Algo muy habitual en todos los artículos y libros feministas es empezar recordando a las mujeres que nos precedieron y al escribir sobre la dimensión socio política del feminismo se hace imprescindible. Lo que hoy asumimos como normal (derecho a la educación, derecho al trabajo, derechos matrimoniales, derecho al voto…) hace no mucho tiempo no lo era y se ha conseguido gracias a la lucha de muchas mujeres. Una lucha que no fue fácil, incluso costó la vida a muchas de ellas y siempre con un coste personal elevado. Quiero por lo tanto recordar, homenajear a esas mujeres que con su hacer han abierto caminos que hoy transitamos con naturalidad, porque como dice Amelia Valcarcel “No conozco casi nada que sea de sentido común, cada cosa que se dice que es de sentido común ha sido producto de esfuerzos y luchas de algunas personas por ella”
En el feminismo esto se ve claramente. Mary Wollstonecraft escribía en 1792 Vindicación de los derechos de la mujer, considerada la obra fundacional del feminismo porque tal como dice Isabel Burdiel, en ella Mary tiene capacidad e insistencia en pensarse a sí misma intentando transcenderse, es decir, buscando una explicación pública y social a sus experiencias privadas. Así empieza el feminismo.
Una de las definiciones más aceptadas hoy en día del feminismo es la de Victoria Sau “el feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del s. XVIII y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus diferentes fases históricas de modelo de producción, lo cual mueve a la acción para la liberación de las mujeres con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera”
Pero el feminismo además de ser una teoría política y una práctica social es mucho más. El discurso, la reflexión y la práctica feminista conllevan también una ética y una forma de estar en el mundo. Y como dice Pilar Aguilar “No olvidemos que descubrir el feminismo perturba el mapa emocional, los marcos de referencia y los imaginarios, desestabiliza la propia identidad y el lugar que se ocupa en el mundo. El feminismo obliga a problematizar rasgos de pertenencia, a renegar de la educación recibida (y en buena parte, interiorizada) a cuestionar certezas, perder asideros y apoyos que parecían estables y constituyentes del yo. Puede, además, generar enfrentamientos no solo con enemigos externos sino, a menudo, con personas del entorno más cercano y querido… Pero, al mismo tiempo, el feminismo abre puertas y ventanas mentales hacia la libertad y la inteligencia, agranda el campo de lo posible, crea lazos de solidaridad con otras mujeres… “
Quiero señalar algunas de las características del feminismo como práctica política y social. Está constituido por el hacer y pensar de millones de mujeres diseminadas por todo el mundo, pero es un movimiento no dirigido y escasamente, por no decir nada, jerarquizado. Hay que nombrar también el incesante debate interno y externo que, como rasgo consustancial, acompaña al feminismo desde su origen. Debate tanto sobre prioridades de la agenda, tácticas y
estrategias como sobre fundamentos, análisis y propuestas teóricas. Hemos de aceptar que el debate ha sido y seguirá siendo inherente al feminismo. Esto nos lleva ya a hablar de feminismos y no de feminismo, haciendo hincapié en las diferentes corrientes que surgen en todo el mundo. Hay que destacar también que el feminismo ha desplegado una tremenda capacidad de conceptualización y al cuestionar las estructuras en las que vivimos y analizar el entramado ideológico que las sustenta, ha levantado un sólido edificio crítico. Mediante investigaciones profundas y poliédricas de la realidad ha construido completas y consistentes teorías. Y cuando decimos poliédricas nos referimos a que, actualmente, ya abarcan casi todos los aspectos de la vida personal y social: economía, sanidad, religión, enseñanza, raza, maternidad, sexualidad, relaciones de pareja, discapacidad, urbanismo, arquitectura, música, mundo rural etc… Esto es necesario tenerlo presente porque, a veces, se piensa que a una feminista le basta con sentir impulsos de rebeldía, de emoción (imprescindibles, por cierto) y no es suficiente. Detrás tenemos generaciones de pensadoras y luchadoras y sus análisis, sus experiencias y sus conclusiones deben alimentarnos.
“No debemos ser realistas; es un error, porque si somos realistas siempre adaptamos nuestra estrategia a la realidad, y lo que tenemos que hacer es construir una nueva realidad.” Judith Butler. Filósofa feminista.