premio a su fidelidad. Ese mismo día, al caer la tarde, el niño estaba en la capilla rezando y le hizo señas al religioso escolapio para que se acercara. “Te he traído un regalo”, le dijo, y le ofreció dos galletas. La lógica del niño había sido ésta: cada paquete traía cuatro galletas dobles con crema en el medio. En su casa, con él, había seis personas. Él dividió las galletas y cuatro se convirtieron en ocho, sobrando dos, que llevó a la capilla para regalarlas a los misioneros. El grupo tomó la decisión de dar paquetes de galletas a todos los niños y para hacerlo hicieron un concurso. Los primeros tres ganadores recibieron sus tres paquetes de galletas y, creyendo que serían los únicos en tener ese delicioso tesoro, inmediatamente abrieron los paquetes y partieron y partieron galletas para que todos tuvieran al menos la mitad de una mitad. El milagro de unos corazones pobres e inocentes para quienes compartir es elemental. Resonaban en la capilla las palabras del Evangelio: “Y recogieron doce canastas de sobras”.