Joseph Perich
Fray Primitivo había conocido al Pobrecillo de Asís. Y cumpliendo el mandato del fundador, acostumbraba a salir a mendigar.
Al atardecer, solía volver al convento por un camino duro y penoso, por suerte a la vereda había un pozo de agua riquísima y fresca. Allí, Fray Primitivo metía la mano y bebía agua en la palma de su mano.
Pero un día pensó que sería grato al Señor si le ofreciese aquella sed que tanto le mortificaba. Metió la mano en el agua para sentir su frescura, y luego, apretando el paso, siguió hacia el convento sin probar una gota.Al levantar Fray Primitivo la cabeza al cielo, vio que sobre el azul oscuro del atardecer había aparecido un lucero claro y grandioso. Significaba que el Señor había tomado en cuenta su mortificación y la había apuntado en su cuenta.
Animado por aquella muestra del agrado del Señor, Fray Primitivo hizo lo mismo al día siguiente, y al otro, y al otro. Pasaba, metía la mano en el agua y seguía sin beber. Y cada día veía aparecer en el cielo un lucero nuevo.
Dispusieron los superiores que le acompañase un novicio en su tarea de mendigar, a fin de que se aleccionase con su ejemplo. Juntos anduvieron todo el día, recogiendo panes, tortas y legumbres. Al atardecer iban hacia el convento. Fray Primitivo, preparándolo para el ejemplo que en la práctica pensaba darle poco después, le dijo:
-La mortificación es el disfrute de las cosas por el amor. El agua, criatura del Señor, la gozan los sentidos bebiéndola. Pero el espíritu la goza dejándola de beber por amor…
Reflexión:
Convivimos en un entorno donde la presión social es brutal. Discrepar te puede condenar a que seas un marginado. Algún joven, en voz baja, se atreve a decirlo: «si te niegas a compartir un mismo porro que pasa de boca a boca te arriesgas a que te marginen». O aquel otro joven que en la universidad explicó que trabajaba como monitor de una ONG por no decir de encargado de las actividades en la Parroquia. Lo mismo podríamos decir en el mundo de los adultos: si aún no tienes el TDT te miran de reojo, si vas a misa corres el riesgo, como mínimo, a recibir unas palabras irónicas. Podríamos alargar indefinidamente los ejemplos. Y no tenemos suficiente: tenemos que meternos con los musulmanes porque no cumplen nuestros cánones estéticos, o debemos imponer nuestra «divina» democracia a los «ignorantes» del Tercer Mundo.
Parafraseando la cita de san Agustín de Hipona, podríamos afirmar que «en lo esencial, unidad; en el testimonial, diálogo; en lo relativo, libertad; en todo, caridad». «Fray Primitivo» lo tenía digerido y, con sensibilidad, respetó el momento difícil del compañero, por más que eso le supusiera romper el programado ascetismo.
Como si el arzobispo brasileño don Moacyr Grech hubiera leído la anécdota de estos dos frailes afirma: «gentes sencillas, haciendo cosas pequeñas en lugares poco importantes, unidas, hacen cosas extraordinarias».
¿No podría ser éste el programa del nuevo curso para las parroquias de Blanes?